11 noviembre 2011

España y sus judíos

La península ibérica fue un espacio geográfico por el cual transitaron toda clase de grupos étnicos: celtas, iberos, fenicios, bereberes, romanos, cartagineses, árabes, godos y por supuesto judíos. Pero de todos ellos ningún pueblo tuvo una presencia tan consistente y continua como la del pueblo hebreo incluso hasta nuestros días. Hagamos un breve repaso de ello:

Ya en la biblia se cita a “Tarsis” (España) siendo así el único país, fuera del entorno del medio oriente, del cual se habla en ella (I Reyes 10:21-22, Ezequiel 27:12) Incluso en el libro del profeta Abdías se habla literalmente de "Sefarad " (Abdías 1-20) y si el relato bíblico es histórico, entonces podemos afirmar que fue Jonás el primer judío que pisó la península ibérica: “Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, y descendió a Joppe; y halló un navío que partía para Tarsis; y pagando su pasaje entró en él, para irse con ellos a Tarsis de delante de Jehová.” (Jonás 1:3) ¿De cuantos años estamos hablando? ¿5 mil? Pues ya desde entonces habían hebreos en nuestra tierra.

Pasando el tiempo, la llegada de judíos en número suficientemente grande como para constituir comunidades en la península fue una consecuencia de la gran diáspora ocurrida tras la destrucción de Jerusalén a manos del futuro emperador Tito en el año 70 de nuestra Era y ya en el siglo IV la población judía era muy numerosa en la Península Ibérica así como de manera importante en las islas Baleares. De hecho la carta del obispo menorquín Severo, escrita en el año 418, pone de manifiesto que la población judía se hallaba plenamente integrada en la vida hispanorromana del Bajo Imperio. Para mayor prueba, en las ruinas de “Emérita Augusta” (hoy Mérida) puede observarse una lápida de un fallecido judío cuya foto muestro en este escrito y que comprueba una antigua tradición recogida por el cronista hispano-hebreo del siglo XII, Abraham ibn Daud, titulada Séfer ha-Qablalá, según la cual, muchos de los deportados por Tito se establecieron en Mérida.

Posteriormente durante el periodo arriano de la dominación visigoda, los judíos españoles se beneficiaron de cierta tolerancia. Algunas leyes del Código Teodosiano, discriminatorias para ellos, se incluyeron en el Breviario de Alarico, pero puede decirse que, en general, su vida discurría por cauces tranquilos. Su base de subsistencia lo mismo que para visigodos e hispanorromanos, era, sin duda, la tierra, que cultivaban por sí mismos o con ayuda de esclavos. Algunos desempeñaban el papel de administradores de haciendas, propiedad de cristianos. De los documentos existentes se deduce que habitaban sobre todo en los núcleos culturalmente más avanzados: la capital, Toledo, y las regiones meridionales y orientales de la Península, especialmente la costa mediterránea, sin olvidar las islas Baleares o ciudades de fuerte raigambre romana como Mérida.

Sabemos también que observaban los preceptos fundamentales del judaísmo: la circuncisión, el sábado y las fiestas, las leyes alimenticias y las relativas al matrimonio y los esclavos. Con la conversión de Recaredo al catolicismo, la situación de los judíos cambia radicalmente; los monarcas visigodos comienzan a perseguirlos como era usual en todo el orbe católico. Sisebuto será el gran impulsor de la política antijudía y a partir de su reinado y en todo lo largo del siglo VII proseguirá esta legislación no ya discriminatoria, sino hostil que culmina en el año 694, durante el reinado de Egica, reduciendo a la esclavitud toda la población judía y confiscando sus bienes.

En el año 711 ocurre la invasión musulmana trayendo inicialmente una liberación para los judíos sometidos a las leyes visigodas. Ese estado de libertad ocasiona que durante los Siglos VIII y IX se produzca una fuerte inmigración judía procedente del norte de África a ciudades como Granada, Tarragona y Lucena. Pero fue durante el Califato de Córdoba y los Reinos de Taifas (Siglos X y XI) cuando los judíos españoles, alcanzan su mayor bienestar y nivel cultural que duró hasta el Siglo XII cuando llegan a la península los Almohades y Almorávides con su fanatismo religioso y obligan a los judíos a huir. Muchos se fueron a la España cristiana mientras que otros, como la familia de Maimónides, huyeron al norte de África quedando de esa manera la España musulmana despoblada de judíos.

Los judíos desempeñaron un papel de primera importancia durante la Reconquista. Sus esfuerzos se aunaron con los de la población cristiana, que se había levantado para sacudirse el yugo musulmán y recuperar su independencia. En la historia de la P. Ibérica han dejado profunda huella las expediciones militares de unos monarcas que, para llevarlas a cabo, se apoyaron en la sabiduría de grandes líderes cristianos y de cortesanos judíos de excepcional capacidad.

Tras la expulsión decretada en el 1290 por orden del rey Eduardo I de Inglaterra, España fue uno de los países en recibir un gran número de esos hebreos . Esa fue después de la gran diáspora la mayor expulsión de hebreos de un territorio. Las tres culturas: la árabe, la cristiana y la judía permanecieron con cierta armonía o mejor dicho, tolerancia hasta el año de 1492 cuando los reyes católicos Fernando e Isabel emiten el decreto de expulsión del Imperio Español que ese mismo año vio su nacimiento.

Los hechos históricos dejan huella imborrable, principalmente los negativos. Este fue el caso de la Expulsión de los Sefarditas de España. Con ellos también se expulsó de nuestro territorio buena y sensible parte de nuestra cultura así como el ejercicio de artes comerciales y emprendedoras de tanta necesidad incluso en la España de hoy.

Aún así, algunos permanecieron en España previa “conversión” al catolicismo, otros, con las llaves de sus casas en mano salieron por el sur hacia el norte de África y muchos osados regresaron posteriormente a nuestro país, "su" país, por la costa atlántica. Es imposible borrar con un decreto su milenaria presencia, tanto así que al principal representante de los judíos españoles, Abraham Sennior que al convertirse adquiere el nombre de “Luis Coronel” fue nombrado por Isabel la Católica como “Almojarife mayor de Castilla” algo equivalente a un Ministro de Finanzas de hoy en día.

De igual manera muchos otros cargos tanto políticos como eclesiásticos fueron ocupados por judíos conversos e incluso miembros de la nobleza española poseían (y poseen) antecedentes judíos como la Casa de Osuna, Villena, Alburquerque, Medinaceli y otras, sin olvidar ¡oh escándalo! que de origen converso fueron también algunos de los más intransigentes inquisidores como Torquemada y Fray Hernando de Talavera. Es de hacer notar que un converso sefardita de la época, Luis de Torres o Yosef Ben Ha Levy Haivri, natural de mi querido pueblo Moguer, fue el primer judío en pisar territorio americano al acompañar a Colón en su primer viaje como traductor.

Aquello no fue un hecho más en la formación de España, no fue tampoco otra expulsión más de judíos pues ésta fue incluso celebrada por La Sorbona de Paris y ni mucho menos fue un decreto anodino. España, Sefarad para los judíos-españoles no era un mero lugar de tránsito; Sefarad era su patria, su nueva Israel, Toledo era la nueva Jerusalén. Aquí echaron raíces profundas creando un modo de ser y de vivir que llegó a conformar a lo largo de centurias una de las dos ramas más importantes del judaísmo existentes en el mundo.

Un recorrido consciente por el ámbito de las antiguas juderías españolas constituye, aún hoy, una experiencia apasionante. Cuando todavía existen grupos de presión cultural que ponen en duda la radical importancia de la presencia judía en la Península Ibérica, un paseo por sus ciudades y pueblos viene a demostrarnos, sin lugar a discusión, que aquellos cerca de cuatrocientos mil hebreos contribuyeron radicalmente a la definición del perfil sociológico de España en donde los últimos estudios realizados estiman que el 80% de la población española actual tiene en alguna medida sangre judía.

No hay pues en el mundo, después de Israel nación más judía por su historia, su influencia y su sangre que España, que Safarad y este hecho es algo que todos los españoles deben no solo saber, sino también sentirse orgullosos de ello. Sin embargo, España aunque en 1990 otorgó el premio Príncipe de Asturias a las comunidades sefardíes, es un país fundamentalmente anti-judío. No digo anti-semita pues lo “semita” abarca también, al mundo árabe y en este país se piensa erróneamente que tenemos más carga genética de ésta que de aquella.

Media población española conformada por la izquierda es fundamentalmente además de anti-judía, anti israelí y anti-norteamericana. La inmensa mayoría de ellos no saben ni siquiera por qué; simplemente el ser de izquierdas, parece que así lo obliga... Y en el otro 50% , la derecha, un importante número de ellos, son anti-judíos, por ser católicos recalcitrantes. Ambos, como he expuesto tienen mucho de judío aunque lo ignoren o les pese.









05 marzo 2011

Trocadero o del "fierté sans vergogne..."

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En el muy exquisito XVIe arrondissement de Paris, a la vera del río Sena y a los pies de la majestuosa Torre Eiffel se encuentra la plaza y jardines de Trocadero. Una plaza no solo bella sino extensa, pues ocupa una superficie similar a 10 campos de fútbol y que fue creada para la Exposición Universal de 1937. Es notoria su fuente conformada por varios estanques en cascada que alimentan una gran piscina donde danzan los chorros de agua lanzados desde sus bordes adornados con bellísimas esculturas de la década de 1930, entre las cuales destacan El hombre de Traverse y La mujer de Bacqué. En pocas palabras una auténtica y exquisita expresión del refinado gusto francés para deleite universal y al mismo tiempo, claro está, una explícita y poco divulgada ofensa a España pues el nombre de la plaza rememora la Batalla de Trocadero, que tuvo lugar en la isla homónima situada en la Bahía de Cádiz (España).

La historia fue así: Después de la bochornosa pérdida por parte de Francia de la guerra de la Independencia contra España (1808-1814), se promovió el movimiento liberal en la España de comienzos del siglo XIX. La Constitución de Cádiz de 1812, más conocida como “La Pepa”, marcó un impulso reformador y anti absolutista único en su género tanto fuera como dentro del país. Sin embargo, el rey de España Fernando VII (1784-1833) que durante la guerra de Independencia estaba curiosamente exiliado en el campo enemigo, es decir, en Francia a su regreso a España anuló inmediatamente dicha Constitución, pues la liberalidad de ésta atentaba directamente contra los derechos absolutistas del monarca español.

Paralelamente los españoles de los virreinatos de América aprovecharon ese momento de debilidad interna que había en España para sublevarse contra la Corona. En 1819 el rey ordena enviar varios batallones para contener, desesperadamente, la rebelión americana. En Andalucía se prepara un batallón al mando del coronel Rafael del Riego que debe embarcar en Cádiz. Sin embargo, el coronel del Riego en lugar de ir a luchar a América, se sublevó contra Fernando VII. Las tropas no se embarcarían a América durante los próximos tres años, fracasando de esa manera los auxilios a los regimientos realistas, que lucharon solos, olvidados y alejados contra unos rebeldes americanos cada vez más apoyados por otros estados europeos, en concreto Inglaterra. Aun así, ni las virtudes militares de Bolívar y San Martín, ni las intrigas de masones y jesuitas, ni el apoyo financiero y logístico de Inglaterra fueron tan eficientes para la independencia de las Provincias de Ultramar (hoy América Latina) como lo fue el vacío defensivo ocasionado por Rafael del Riego. Este hecho en Latinoamérica ni es muy conocido ni reconocido y por el complejo anti-español allí reinante, tampoco creo que se quiera conocer y reconocer.

Ese período liberal promovido por del Riego duró sólo tres años, (1820-1823), pues las monarquías absolutas de entonces, no toleraron un régimen tan liberal en España que ponía en peligro su propia estabilidad, ante lo cual, Francia, y aquí viene lo de Trocadero, en el Congreso de Verona (1822) junto con la cuádruple alianza y la Santa Alianza, (Rusia, Austria y Prusia) lideró la reinstauración del absolutismo en España, atendiendo así el reclamo que había hecho el mismísimo Fernando VII, mediante una invasión a España con un ejército numeroso, hecho que ocurrió el 7 de abril de 1823 por parte de los Cien Mil Hijos de San Luis, que llegaron con escasa resistencia hasta Cádiz en donde se había refugiado el gobierno liberal y estaba retenido el rey.

Sin misericordia alguna la bella Cádiz fue bombardeada, pero sólo los fuertes que protegen la entrada a la bahía fueron abatidos, sobre todo el fuerte de San Luis del Trocadero. Como resultado, el gobierno liberal no tuvo más remedio que rendirse siendo derogado en el acto y Fernando VII recuperó todo su poder, llevando de esa manera a España a las más oscuras páginas de su Historia y todo gracias a Napoleón II hijo del primero, aquel envilecido emperador producto de la gloriosa revolución francesa que aplicó “pro domo sua” aquellos principios universales de “Liberté, Égalité, Fraternité”

Si amigo lector, fue en homenaje a esa batalla, en la que Francia, para vergüenza universal, ayudó a eliminar el liberalismo en España para reinstaurarse el absolutismo, que nuestros vecinos del norte no tuvieron mejor ocurrencia que bautizar como Trocadero a la famosa Plaza parisina porque, como me respondió orgullosamente un parisino cuando le pregunté por qué la plaza tenía ese nombre, en esa batalla “España perdió la guerra contra Francia...”

Sin comentarios...


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NOTA: Imagen superior izda: Plaza del Trocadero en Paris. Imagen inferior Dcha: Fernando VII pintado por Goya

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03 marzo 2011

United States Independence: A debt to Spain

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While the role of France has been acknowledge, the subsequent history of the United States has found "inconvenient" to remember that, without the Spanish Navy, Money, Soldiers and Logistics, the United States would still be a colony of Britain. In fact, the American Revolution becomes less of a miracle when we consider that the Spanish Empire fought on America's side since the beginning. Britain could not have defeated Spain, with its power, wealth, next-door armies and strategic positioning in the Western Hemisphere.

The Count of Gálvez carried out a masterful military campaign and defeated the British colonial forces at Manchac, Baton Rouge, and Natchez in 1779. The Battle of Baton Rouge on September 21, 1779 freed the lower Mississippi Valley of British forces and relieved the threat to the capital of Louisiana, New Orleans. In 1780, he recaptured Mobile from the British at the Battle of Fort Charlotte.

Gálvez's most important military victory over the British forces occurred May 9, 1781, when he attacked and took by land and by sea Pensacola, the British capital of West Florida from General John Campbell of Strachur. The loss of Mobile and Pensacola left the British with no bases in the Gulf of Mexico, except for Jamaica. In 1782, he captured the British naval base at New Providence in the Bahamas. American historians agree that this victory at Pensacola was the decisive factor that ultimately won the War for Independence, which ended only 6 months later with the Battle of Yorktown.

In recognition of his work and help to the American cause, George Washington took the Count of Gálvez to his right in the parade of July 4th and the American Congress cited Gálvez for his aid during the Revolution.


Independencia de los Estados Unidos: Una deuda con España
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Mientras el rol de Francia ha sido reconocido, la historia posterior de los Estados Unidos ha encontrado como "inconveniente" el recordar que, sin los soldados de la Armada Española, el dinero, y Logística, de España, los Estados unidos todavía serían una colonia de Gran Bretaña. De hecho, la Revolución Americana no llega a ser un milagro solo si se tiene en cuenta que el imperio español luchó en el lado de Estados Unidos desde el principio. Con su poder, riqueza, los ejércitos cercanos y el posicionamiento estratégico en el Hemisferio Occidental, Gran Bretaña no podría haber derrotado a España.

El conde de Gálvez llevó a cabo una campaña militar magistral y venció a las fuerzas coloniales británicas en Manchac, Baton Rouge y Natchez en 1779. La Batalla de Baton Rouge el 21 de septiembre 1779 liberó los bajos del valle del Misisipí de las fuerzas británicas y se disminuye la amenaza a la capital de Luisiana, Nueva Orleans. En 1780 se recuperó Mobile del poder británico en la Batalla de Fort Charlotte.

La más importante victoria militar de Gálvez contra las fuerzas británicas se produjo 09de mayo 1781, cuando atacó y tomó por tierra y por mar a Pensacola, capital británica de West Florida, al general John Campbell de Strachur. La pérdida de Mobile y Pensacola dejó a los británicos sin bases en el Golfo de México, con excepción de Jamaica. En 1782, capturó la base naval británica de New Providence en las Bahamas. Historiadores estadounidenses coinciden en que esta victoria de Pensacola fue el factor decisivo para finalmente ganar la Guerra de Independencia, que terminó 6 meses más tarde con la batalla de Yorktown.

En reconocimiento a su labor y ayuda a la causa de América, George Washington colocó al conde de Gálvez a su derecha en el desfile del 4 de julio y el Congreso estadounidense citó a Gálvez por su ayuda durante la Revolución.
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01 marzo 2011

Blas de Lezo y Antonio Gutiérrez o del olvido histórico...

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He oído decir que el queso de cabrales fue anterior al de roquefort, que el cava fue creada en España antes que el champán, que la radio no la inventó el italiano Marconi sino un militar español, que la escuela de Salamanca estableció los principios de la Economía Liberal mucho antes que Adam Smith y David Ricardo... Si todo esto es cierto me pregunto: ¿Por qué los franceses gozan mundialmente el reconocimiento de ser los creadores del queso Roquefort y de la Champaña? ¿por qué Marconi es considerado el inventor de la Radio? y ¿Cómo es posible que nosotros mismos no supimos implementar un sistema económico-liberal? En definitiva, ¿Qué hemos dejado de hacer?

“Si quien hace las cosas no lo dice, entonces otro lo hizo o simplemente nunca se hizo” Esta frase parece que encaja con la conducta de silencio, minusvaloración e incluso ¿desprecio? que se manifiesta en España y en muchos españoles hacia los logros de destacados individuos. Estoy seguro, como ejemplo, que de no haber sido por la labor de difusión y propaganda de Iglesia Católica, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, habrían quedado hoy en el olvido; como prácticamente están hoy en el olvido dos de los más grandes españoles: Blas de Lezo y Antonio Gutiérrez.

No ocurre así en el resto de los países. Ahí tenemos, a guisa de ejemplo, el caso de Inglaterra. Es de conocimiento universal, incluso en España, que la Armada invencible fue abatida por Inglaterra y, de igual manera, es de conocimiento público que la batalla de Trafalgar (Cádiz) contra la flota franco-española la ganaron los ingleses bajo el mando del Almirante Horacio Nelson. Lo más notorio no ha sido el que los ingleses ganasen en ambas oportunidades, sino que todavía hoy en día, cada ciudadano británico lo sabe y además, ¡también lo sabemos nosotros!

Con temor y temblor tuve el atrevimiento, días atrás de preguntar a varios chavales de nuestros Institutos me dijesen quienes eran Blas de Lezo y Antonio Gutiérrez. Algunos tuvieron la dignidad de contestarme que no sabían nada de aquellos señores. Otros, más atrevidos contestaron tantas estupideces que el pudor me impide extenderme en ello. Curiosamente, eso si, habían oído hablar “lo de la Armada Invencible y la Batalla de Trafalgar” Este es el resultado para un país que se vende y de otro, nuestra España, que no se vende. Como la ocasión la pintan calva, y desconociendo querido lector, el conocimiento que puedas tener de la historia de España aprovecho y resumo diciendo que:

A Blas de Lezo Olavarrieta, Comandante General de Cartagena de Indias, le tocó defender esa plaza (1741) del mayor ataque realizado, en toda su historia, por la flota inglesa y bajo el mando del almirante inglés Edward Vernon. En ese entonces la flota inglesa, fue la agrupación de buques de guerra más grande que había surcado los mares (2.000 cañones dispuestos en 186 barcos, entre navíos de guerra, fragatas, brulotes y buques de transporte, y 23.600 combatientes entre marinos, soldados y esclavos de Jamaica, más 4.000 reclutas de Virginia (Estados Unidos) bajo las órdenes de Lawrence Washington, medio hermano del futuro Presidente George Washington). En la historia mundial esa flota solo ha sido superada por aquella que atacó a Normandía, el famoso dia "D" durante la Segunda Guerra Mundial. A pesar de ello, Blas de Lezo, con sólo seis navíos, 2.830 hombres y con mucha imaginación asi como experiencia (Había estado ya en 22 batallas), logró que el sitio de Cartagena de Indias fuese una de las más grandes victorias para España. El Rey de Inglaterra, Jorge II, profundamente humillado, prohibió hablar de ella o que se escribieran crónicas alusivas; como si nunca hubiese ocurrido, pero con ella, Blas de Lezo aseguró el dominio español en los mares durante más de medio siglo hasta que lo perdió en Trafalgar.

Por otra parte, a Antonio Gutiérrez de Otero y Santayana le cabe el honor de haber repelido en 1797 el ataque de la Marina Británica a la isla de Tenerife bajo el mando del contralmirante Nelson, el mismo que después ganó en Trafalgar. En esa oportunidad la flota inglesa estaba formada por siete navíos y fragatas y un total de 900 hombres como tropas de desembarco, mientras que en las Canarias carecían de unidades militares, y la defensa corría a cargo de milicias formadas por los propios vecinos, que bajo el mando de Gutiérrez repelieron el asalto en el cual la escuadra británica fue vencida dejando un saldo de 226 muertos y 123 heridos, entre los que se encontraba el propio Nelson, que perdió un brazo por bala de cañón y para intentar salvar un poco su prestigio afirmó haberse enfrentado a unas fuerzas de unos 8.000 hombres.

En la memoria de todos los turistas que han visitado Londres vive la imagen de la Plaza de Trafalgar con la estatua del Almirante Nelson en el ápice de una larga columna. En toda España solo hay un pequeño busto de Antonio Gutiérrez en Tenerife, ese gran español que venció a Nelson y le dejó manco. Y de Blas de Lezo no existe ninguna. La única que existe la podemos contemplar en la otrora Cartagena de Indias, (Colombia). Ellos, los ingleses, no solo conocen su historia sino que además hacen la suficiente propaganda mediante, plazas, monumentos, calles, festividades... y si hace falta, eliminan, absurdamente, los capítulos pocos favorables. No sé por qué me da por pensar que en nuestro país parece que se quiere eliminar toda la Historia, es decir, a España.

Es una mera impresión...
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NOTA: En la Imágen Blas de Lezo y un cuadro sobre el sitio de Tenerife
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"Bloody Henry" vs. "Bloody Mary" o de cómo se manipula la Historia...

Aunque parezca extraño la figura del Rey Enrique VIII no es recordada con la misma malignidad que la de nuestra María I Tudor en el entorno Británico. De ese rey, además de haber encontrado los argumentos suficientes para decapitar a 2 de sus esposas (Ana Bolena y Catalina de Howrad) y poder enviar a la muerte a Tomás Moro y al Cardenal Fisher, debemos recordar que su política de persecución a los católicos en Irlanda, por ejemplo, fue tan exitosa que solo dos monjes dominicos se salvaron de ser ejecutados de los más de 1000 que en ese momento existían. Además, cualquier persona que tomara algún oficio en la Iglesia Anglicana o en el Estado (esto continúa vigente) era forzado a tomar el “Juramento de Supremacía” con la previa advertencia de que violar ese juramento significaba la horca o el desmembramiento corporal.

Puestos en números, las sentencias de los juicios por herejía durante el reinado de Maria I llevaron a la muerte a 273 protestantes una cantidad bastante menor a los miles de católicos asesinados bajo el reinado de Enrique VIII y con la salvedad de que María comenzó a ver, con mucho dolor de su parte, que estos actos crematorios que buscaban arrancar de raíz la herejía protestante no estaban dando el resultado deseado. En vez de traer gente de vuelta al redil de la Iglesia Católica las ejecuciones estaban creando además de humo, resentimiento y rebelión. No siempre “La Iglesia que ilumina es la que arde” como arengaba el anarquista español Buenaventura Durruti

La única alegría de María se centraría en su matrimonio con nuestro Felipe II y la esperanza de alumbrar un heredero católico para Inglaterra. Eso no ocurrió y dado que la historia, y principalmente todo lo tocante a España suele ser escrito con las típicas connotaciones de la “leyenda negra”, Enrique VIII es hoy recordado como el “Reformador de Inglaterra” pero nunca como un rey sangriento, “honor” que sólo le tocó, históricamente, a María Tudor o "Bloody Mary".

Curiosamente esta pugnacidad católico-protestante sigue vigente en las brumosas Islas Británicas. ¡Qué fracaso! Ni Maria vio el establecimiento del catolicismo en Inglaterra ni Enrique VIII tuvo el heredero varón que tanto buscó. Para colmo quien le sucede en el trono es la hija de Catalina de Aragón de cuyo matrimonio nació todo este desaguisado histórico. Como dice la primera ley de Murphy: “Si algo puede salir mal, saldrá mal”


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25 febrero 2011

María Tudor, Reina de Inglaterra y nieta de los Reyes Católicos

María Tudor, Reina de Inglaterra, era nieta de los Reyes Católicos Fernando e Isabel. Muy al contrario de lo que pudiera pensarse, su vida estuvo marcada, desde un principio, por la fatalidad, la desmoralización, el rencor y la humillación. Una sombra funesta oscureció la vida conyugal de sus padres, Enrique VIII y Catalina de Aragón. A pesar de que el rey deseaba un heredero varón (con el objetivo de consolidar su trono y la dinastía Tudor), no logró obtenerlo. En seis ocasiones durante los 18 años que duró el matrimonio, solo sobrevivió ella, María, la futura Reina de Inglaterra y de España. Once años después del nacimiento de María y al no poder garantizar su descendencia por la vía de un hijo varón, Enrique VIII pidió a Roma la anulación de su matrimonio con Catalina, la hija de los Reyes Católicos. El Papa Clemente VII se negó, y Enrique VIII rompiendo con la Iglesia Católica optó por contraer matrimonio con Ana Bolena. De esa unión nació la futura Isabel I de Inglaterra.


La separación de sus padres le ocasionó a María Tudor un gran pesar el cual nunca pudo superar en su vida y frente al dilema de seguir el anglicanismo de su padre o el catolicismo de su madre, se decidió por esta última. En 1533 tuvo que renunciar al título de princesa y un año después una nueva ley del Parlamento inglés la despojaba de la sucesión en favor de la princesa Isabel. María, por su parte, continuó apoyando a su madre que nunca renunció al título real y fue confinada sucesivamente en Ampthill, en Buckden y en el castillo de Kimbolton, donde murió el 7 de enero de 1536, a la edad de 50 años.


Ante la posición religiosa adoptada por Inglaterra, los acontecimientos no se hicieron esperar: la Torre de Londres se llenó de prisioneros que desobedecían el régimen impuesto defendiendo el catolicismo y proclamando como Reina a Catalina. La ejecución de Ana Bolena en 1536 mitigó el ambiente enrarecido generado por el divorcio de Catalina y la separación de Roma, pero la nueva esposa de Enrique VIII, Juana Seymour, logró que María capitulara y jurara las nuevas leyes religiosas, con la consecuente marginación de la joven Isabel. Fruto del matrimonio entre Enrique VIII y Juana Seymour nació Eduardo, que fue designado el heredero de la corte. Pero Eduardo VI murió en 1553 y María ocupó el trono manteniendo su catolicismo; un gesto que generó nuevas esperanzas entre los católicos ingleses.


María se enamoró de su primo segundo Felipe II (hijo de Carlos I de España y V de Alemania) y tras muchas dificultades finalmente el Parlamento aprobó la boda en abril de 1554. El matrimonio transcurrió en un clima sosegado entre abril de 1554 y 1555, pero entonces María emprendió una feroz represión contra todos aquellos contrarios a la reinstauración del catolicismo, condenando a la hoguera a 273 personas calificadas como herejes, dando pie con ello a que pasara a la historia con apodo de Bloody Mary, «la sangrienta María». ¿Por qué María Tudor actuó de esa manera? La respuesta es tema que explicaré en otra de mis notas.




Nota: Una abundante información sobre la vida de María Tudor se puede obtener visitando este web site:

http://home.earthlink.net/~elisale/index.html