06 mayo 2006

ALIQUANDO VECTATIO INTERQUE ET MUTATA REGIO VIGOREM DABUNT

Queridos todos:

Regresamos de Paris el pasado 3 de Mayo. Habían pasado muchos años desde la primera vez que visité la Ciudad Luz. Fue en 1972. Aquel año salimos de la Estación del Norte en Madrid y llegamos a la Estación d’Orsay en Paris. Treinta y cuatro años después, ninguna de las dos estaciones funcionan como tal. La de Madrid es hoy día el Intercambiador y Centro Comercial Príncipe Pío. La de Paris fue transformada en un Museo que acoge las obras del medio siglo de arte que va desde el segundo Imperio de Napoleón III hasta los albores del Cubismo. De allí salimos (Hugo Faría B y un servidor) con nuestra Biblia de viajero “Europe on five-ten dollar a day” de Frommer a buscar hotel. Y era así. Con 10 dólares al día, (43 bolívares de aquella época) se podía pagar alojamiento y comida siguiendo las instrucciones del librillo. Era una Europa que todavía estaba levantando cabeza después de la monstruosa segunda guerra mundial. El hotel le encontramos cerca de la estación del tren y nos salió baratísimo pues en el viaje nos hicimos amigo de un muchacho gringo neoyorquino de familia millonaria que se unió a nosotros y nos metimos los tres en la misma habitación.

Esta vez, aparte de significar unos merecidos días de descanso, este viaje nos reservaba dos acontecimientos importantes: el primero y más importante, visitar a nuestro hijo Manuel y el otro asistir a la Ópera de Paris. Manuel vive en lugar realmente exquisito de Paris, en un barrio selecto, muy cerca del Arco del Triunfo y en donde se localizan muchas embajadas, entre ellas la de Venezuela que queda a manzana y media de su casa sita en Rue Lauriston del cedex 16. Es la primera vez que como padre visitaba la casa de uno de mis hijos. Este hecho me hizo pensar y reflexionar. Ahora entiendo a mi padre cuando hizo lo mismo y entiendo el emotivo denominador común de todos los padres cuando viven esa experiencia. Don Benigno, mi abuelo, nunca tuvo esa experiencia. Entrar por aquella puerta era la aceptación firme y segura de la independencia de un hijo. Estábamos en su casa; éramos una visita más... Vivir allí le reporta la facilidad de poder ir a su trabajo a pie, a tan solo cinco minutos de distancia temporal, pues su oficina esta situada en la Rue l’amiral d’estaing.

Salimos de Paris rumbo a Londres. En aquella oportunidad, de la capital francesa me quedaron algunas experiencias muy marcadas, entre ellas, su impactante monumentalidad, la generalizada antipatía de sus gentes, y la dificultad para comer. Recuerdo que no nos vendían, en la panadería cercana al hotel, más de una barra de pan por persona. Londres fue todo lo contrario: Abundante comida y gente afable sin llegar a amaneramientos. Para nadie es un secreto que yo soy un tragón; por eso la comida es algo importantísimo y parte fundamental de la experiencia de viajar. En Francia, quizás por nuestro desaliñado aspecto, nos vedaban la entrada a restaurantes con la amable frase de “todo completo” y en aquellos que pudimos entrar nos tocó sufrir la frustración de una comida que cabía en una mano.

Definitivamente Francia es el país que mejor uso ha hecho del marketing. Afirman que la Champaña y el queso azul fueron creados en España; sin embargo ¿quién habla de ello? La generalidad afirma que son franceses. Otro ejemplo del marketing francés son sus vinos, muchos de los cuales se fabrican con caldos españoles. Lo cual significa que los españoles somos muy malos en “vender” nuestros productos. Pero el mayor de los logros del marketing galo esta en la gastronomía. La comida francesa es internacionalmente reconocida como la mejor, casi sublime. Para mi no. Es el timo mejor empaquetado que yo he podido conocer. Sus platos, por lo general, son miserables; compuestos de caracoles, patas de ranas, hígados de oca y cerdo, testículos de cabra y de cuanta excentricidad –o mejor dicho, miseria comestible- pueda hallarse. Su cicatería no se limita solo a lo que se come sino también a sus cantidades. Y a este desfalco, estafa y malversación gastronómica la adornan y engrandecen con una descripción rebuscada y rococó –nunca mejor dicho- que después de quedarte con un hambre de solemnidad y comer mal tienes que pagar un precio ofensivo. Por ejemplo, una sencilla tosta de sardinas en España, en Francia nos la venderían como algo celestialmente exquisito; algo así como: “Grillé du blé du plateau castillan couronné avec des sardines alimentées avec la bonne herbe du méditerranée.” Y ese será el primer plato. Supongamos ahora que de segundo plato tenemos un vulgar y simple filete de ternera acompañado con vegetales. Pues abróchense el cinturón, porque algo tan sencillo como eso en la gloriosa Francia alcanza emociones cercanas al paroxismo al ofrecértelo como: “Filet de jeune vache cuit dans son jus et baigné avec de la sauce des canards du Bordeaux. Il est accompagné avec crudités” ¡Anda!, ¿cómo te quedó la cara? Y de postre supongamos que se te antoja una tarta de manzanas; pues prepárate porque te traerán algo que llaman “Tarte Tatin” que no es otra cosa que una finísima capa de hojaldre, cuasi hostia con algo de manzana encima. De esa manera se ahorraron la capa superior de masa... Pero lo peor no queda aquí. Resulta que la tosta del primer plato era del tamaño de un canapé. El filete no superaba los 50 gramos y los vegetales eran dos palitos de zanahoria, 3 guisantes, un rabanito cortado como corona borbónica y todo ello sobre la octava parte de una hoja de lechuga. ¡Ah! y la Tarte Tantin pues que mejor que Tantín sería llamarla poquitín... Llegados a este extremo ya estas loco por irte a cualquier sitio, incluso empiezas a considerar la posibilidad de un Mac Donald o un Pizza Hut para llenar la buchaca como Dios manda... Con temor y temblor pides la cuenta; momento crítico que el resto de tus acompañantes al restaurante aprovechan para ir al baño... -Te pasa algo? Te preguntarán a su regreso del “servicio” -Te ha caído algo mal?... y lo que en realidad ocurre es que todavía no te has repuesto del pánico que sufriste cuando viste la cuenta que, con preocupante facilidad, superó los ¡150 euros! pero con la ventaja de que no se te cortará la digestión por motivos obvios...

En Paris puedes ver cosas que te chocan muchísimo y que te extrañan puedan ocurrir en una ciudad como esa. Un ejemplo de ello es la cantidad de orines por sus calles. Orines que no son solo de los perritos sino también de sus dueños, por decir de humanos. La otra cosa es la costumbre medieval de tirar el agua sucia a la calle aunque esto observé que lo realizan los establecimientos comerciales y no los particulares. Asimismo, siendo una ciudad esplendorosa, imponente y de una grandeza indiscutible, aun le queda mucho trabajo por realizar desde el punto de vista turístico. Un ejemplo de ello es el transporte. En muchas ciudades, Madrid incluida, puedes adquirir un bono de transporte turístico que utilizas, según el tiempo que vayas a estar en esa ciudad, y te da la facilidad de utilizar todos los transportes indistintamente a excepción, claro esta, de los taxis. Pues resulta que Paris no tiene ese servicio. Otro caso es el tren de cercanías o RER, como allí le llaman, que transporta a los pasajeros desde el aeropuerto Charles de Gaulle hasta, la estación de Chatelet en el centro de la ciudad. Dicho tren esta en un estado verdaderamente deplorable, sin facilidades para alojar las maletas o paquetes de los viajeros y para colmo pasa por sitios turísticamente no muy atrayentes de la afueras de la ciudad. También recuerdo que la plaza de Trocadero cercana a la torre Eiffel no solo esta sucia sino que además tiene muy poca iluminación desmejorándose con ello el entorno de uno de los sitios obligatoriamente visitados por los 25 millones de turistas que anualmente pasan por Paris. Otro detalle importante se relaciona con el idioma. Hay sectores de Paris como la Avenida de los Campos Elíseos, el eje desde la Magdalena a la Plaza de la Concordia y el Hospital de los Inválidos, el que antes les conté del Trocadero en donde el francés ocupa el segundo o tercer nivel como idioma hablado, siendo superado por el inglés y el español. Sin embargo, el orgullo francés es una limitante para que sus habitantes acepten esa realidad y de esa manera le faciliten la vida a los turistas. El francés, como el alemán, el italiano y tantos otros miles de idiomas están condenados a ser cosa de excepción ante el crecimiento abrumador de parlantes en inglés y en español a escala mundial. Como nota curiosa, los extranjeros que viven en Paris de origen árabe, africano o hindú, son los que más ayudan a los inglés e hispano hablantes.

Nos hizo muy buen tiempo salvo un dia en que llovió. Nuestra ventaja fue que compramos unos boletos de dos días en uno de esos autobuses de sightseeing que te dan vueltas por los principales sitios turísticos de la ciudad, por eso, después de una buena empapada en Montmartre decidí ir a Notre Dame. A pesar de la lluvia, la suerte estaba de mi parte pues apenas llegué comenzó la Misa Solemne. No es que de pronto me haya vuelto místico sino que los coros de la iglesia acompañados magistralmente por el órgano fueron una extraordinaria experiencia artístico-musical en el insuperable y cuasi sublime marco del gótico de esa ejemplar iglesia.

Antes les había dicho que uno de los propósitos de nuestro viaje era asistir a la Opera (Palais Garnier). Es uno de mis gustos. Hoy día, gracias a internet puedes adquirir, si tienes suerte, las entradas a cualquier teatro en el mundo. Y así paso con las nuestras. Ni Jeannette ni yo conocíamos la Opera por dentro. El edificio es de una belleza propia de los mejores palacios de Francia. Un lujo insuperable y atento a todos los detalles. Las chicas anfitrionas no solo preciosas sino vestidas con una elegancia propia de modelos de pasarela y desde luego detalles de personalización como el de las entradas que tenían impreso mi nombre. Eso ocurrió, -menuda ironía- la noche del 2 de mayo, fecha que conmemora el levantamiento del pueblo de Madrid contra las tropas francesas. Representaban Platée, de Jean Philippe Rameau. Opera bufa, que no por ello mala o de menor categoría, y con alto aporte de ballet Una obra barroca, inicialmente representada el año de 1745 en Versalles como broche de oro de los festejos nupciales del delfín de Francia, hijo de Luis XV, y la infanta española María Teresa, hija de Felipe V. Está basada en la historia agridulce de una ninfa batracia que aspira a casarse con el rey de los dioses. Todavía se ignora si esta obra fue una parodia intencional de la boda del hijo del Delfín pues como se sabe, María Teresa era físicamente muy poco agraciada, casi un batracio pues. Lo cierto es que en la corte no se dieron por aludidos y esta representación le valió a Rameau el cargo de músico de la corte. Platée es una obra de muy difícil clasificación que prácticamente conforma un género aparte que en su época pocos pudieron advertir la tesitura y avance que representa en este género musical. La representación que vimos fue extraordinaria y contó con la coproducción del gran Teatro de Ginebra, La Opera Nacional de Burdeos, la de Montpellier y la Opera de Flandre. Todo un evento inolvidable.

Y nada más. Si tienen oportunidad no dejen de visitar Paris, pero eso si, les aconsejo se lleven en el equipaje un buen bocadillo de tortilla de patatas. Au revoir!
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TITULO: A veces un viaje dan un vigor nuevo. Séneca, Tranq. 17, 8

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