21 mayo 2006

ALITER

Queridos todos:

Cuando estudiaba la Gramática en el Colegio utilizábamos el libro de G.M. Bruño. En el aprendí que los cánones gramaticales establecen que una carta había que comenzarla deseando y esperando la buena salud y el bienestar general de todos aquellos a quienes va dirigida. Pues eso, y para que veáis mi docilidad y apego a las reglas nacidas con Antonio de Lebrija, cumplo lo propio manifestándoles mi deseo y esperanza de que todos tengáis, al recibo de la presente, una excelente salud física, económica y espiritual que es resultado, ésta última, de las dos anteriores. ¡Qué bien he quedao!

Acto seguido, narrar el tema de la misma, que en la mayoría de los casos son los acontecimientos personales y familiares para mantener “al día” al resto de la familia y que algunos más desvergonzados también aprovechan para pedir prestado a algún familiar. He querido en esta colectiva ceñirme a ello y por eso comienzo diciendo:

Esta semana ha sido harto llena en eventos. En primer lugar, la cocina de nuestra casa está sufriendo una profunda transformación de ampliación, pues le estamos anexando un importante espacio exterior antes no utilizado. Y os podréis imaginar la cantidad de polvo que este tipo de aventuras hormigonadas ocasionan. Aunque, bueno es advertirlo, la mayor polvareda la ocasionó nuestro querido vecino quien puso el grito al cielo cuando se percató que habíamos tocado una columna común. Cuando hablé con él entré en pánico ante la artillería de argumentos y razones que me lanzó, entre ellos, que la casa pierde valor debido a que la vida útil de la misma se acorta; que le estaba impidiendo la posibilidad de él hacer lo mismo en el futuro, que si yo colocaba en ese punto un peso grande como el de una caja fuerte (¡?) entonces no resistiría; que el frente de su casa comenzaría a sufrir preocupantes agrietamientos; etc... Dado el respeto y autoridad que Oscar le inspira, se me ocurrió invitarle a mi casa para que diese un diagnostico del caso. El resultado fue que el problema lo tenía yo y no mi vecino. Ninguna de sus angustias tenía validez. Gracias a esta escena, Oscar me advirtió que el trabajo, necesitaba que la viga horizontal fuese soldada a la columna en discusión y además apuntalar con una viga vertical esa esquina que será la que reciba la carga. Y así se hizo. Ya veis, no debemos quejarnos de las sugerencias y reclamos de nuestros vecinos pues sin quererlo hasta nos ayudan.

El sábado pasado nos reunimos, atendiendo una invitación de mi cuñado Gonzalo y su esposa Blanca, que están de visita por los madriles. Los señores Castañeda junto con Anabella, su esposo e hijos también estuvieron presentes. La cita fue en el restaurante “las Tres Encinas” en la calle Preciados de Madrid. Fue un almuerzo muy agradable y para nuestra sorpresa, la mesa de al lado la ocupaba un grupo de venezolanos, de la familia Planchart si mal no recuerdo y por supuesto, ello generó una tanda de saludos y amapuches pues de esa mesa algunos conocían a varios de la nuestra. Todo un hermoso mogollón propio de los integrantes que aún quedamos de aquel glorioso país que se llamó República de Venezuela. Terminada la opípara sesión de comida, nos fuimos a dar un paseo, yo como guía turístico por el Madrid de los Austrias, en donde tuvieron la oportunidad de ver, entre muchas cosas, los frescos de Goya en la Iglesia de San Francisco el Grande y la Catedral de la Almudena que graciosamente ostenta en su interior, una hermosa capilla al fundador del Opus Dei al tiempo que ubica las estatuas de San Ignacio de Loyola, San francisco y San Juan Bosco en su verja exterior limítrofe con la calle de Bailén. La ubicación, en el lenguaje diplomático dice muchísimo. Y la Iglesia es Maestra en Diplomacia...

En su momento, correspondimos a esta grata invitación extendiéndoles una de nuestra parte a los esposos Prato-Muchacho. Nos reunimos en el restaurante la Cúpula de Alcalá de Henares. Recibe este nombre porque se encuentra situado en un antiguo Convento de Capuchinos Franciscanos Descalzos de Santa María Egipciaca, que fue construido en 1618. Su comedor principal ocupa la capilla y los otros dos comedores se encuentran en la sacristía y en la nave lateral. Desde luego, un precioso marco histórico y arquitectónico que nos acompañó mientras degustamos su exquisita comida. De allí, y repitiendo la experiencia de Madrid, les llevé a un paseo turístico por la Ciudad patrimonio de la Humanidad en donde destacó la visita a la Antigua Universidad, el museo Arqueológico y la judería o Calle Mayor en donde merendamos antes de llevarles de regreso a Madrid.

Esta semana hemos descubierto Navalcarnero, pueblo situado en el extremo oeste de la Comunidad de Madrid. Este pueblo, limítrofe con Segovia y hermanado con esa ciudad guarda en sus edificios, iglesias y monumentos un agradable sabor de antigüedad. Fue fundado en 1499 y obtuvo de Felipe IV, el título de "Villa Real" en agradecimiento por haber acogido su boda con doña Mariana de Austria. Este pueblo tiene gracias a los jesuitas una relación histórica con Alcalá de Henares, pues Pío IV otorgó la Bula de la anexión de la Iglesia Parroquial permitiendo con ello a los jesuitas construir un Colegio en Navalcarnero, dependiente del Colegio Máximo de Alcalá de Henares, pero fue tras la Bula concedida por San Pío V que los jesuitas toman posesión del lugar donde se levantaría el Colegio de la Compañía de Jesús que no fue otro que el cementerio de la Iglesia Parroquial. A este nuevo Colegio se trasladó el noviciado de los jesuitas del Colegio de Alcalá de Henares. Asimismo, al crearse el obispado de Madrid-Alcalá como desmembración de la archidiócesis de Toledo, Navalcarnero se convierte en cabeza de arciprestazgo de la nueva sede. El motivo de nuestra visita a Navalcarnero fue de prospección para una posible segunda Guardería. De esa manera nosotros, muy humildemente, ¡mira tu por donde! relacionaríamos, en caso que prospere nuestro proyecto, nuevamente a la Villa Real de Navalcarnero con Alcalá de Henares. ¡Qué cosas tiene la vida...!

Con tanto ajetreo no podía faltarnos una Opera. En esta oportunidad fuimos al Teatro Real a ver “Die Entführung Aus Dem Serail” (El Rapto en el Serrallo) de Mozart. Como de costumbre nos fuimos con la debida anticipación para tomar café en el Café de Oriente y de allí a la función. Con nosotros fue nuestra hija Isabel. Para ella fue la primera Opera que ve en su vida y para alegría mía, quedó muy bien impresionada. La Opera es desde luego un bello espectáculo.

Y hablando de lo bello, viene a cuento con todo ese revuelo del “Código da Vinci” Libro que no he leído y que me temo no voy a leer. ¿Por qué nos parece algo bello? ¿Existe una ley en la naturaleza o es mero subjetivismo del mono demente? Es un tema apasionante que ha ocupado a filósofos, matemáticos y artistas. Egipcios, griegos y más tarde en el Renacimiento, los artistas y pensadores, en un intento por comprender la Belleza del Universo, procuraron encontrar los cánones de las perfectas proporciones: medir y convertir en números el sutil equilibrio entre las partes y el todo. Pitágoras entendía la armonía como la unidad de las diversidades y la integración de las diferencias.

Hagamos un experimento: En un papel dibuja una línea recta de la dimensión que quieras. Después divídela en dos partes desiguales de tal forma que los dos segmentos te resulten equilibrados y proporcionalmente agradables. Si después mides cada segmento podrás verificar que el menor es aproximadamente el 62 % del tamaño del mayor. ¿Por qué? Pues no se sabe. Esto lo han tratado de explicar mediante el concepto de “La Proporción Divina” o “Numero de Oro”

El número de oro se representa por la letra griega (fi) en honor a Fidias, arquitecto del Partenón de Atenas. Fue Euclides quien introdujo la división de un segmento cumpliendo estas condiciones y lo definió así: “Se dice que un segmento está dividido en media y extrema razón cuando el segmento total es a la parte mayor como la parte mayor es a la menor.” O dicho de otra forma: dos valores A y B están en la proporción de oro si A + B es a A lo mismo que A es a B". Para ello parte de un cuadrado y divide en dos uno de sus lados. Ese punto lo une mediante una línea al vértice del ángulo opuesto, el tamaño de esta línea se añade al cuadrado a partir del punto medio establecido y se formara el lado mayor del rectángulo “divinamente proporcionado” Esa línea no es otra cosa que la hipotenusa del triangulo formado por el punto medio del cuadrado y las dos esquinas opuestas y su valor: La media de sumarle 1 a la raíz cuadrada de 5, es decir: 1,618034... ¡Bingo el número de Oro! Número irracional e infinito pues sus decimales nunca terminan. El Partenón muestra este número miles de veces.

Curiosamente, ésta proporción, considerada como la más armoniosa para la sensibilidad humana, se corresponde con las proporciones que nos presenta la naturaleza. La misma relación la encontramos entre las diferentes medidas de la cara; entre la anchura de la nariz y de la boca, o entre las distancias comprendidas desde el pelo de la frente hasta la base de la nariz y entre ésta y la barbilla, etc., También se observa en las ramas de los árboles, en los cristales minerales, en las conchas marinas, como en la espiral del nautilus... y más comúnmente, la podemos ver en la relación entre los ejes mayor y menor de un huevo de gallina. Deducimos de estas sorprendentes "coincidencias" que nuestra sensibilidad está condicionada ancestralmente por unas proporciones presentes en la naturaleza. Fruto de la observación humana a través de los tiempos, estas relaciones se han transformado en arquetipos, se han estereotipado. Por lo tanto, dada esta proporción, podemos entender que nuestra percepción de lo bello está supeditada a la armonía de las medidas, y explica que, a pesar de lo relativo del concepto de belleza, podamos considerar la existencia de algo próximo a la belleza absoluta.

El ideal clásico de la belleza era el hombre perfecto. Leonardo da Vinci establece el centro corporal en el ombligo, (hombre de Vitrubio) que divide al cuerpo en dos partes cuya relación también cumple la regla de la Divina Proporción. El rostro puede ser dividido en tres partes iguales, superior, media e inferior, correspondiéndose con la frente, la nariz y la boca. La oreja tiene la misma inclinación que la nariz y al mismo tiempo, oreja y nariz tienen la misma longitud que el dedo pulgar. El espacio comprendido entre los dos ojos equivale al tamaño del ojo, que a su vez, se corresponde con el tamaño de la base de la nariz. ¡Siempre presente la proporción divina! Seguiremos este tema en la próxima colectiva. Ya veo que no puedo escribir una carta “normal”. Abrazos para mis queridos lectores. Agur.


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TITULO: De otro modo

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