02 octubre 2007

BOLIVAR SECUNDUM CAROLO MARX

BOLÍVAR Y PONTE, Simón, el "Libertador" de Colombia, nació el 24 de julio de 1783 en Caracas y murió en San Pedro, cerca de Santa Marta, el 17 de diciembre de 1830. Descendía de una de las familias mantuanas, que en la época de la dominación española constituían la nobleza criolla en Venezuela. Con arreglo a la costumbre de los americanos acaudalados de la época, se le envió Europa a la temprana edad de 14 años. De España pasó Francia y residió por espacio de algunos años en París. En 1802 se casó en Madrid y regresó a Venezuela, donde su esposa falleció repentinamente de fiebre amarilla. Luego de este suceso se trasladó por segunda vez a Europa y asistió en 1804 a la coronación de Napoleón como emperador, hallándose presente, asimismo, cuando Bonaparte se ciñó la corona de hierro de Lombardía. En 1809 volvió a su patria y, pese a las instancias de su primo José Félix Ribas, rehusó adherirse a la revolución que estalló en Caracas el 19 de abril de 1810. Pero, con posterioridad a ese acontecimiento, aceptó la misión de ir a Londres para comprar armas y gestionar la protección del gobierno británico. El marqués de Wellesley, a la sazón ministro de relaciones exteriores, en apariencia le dio buena acogida, pero Bolívar no obtuvo más que la autorización de exportar armas abonándolas al contado y pagando fuertes derechos. A su regreso de Londres se retiró a la vida privada, nuevamente, hasta que en septiembre de 1811 el general Miranda, por entonces comandante en jefe de las fuerzas rectas de mar y tierra, lo persuadió de que aceptara el rango de teniente coronel en el estado mayor y el mando de Puerto Cabello, la principal plaza fuerte de Venezuela.

Cuando los prisioneros de guerra españoles, que Miranda enviaba regularmente a Puerto Cabello para mantenerlos encerrados en la ciudadela, lograron atacar por sorpresa la guardia y la dominaron, apoderándose de la ciudadela, Bolívar, aunque los españoles estaban desarmados, mientras que él disponía de una fuerte guarnición y de un gran arsenal, se embarcó precipitadamente por la noche con ocho de sus oficiales, sin poner al tanto de lo ocurría ni a sus propias tropas, arribó al amanecer a Guaira y se retiró a su hacienda de San Mateo. Cuando la guarnición se enteró de la huida de su comandante, abandonó en buen orden la plaza, a la que ocupa de inmediato los españoles al mando de Monteverde. Este acontecimiento inclinó la balanza a favor de España y forzó a Miranda a suscribir, el 26 de julio de 1812, por encargo del congreso, el tratado de La Victoria, que sometió nuevamente a Venezuela al dominio español. El 30 de julio llegó Miranda a La Guaira, con la intención embarcarse en una nave inglesa. Mientras visitaba al coronel Manuel María Casas, comandante de la plaza, se encontró con un grupo numeroso, en el que se contaban don Miguel Peña y Simón Bolívar, que lo convencieron de que se quedara, por lo menos una noche, en la residencia de Casas. A las dos de la madrugada, encontrándose Miranda profundamente dormido, Casas, Peña y Bolívar se introdujeron en su habitación con cuatro soldados armados, se apoderaron precavidamente de su espada y su pistola, lo despertaron y con rudeza le ordenaron que se levantara y vistiera, tras lo cual lo engrillaron y entregaron a Monteverde. El jefe español lo remitió a Cádiz, donde Miranda, encadenado, murió después de varios años de cautiverio. Ese acto, para cuya justificación se recurrió al pretexto de que Miranda había traicionado a su país la capitulación de La Victoria, valió a Bolívar el especial favor de Monteverde, a tal punto que cuando el primero le solicitó su pasaporte, el jefe español declaró: "Debe satisfacerse el pedido del coronel Bolívar, como recompensa al servicio prestado al rey de España con la entrega de Miranda".

Se autorizó así a Bolívar a que se embarcara con destino a Curazao, donde permaneció seis semanas. En compañía de su primo Ribas se trasladó luego a la pequeña república de Cartagena. Ya antes de su arribo habían huido a Cartagena gran cantidad de soldados, ex combatientes a las órdenes del general Miranda. Ribas les propuso emprender una expedición contra los españoles en Venezuela y reconocer a Bolívar como comandante en jefe. La primera propuesta recibió una acogida entusiasta; la segunda fue resistida, aunque finalmente accedieron, a condición de que Ribas fuera el lugarteniente de Bolívar. Manuel Rodríguez-Thorices, el presidente de la república de Cartagena, agregó a los 300 soldados así reclutados para Bolívar otros 500 hombres al mando de su primo Manuel Castillo. La expedición partió a comienzos de enero de 1813. Habiéndose producido rozamientos entre Bolívar y Castillo respecto a quién tenía el mando supremo, el segundo se retiró súbitamente con sus granaderos. Bolívar, por su parte, propuso seguir el ejemplo de Castillo y regresar a Cartagena, pero al final Ribas pudo persuadirlo de que al menos prosiguiera en su ruta hasta Bogotá, en donde a la sazón tenía su sede el Congreso de Nueva Granada. Fueron allí muy bien acogidos, se les apoyó de mil maneras y el congreso los ascendió al rango de generales. Luego de dividir su pequeño ejército en dos columnas, marcharon por distintos caminos hacia Caracas. Cuanto más avanzaban, tanto más refuerzos recibían; los crueles excesos de los españoles hacían las veces, en todas partes, de reclutadores para el ejército independentista. La capacidad de resistencia de los españoles estaba quebrantada, de un lado porque las tres cuartas partes de su ejército se componían de nativos, que en cada encuentro se pasaban al enemigo; del otro debido a la cobardía de generales tales como Tízcar, Cajigal y Fierro, que a la menor oportunidad abandonaban a sus propias tropas. De tal suerte ocurrió que Santiago Mariño, un joven sin formación, logró expulsar de las provincias de Cumaná y Barcelona a los españoles, al mismo tiempo que Bolívar ganaba terreno en las provincias occidentales. La única resistencia seria la opusieron los españoles a la columna de Ribas, quien no obstante derrotó al general Monteverde en Los Taguanes y lo obligó a encerrarse en Puerto Cabello el resto de sus tropas.

Cuando el gobernador de Caracas, general Fierro, tuvo noticias de que se acercaba Bolívar, le envió parlamentarios para ofrecerle una capitulación, la que se firmó en La Victoria. Pero Fierro, invadido por un pánico repentino y sin aguardar el regreso de sus propios emisarios, huyó secretamente por la noche y dejó a más de 1.500 españoles librados a la merced del enemigo. A Bolívar se le tributó entonces una entrada apoteótica. De pie, en un carro de triunfo, al que arrastraban doce damiselas vestidas de blanco y ataviadas con los colores nacionales, elegidas todas ellas entre las mejores familias caraqueñas, Bolívar, la cabeza descubierta y agitando un bastoncillo en la mano, fue llevado en una media hora desde la entrada la ciudad hasta su residencia. Se proclamó "Dictador y Libertador de las Provincias Occidentales de Venezuela" ---Mariño había adoptado el título de "Dictador de las Provincias Orientales"–--, creó la "Orden del Libertador", formó un cuerpo de tropas escogidas a las que denominó guardia de corps y se rodeó de la pompa propia de una corte. Pero, como la mayoría de sus compatriotas, era incapaz de todo esfuerzo de largo aliento y su dictadura degeneró pronto en una anarquía militar, en la cual asuntos más importantes quedaban en manos de favoritos que arruinaban las finanzas públicas y luego recurrían a medios odiosos para reorganizarlas. De este modo el novel entusiasmo popular se transformó en descontento, y las dispersas fuerzas del enemigo dispusieron de tiempo para rehacerse. Mientras que a comienzos de agosto de 1813 Monteverde estaba encerrado en la fortaleza de Puerto Cabello y al ejército español sólo le quedaba una angosta faja de tierra en el noroeste de Venezuela, apenas tres meses después el Libertador había perdido su prestigio y Caracas se hallaba amenazada por la súbita aparición en sus cercanías de los españoles victoriosos, al mando de Boves. Para fortalecer su poder tambaleante Bolívar reunió, el 1de enero de 1814, una junta constituida por los vecinos caraqueños más influyentes y les manifestó que no deseaba soportar más tiempo el fardo de la dictadura. Hurtado de Mendoza, por su parte, fundamentó en un prolongado discurso "la necesidad de que el poder supremo se mantuviese en las manos del general Bolívar hasta que el Congreso de Nueva Granada pudiera reunirse y Venezuela unificarse bajo un solo gobierno". Se aprobó esta propuesta y, de tal modo, la dictadura recibió una sanción legal.

Durante algún tiempo se prosiguió la guerra contra los españoles, bajo la forma de escaramuzas, sin que ninguno de los contrincantes obtuviera ventajas decisivas. En junio de 1814 Boves, tras concentrar sus tropas, marchó de Calabozo hasta La Puerta, donde los dos dictadores, Bolívar y Mariño, habían combinado sus fuerzas. Boves las encontró allí y ordenó a sus unidades que las atacaran sin dilación. Tras una breve resistencia, Bolívar huyó a Caracas, mientras que Mariño se escabullía hacia Cumaná. Puerto Cabello y Valencia cayeron en las manos de Boves, que destacó dos columnas (una de ellas al mando del coronel González) rumbo a Caracas, por distintas rutas. Ribas intentó en vano contener el avance de González. Luego de la rendición de Caracas a este jefe, Bolívar evacuó a La Guaira, ordenó a los barcos surtos en el puerto que zarparan para Cumaná y se retiró con el resto de sus tropas hacia Barcelona. Tras la derrota que Boves infligió a los insurrectos en Araguita, el 8 de agosto de 1814, Bolívar abandonó furtivamente a sus tropas, esa misma noche, para dirigirse apresuradamente y por atajos hacia Cumaná, donde pese a las airadas protestas de Ribas se embarcó de inmediato en el "Bianchi", junto con Mariño y otros oficiales. Si Ribas, Páez y los demás generales hubieran seguido a los dictadores en su fuga, todo se habría perdido. Tratados como desertores a su arribo a Juan Griego, isla Margarita, por el general Arismendi, quien les exigió que partieran, levaron anclas nuevamente hacia Carúpano, donde, habiéndolos recibido de manera análoga el coronel Bermúdez, se hicieron a la mar rumbo a Cartagena. Allí a fin de cohonestar su huida, publicaron una memoria de justificación, henchida de frases altisonantes.

Habiéndose sumado Bolívar a una conspiración para derrocar al gobierno de Cartagena, tuvo que abandonar esa pequeña república y seguir viaje hacia Tunja, donde estaba reunido el Congreso de la República Federal de Nueva Granada. La provincia de Cundinamarca, en ese entonces, estaba a la cabeza de las provincias independientes que se negaban a suscribir el acuerdo federal neogranadino, mientras que Quito, Pasto, Santa Marta y otras provincias todavía se hallaban en manos de los españoles. Bolívar, que llegó el 22 de noviembre de 1814 a Tunja, designado por el congreso comandante en jefe de las fuerzas armadas federales y recibió la doble misión de obligar al presidente de la provincia de Cundinamarca a reconociera la autoridad del congreso y de marchar luego sobre Santa Marta, el único puerto de mar fortificado granadino aún en manos de los españoles. No presentó dificultades el cumplimiento del primer cometido, puesto que Bogotá, la capital de la provincia desafecta, carecía de fortificaciones. Aunque la ciudad había capitulado, Bolívar permitió a sus soldados que durante 48 horas la saquearan. En Santa Marta el general español Montalvo, disponía tan sólo de una débil guarnición de 200 hombres y de una plaza fuerte en pésimas condiciones defensivas, tenía apalabrado ya un barco francés para asegurar su propia huida; los vecinos, por su parte, enviaron un mensaje a Bolívar participándole que, no bien apareciera, abrirían las puertas de la ciudad y expulsarían a la guarnición. Pero en vez de marchar contra los españoles de Santa Marta, tal como se lo había ordenado el congreso, Bolívar se dejó arrastrar por su encono contra Castillo, el comandante de Cartagena, y actuando por su propia cuenta condujo sus tropas contra esta última ciudad, parte integral de la República Federal. Rechazado, acampó en Popa, un cerro situado aproximadamente a tiro de cañón de Cartagena. Por toda batería emplazó un pequeño cañón, contra una fortaleza artillada con unas 80 piezas. Pasó luego del asedio al bloqueo, que duró hasta comienzos de mayo, sin más resultado que la disminución de sus efectivos, por deserción o enfermedad, de 2.400 a 700 hombres. En el ínterin una gran expedición española comandada por el general Morillo y procedente de Cádiz había arribado a la isla Margarita, el 25 de marzo de 1815. Morillo destacó de inmediato poderosos refuerzos a Santa Marta y poco después sus fuerzas se adueñaron de Cartagena. Previamente, empero, el 10 de mayo 1815, Bolívar se había embarcado con una docena de oficiales en un bergantín artillado, de bandera británica, rumbo a Jamaica. Una vez llegado a este punto de refugio publicó una nueva proclama, en la que se presentaba como la víctima de alguna facción o enemigo secreto y defendía su fuga ante los españoles como si se tratara una renuncia al mando, efectuada en aras de la paz pública.

Durante su estada de ocho meses en Kingston, los generales que había dejado en Venezuela y el general Arismendi en la isla Margarita presentaron una tenaz resistencia las armas españolas. Pero después que Ribas, a quién Bolívar debía su renombre, cayera fusilado por los españoles tras la toma de Maturín, ocupó su lugar un hombre de condiciones militares aun más relevantes. No pudiendo desempeñar, por su calidad de extranjero, un papel autónomo en la revolución sudamericana, este hombre decidió entrar al servicio de Bolívar. Se trataba de Luís Brion. Para prestar auxilios a los revolucionarios se había hecho a la mar en Londres, rumbo a Cartagena, con una corbeta de 24 cañones, equipada en gran parte a sus propias expensas y cargada con 14.000 fusiles y una gran cantidad de otros pertrechos. Habiendo llegado demasiado tarde y no pudiendo ser útil a los rebeldes, puso proa hacia Cayos, en Haití, adonde muchos emigrados patriotas habían huido tras la capitulación de Cartagena. Entretanto Bolívar se había trasladado también a Puerto Príncipe donde, a cambio de su promesa de liberar a los esclavos, el presidente haitiano Pétion le ofreció un cuantioso apoyo material para una nueva expedición contra los españoles de Venezuela. En Los Cayos se encontró con Brion y los otros emigrados y en una junta general se propuso a sí mismo como jefe de la nueva expedición, bajo la condición de que, hasta la convocatoria de un congreso general, él reuniría en sus manos los poderes civil y militar. Habiendo aceptado la mayoría esa condición, los expedicionarios se hicieron a la mar el 16 de abril de 1816 con Bolívar como comandante y Brion en calidad de almirante. En Margarita, Bolívar logró ganar para su causa a Arismendi, el comandante de la isla, quien había rechazado a los españoles a tal punto que a éstos sólo les restaba un único punto de apoyo, Pampatar. Con la formal promesa de Bolívar de convocar un congreso nacional en Venezuela no bien se hubiera hecho dueño del país, Arismendi hizo reunir una junta en la catedral de Villa del Norte y proclamó públicamente a Bolívar jefe supremo de las repúblicas de Venezuela y Nueva Granada. El 31 de mayo de 1816 desembarcó Bolívar en Carúpano, pero no se atrevió a impedir que Mariño y Piar se apartaran de él y efectuaran, por su propia cuenta, una campaña contra Cumaná. Debilitado por esta separación y siguiendo los consejos de Brion se hizo a la vela rumbo a Ocumare [de la Costa], adonde arribó el 3 de julio de 1816 con 13 barcos, de los cuales sólo 7 estaban artillados. Su ejército se componía tan sólo de 650 hombres, que aumentaron a 800 por el reclutamiento de negros, cuya liberación había proclamado. En Ocumare difundió un nuevo manifiesto, en el que prometía "exterminar a los tiranos" y "convocar al pueblo para que designe sus diputados al congreso. Al avanzar en dirección a Valencia, se topó, no lejos de Ocumare, con el general español Morales, a la cabeza de unos 200 soldados y 100 milicianos. Cuando los cazadores de Morales dispersaron la vanguardia de Bolívar, éste, según un testigo ocular, perdió "toda presencia de ánimo y sin pronunciar palabra, en un santiamén volvió grupas y huyó a rienda suelta hacia Ocumare, atravesó el pueblo a toda carrera, llegó a la bahía cercana, saltó del caballo, se introdujo en un bote y subió a bordo del « Diana», dando orden a toda la escuadra de que lo siguiera a la pequeña isla de Bonaire y dejando a todos sus compañeros privados del menor auxilio". Los reproches y exhortaciones de Brion lo indujeron a reunirse a los demás jefes en la costa de Cumaná; no obstante, como lo recibieron inamistosamente y Piar lo amenazó con someterlo a un consejo de guerra por deserción y cobardía, sin tardanza volvió a partir rumbo a Los Cayos. Tras meses y meses de esfuerzos, Brion logró finalmente persuadir a la mayoría de los jefes militares venezolanos -que sentían la necesidad de que hubiera un centro, aunque simplemente fuese nominal- de que llamaran una vez más a Bolívar como comandante en jefe, bajo la condición expresa de que convocaría al congreso y no se inmiscuiría en la administración civil. El 31 de diciembre de 1816 Bolívar arribó a Barcelona con las armas, municiones y pertrechos proporcionados por Pétion. El 2 de enero de 1817 se le sumó Arismendi, y el día 4 Bolívar proclamó la ley marcial y anunció que todos los poderes estaban en sus manos. Pero 5 días después Arismendi sufrió un descalabro en una emboscada que le tendieran los españoles, y el dictador huyó a Barcelona. Las tropas se concentraron nuevamente en esa localidad, adonde Brion le envió tanto armas como nuevos refuerzos, de tal suerte que pronto Bolívar dispuso de una nueva fuerza de 1.100 hombres. El 5 de abril los españoles tomaron la ciudad de Barcelona, y las tropas de los patriotas se replegaron hacia la Casa de la Misericordia, un edificio sito en las afueras. Por orden de Bolívar se cavaron algunas trincheras, pero de manera inapropiada para defender contra un ataque serio una guarnición de 1.000 hombres. Bolívar abandonó la posición en la noche del 5 de abril, tras comunicar al coronel Freites, en quien delegó el mando, que buscaría tropas de refresco y volvería a la brevedad. Freites rechazó un ofrecimiento de capitulación, confiado en la promesa, y después del asalto fue degollado por los españoles, al igual que toda la guarnición.

Piar, un hombre de color, originario de Curazao, concibió y puso en práctica la conquista de la Guayana, a cuyo efecto el almirante Brion lo apoyó con sus cañoneras. El 20 de julio, ya liberado de los españoles todo el territorio, Piar, Brion, Zea, Mariño, Arismendi y otros convocaron en Angostura un congreso de las provincias y pusieron al frente del Ejecutivo un triunvirato; Brion, que detestaba a Piar y se interesaba profundamente por Bolívar, ya que en el éxito del mismo había puesto en juego su gran fortuna personal, logró que se designase al último como miembro del triunvirato, pese a que no se hallaba presente. Al enterarse de ello Bolívar, abandonó su refugio y se presentó en Angostura, donde, alentado por Brion, disolvió el congreso y el triunvirato y los remplazó por un "Consejo Supremo de la Nación", del que se nombró jefe, mientras que Brion y Francisco Antonio Zea quedaron al frente, el primero de la sección militar y el segundo de la sección política. Sin embargo Piar, el conquistador de Guayana, que otrora había amenazado con someter a Bolívar ante un consejo de guerra por deserción, no escatimaba sarcasmos contra el "Napoleón de las retiradas", y Bolívar aprobó por ello un plan para eliminarlo. Bajo las falsas imputaciones de haber conspirado contra los blancos, atentado contra la vida de Bolívar y aspirado al poder supremo, Piar fue llevado ante un consejo de guerra presidido por Brion y, condenado a muerte, se le fusiló el 16 de octubre de 1817. Su muerte llenó a Mariño de pavor. Plenamente consciente de su propia insignificancia al hallarse privado del concurso de Piar, Mariño, en una carta abyectísima, calumnió públicamente a su amigo victimado, se dolió de su propia rivalidad con el Libertador y apeló a la inagotable magnanimidad de Bolívar.

La conquista de la Guayana por Piar había dado un vuelco total a la situación, en favor de los patriotas, pues esta provincia sola les proporcionaba más recursos que las otras siete provincias venezolanas juntas. De ahí que todo el mundo confiara en que la nueva campaña anunciada por Bolívar en una flamante proclama conduciría a la expulsión definitiva de los españoles. Ese primer boletín, según el cual unas pequeñas partidas españolas que forrajeaban al retirarse de Calabozo eran "ejércitos que huían ante nuestras tropas victoriosas", no tenía por objetivo disipar tales esperanzas. Para hacer frente a 4.000 españoles, que Morillo aún no había podido concentrar, disponía Bolívar de más de 9.000 hombres, bien armados y equipados, abundantemente provistos con todo lo necesario para la guerra. No obstante, a fines de mayo de 1818 Bolívar había perdido unas doce batallas y todas las provincias situadas al norte del Orinoco. Como dispersaba sus fuerzas, numéricamente superiores, éstas siempre eran batidas por separado. Bolívar dejó la dirección de la guerra en manos de Páez y sus demás subordinados y se retiró a Angostura. A una defección seguía la otra, y todo parecía encaminarse a un descalabro total. En ese momento extremadamente crítico, una conjunción de sucesos afortunados modificó nuevamente el curso de las cosas. En Angostura Bolívar encontró a Santander, natural de Nueva Granada, quien le solicitó elementos para una invasión a ese territorio, ya que la población local estaba pronta para alzarse en masa contra los españoles. Bolívar satisfizo hasta cierto punto esa petición. En el ínterin, llegó de Inglaterra una fuerte ayuda bajo la forma de hombres, buques y municiones, y oficiales ingleses, franceses, alemanes y polacos afluyeron de todas partes a Angostura. Finalmente, el doctor [Juan] Germán Roscio, consternado por la estrella declinante de la revolución sudamericana, hizo su entrada en escena, logró el valimiento de Bolívar y lo indujo a convocar, para el 15 de febrero de 1819, un congreso nacional, cuya sola mención demostró ser suficientemente poderosa para poner en pie un nuevo ejército de aproximadamente 14.000 hombres, con lo cual Bolívar pudo pasar nuevamente a la ofensiva.

Los oficiales extranjeros le aconsejaron diera a entender que proyectaba un ataque contra Caracas para liberar a Venezuela del yugo español, induciendo así a Morillo a retirar sus fuerzas de Nueva Granada y concentrarlas para la defensa de aquel país, tras lo cual Bolívar debía volverse súbitamente hacia el oeste, unirse a las guerrillas de Santander y marchar sobre Bogotá. Para ejecutar ese plan, Bolívar salió el 24 de febrero de 1819 de Angostura, después de designar a Zea presidente del congreso y vicepresidente de la república durante su ausencia. Gracias a las maniobras de Páez, los revolucionarios batieron a Morillo y La Torre en Achaguas, y los habrían aniquilado completamente si Bolívar hubiese sumado sus tropas a las de Páez y Mariño. De todos modos, las victorias de Páez dieron por resultado la ocupación de la provincia de Barinas, quedando expedita así la ruta hacia Nueva Granada. Como aquí todo estaba preparado por Santander, las tropas extranjeras, compuestas fundamentalmente por ingleses, decidieron el destino de Nueva Granada merced a las victorias sucesivas alcanzadas el 1 y 23 de julio y el 7 de agosto en la provincia de Tunja. El 12 de agosto Bolívar entró triunfalmente a Bogotá, mientras que los españoles, contra los cuales se habían sublevado todas las provincias de Nueva Granada, se atrincheraban en la ciudad fortificada de Mompós.

Luego de dejar en funciones al congreso granadino y al general Santander como comandante en jefe Bolívar marchó hacia Pamplona, donde paso mas de dos meses en festejos y saraos. El 3 de noviembre llego a Mantecal, Venezuela, punto que había fijado a los jefes patriotas para que se le reunieran con sus tropas Con un tesoro de unos 2.000.000 de dólares, obtenidos de los habitantes de Nueva Granada mediante contribuciones forzosas, y disponiendo de una fuerza de aproximadamente 9.000 hombres, un tercio de los cuales eran ingleses, irlandeses, hannoverianos y otros extranjeros bien disciplinados, Bolívar debía hacer frente a un enemigo privado de toda clase de recursos, cuyos efectivos se reducían a 4.500 hombres, las dos terceras partes de los cuales, además, eran nativos y mal podían, por ende, inspirar confianza a los españoles. Habiéndose retirado Morillo de San Fernando de Apure en dirección a San Carlos, Bolívar lo persiguió hasta Calabozo, de modo que ambos estados mayores, enemigos se encontraban apenas a dos días de marcha el uno del otro. Si Bolívar hubiese avanzado con resolución, sus solas tropas europeas habrían bastado para aniquilar a los españoles. Pero prefirió prolongar la guerra cinco años más.

En octubre de 1819 el congreso de Angostura había forzado a renunciar a Zea, designado por Bolívar, y elegido en su lugar a Arismendi. No bien recibió esta noticia, Bolívar marchó con su legión extranjera sobre Angostura, tomó desprevenido a Arismendi, cuya fuerza se reducía a 600 nativos, lo deportó a la isla Margarita e invistió nuevamente a Zea en su cargo y dignidades. El doctor Roscio, que había fascinado a Bolívar con las perspectivas de un poder central, lo persuadió de que proclamara a Nueva Granada y Venezuela como "República de Colombia", promulgase una constitución para el nuevo estado --redactada por Roscio-- y permitiera la instalación de un congreso común para ambos países. El 20 de enero de 1820 Bolívar se encontraba de regreso en San Fernando de Apure. El súbito retiro de su legión extranjera, más temida por los españoles que un número diez veces mayor de colombianos, brindó a Morillo una nueva oportunidad de concentrar refuerzos. Por otra parte, la noticia de que una poderosa expedición a las órdenes de O'Donnell estaba a punto de partir de la Península, levantó los decaídos ánimos del partido español. A pesar de que disponía de fuerzas holgadamente superiores, Bolívar se las arregló para no conseguir nada durante la campaña de 1820. Entretanto llegó de Europa la noticia de que la revolución en la isla de León había puesto violento fin a la programada expedición de O'Donnell. En Nueva Granada, 15 de las 22 provincias se habían adherido al gobierno de Colombia, y a los españoles sólo les restaban la fortaleza de Cartagena y el istmo de Panamá. En Venezuela, 6 de las 8 provincias se sometieron a las leyes colombianas. Tal era el estado de cosas cuando Bolívar se dejó seducir por Morillo y entró con él en tratativas que tuvieron por resultado, el 25 de noviembre de 1820, la concertación del convenio de Trujillo, por el que se establecía una tregua de seis meses. En el acuerdo de armisticio no figuraba una sola mención siquiera a la Republica de Colombia, pese a que el congreso había prohibido, a texto expreso, la conclusión de ningún acuerdo con el jefe español si éste no reconocía previamente la independencia de la república. El 17 de diciembre, Morillo, ansioso de desempeñar un papel en España, se embarcó en Puerto Cabello y delegó el mando supremo en Miguel de La torre; el 10 de marzo de 1821 Bolívar escribió a La torre participándole que las hostilidades se reiniciarían al término de un plazo de 30 días. Los españoles ocupaban una sólida posición en Carabobo, una aldea situada aproximadamente a mitad de camino entre San Carlos y Valencia; pero en vez de reunir allí todas sus fuerzas, La torre sólo había concentrado su primera división, 2.500 infantes y unos 1.500 jinetes, mientras que Bolívar disponía aproximadamente de 6.000 infantes, entre ellos la legión británica, integrada por 1.100 hombres, y 3.000 llaneros a caballo bajo el mando de Páez. La posición del enemigo le pareció tan imponente a Bolívar, que propuso a su consejo de guerra la concertación de una nueva tregua, idea que, sin embargo, rechazaron sus subalternos. A la cabeza de una columna constituida fundamentalmente por la legión británica, Páez, siguiendo un atajo, envolvió el ala derecha del enemigo; ante la airosa ejecución de esa maniobra, La torre fúe el primero de los españoles en huir a rienda suelta, no deteniéndose hasta llegar a Puerto Cabello, donde se encerró con el resto de sus tropas. Un rápido avance del ejército victorioso hubiera producido, inevitablemente, la rendición de Puerto Cabello, pero Bolívar perdió su tiempo haciéndose homenajear en Valencia y Caracas. El 21 de septiembre de 1821 la gran fortaleza de Cartagena capituló ante Santander. Los últimos hechos de armas en Venezuela --el combate naval de Maracaibo en agosto de 1823 y la forzada rendición de Puerto Cabello en julio de 1824-- fueron ambos la obra de Padilla. La revolución en la isla de León, que volvió imposible la partida de la expedición de O'Donnell, y el concurso de la legión británica, habían volcado, evidentemente, la situación a favor de los colombianos. El Congreso de Colombia inauguró sus sesiones en enero de 1821 en Cúcuta; el 30 de agosto promulgó la nueva constitución y, habiendo amenazado Bolívar una vez mas con renunciar, prorrogó los plenos poderes del Libertador. Una vez que éste hubo firmado la nueva carta constitucional, el congreso lo autorizó a emprender la campaña de Quito (1822), adonde se habían retirado los españoles tras ser desalojados del istmo de Panamá por un levantamiento general de la población. Esta campaña, que finalizó con la incorporación de Quito, Pasto y Guayaquil a Colombia, se efectuó bajo la dirección nominal de Bolívar y el general Sucre, pero los pocos éxitos alcanzados por el cuerpo de ejército se debieron íntegramente a los oficiales británicos, y en particular al coronel Sands. Durante las campañas contra los españoles en el Bajo y el Alto Perú --1823-1824-- Bolívar ya no consideró necesario representar el papel de comandante en jefe, sino que delegó en el general Sucre la conducción de la cosa militar y restringió sus actividades a las entradas triunfales, los manifiestos y la proclamación de constituciones. Mediante su guardia de corps colombiana manipuló las decisiones del Congreso de Lima, que el 10 de febrero de 1823 le encomendó la dictadura; gracias a un nuevo simulacro de renuncia, Bolívar se aseguró la reelección como presidente de Colombia. Mientras tanto su posición se había fortalecido, en parte con el reconocimiento oficial del nuevo estado por Inglaterra, en parte por la conquista de las provincias altoperuanas por Sucre, quién unificó a las últimas en una república independiente, la de Bolivia. En este país, sometido a las bayonetas de Sucre, Bolívar dio curso libre a sus tendencias al despotismo y proclamó el Código Boliviano, remedo del Code Napoleón. Proyectaba trasplantar ese código de Bolivia al Perú, y de éste a Colombia, y mantener a raya a los dos primeros estados por medio de tropas colombianas, y al último mediante la legión extranjera y soldados peruanos. Valiéndose de la violencia, pero también de la intriga, de hecho logró imponer, aunque tan sólo por unas pocas semanas, su código al Perú. Como presidente y libertador de Colombia, protector y dictador del Perú y padrino de Bolivia, había alcanzado la cúspide de su gloria. Pero en Colombia había surgido un serio antagonismo entre los centralistas, o bolivistas, y los federalistas, denominación esta última bajo la cual los enemigos de la anarquía militar se habían asociado a los rivales militares de Bolívar. Cuando el Congreso dé Colombia, a instancias de Bolívar, formuló una acusación contra Páez, vicepresidente de Venezuela, el último respondió con una revuelta abierta, la que contaba secretamente con el apoyo y aliento del propio Bolívar; éste, en efecto, necesitaba sublevaciones como pretexto para abolir la constitución y reimplantar la dictadura. A su regreso del Perú, Bolívar trajo además de su guardia de corps 1.800 soldados peruanos, presuntamente para combatir a los federalistas alzados. Pero al encontrarse con Páez en Puerto Cabello no sólo lo confirmó como máxima autoridad en Venezuela, no sólo proclamó la amnistía para los rebeldes, sino que tomó partido abiertamente por ellos y vituperó a los defensores de la constitución; el decreto del 23 de noviembre de 1826, promulgado en Bogotá, le concedió poderes dictatoriales.

En el año 1826, cuando su poder comenzaba a declinar, logro reunir un congreso en Panamá, con el objeto aparente de aprobar un nuevo código democrático internacional. Llegaron plenipotenciarios de Colombia, Brasil, La Plata, Bolivia, México, Guatemala, etc. La intención real de Bolívar era unificar a toda América del Sur en una república federal, cuyo dictador quería ser él mismo. Mientras daba así amplio vuelo a sus sueños de ligar medio mundo a su nombre, el poder efectivo se le escurría rápidamente de las manos. Las tropas colombianas destacadas en el Perú, al tener noticia de los preparativos que efectuaba Bolívar para introducir el Código Boliviano, desencadenaron una violenta insurrección. Los peruanos eligieron al general Lamar presidente de su república, ayudaron a los bolivianos a expulsar del país las tropas colombianas y emprendieron incluso una victoriosa guerra contra Colombia, finalizada por un tratado que redujo a este país a sus límites primitivos, estableció la igualdad de ambos países y separó las deudas públicas de uno y otro. La Convención de Ocaña, convocada por Bolívar para reformar la constitución de modo que su poder no encontrara trabas, se inauguró el 2 de marzo de 1828 con la lectura de un mensaje cuidadosamente redactado, en el que se realzaba la necesidad de otorgar nuevos poderes al ejecutivo. Habiéndose evidenciado, sin embargo, que el proyecto de reforma constitucional diferiría esencialmente del previsto en un principio, los amigos de Bolívar abandonaron la convención dejándola sin quórum, con lo cual las actividades de la asamblea tocaron a su fin. Bolívar, desde una casa de campo situada a algunas millas de Ocaña, publicó un nuevo manifiesto en el que pretendía estar irritado con los pasos dados por sus partidarios, pero al mismo tiempo atacaba al congreso, exhortaba a las provincias a que adoptaran medidas extraordinarias y se declaraba dispuesto a tomar sobre sí la carga del poder si ésta recaía en sus hombros. Bajo la presión de sus bayonetas, cabildos abiertos reunidos en Caracas, Cartagena y Bogotá, adonde se había trasladado Bolívar, lo invistieron nuevamente con los poderes dictatoriales. Una intentona de asesinarlo en su propio dormitorio en Bogotá, de la cual se salvó sólo porque saltó de un balcón en plena noche y permaneció agazapado bajo un puente, le permitió ejercer durante algún tiempo una especie de terror militar. Bolívar, sin embargo, se guardó de poner la mano sobre Santander, pese a que éste había participado en la conjura, mientras que hizo matar al general Padilla, cuya culpabilidad no había sido demostrada en absoluto, pero que por ser hombre de color no podía ofrecer resistencia alguna.

En 1829, la encarnizada lucha de las facciones desgarraba a la república y Bolívar, en un nuevo llamado a la ciudadanía, la exhortó a expresar sin cortapisas sus deseos en lo tocante a posibles modificaciones de la constitución. Como respuesta a ese manifiesto, una asamblea de notables reunida en Caracas le reprochó públicamente sus ambiciones, puso al descubierto las deficiencias de gobierno, proclamó la separación de Venezuela con respecto a Colombia y colocó al frente de la primera al general Páez. El Senado de Colombia respaldó a Bolívar, pero nuevas insurrecciones estallaron en diversos lugares. Tras haber dimitido por quinta vez, en enero de 1830 Bolívar aceptó de nuevo la presidencia y abandonó a Bogotá para guerrear contra Páez en nombre del congreso colombiano. A fines de marzo de 1830 avanzó a la cabeza de 8.000 hombres, tomó Cúcuta, que se había sublevado, y se dirigió hacia la provincia de Maracaibo, donde Páez lo esperaba con 12.000 hombres en una fuerte posición. No bien Bolívar se enteró de que Páez proyectaba combatir seriamente, flaqueó su valor. Por un instante, incluso, pensó someterse a Páez y pronunciarse contra el congreso. Pero decreció el ascendiente de sus partidarios en ese cuerpo y Bolívar se vio obligado a presentar su dimisión ya que se le dio a entender que esta vez tendría que atenerse a su palabra y que, a condición de que se retirara al extranjero, se le concedería una pensión anual. El 27 de abril de 1830, por consiguiente, presentó su renuncia ante el congreso. Con la esperanza, sin embargo, de recuperar el poder gracias a la influencia de sus adeptos, y debido a que se había iniciado un movimiento de reacción contra Joaquín. Mosquera, el nuevo presidente de Colombia, Bolívar fue postergando su partida de Bogotá y se las ingenió para prolongar su estada en San Pedro hasta fines de 1830, momento en que falleció repentinamente.

Ducoudray-Holstein nos ha dejado de Bolívar el siguiente retrato: "Simón Bolívar mide cinco pies y cuatro pulgadas de estatura, su rostro es enjuto, de mejilla hundidas, y su tez pardusca y lívida; los ojos, ni grandes ni pequeños, se hunden profundamente en las órbitas; su cabello es ralo. El bigote le da un aspecto sombrío y feroz, particularmente cuando se irrita. Todo su cuerpo es flaco y descarnado. Su aspecto es el de un hombre de 65 años Al caminar agita incesantemente los brazos. No puede andar mucho a pie y se fatiga pronto. Le agrada tenderse o sentarse en la hamaca. Tiene frecuentes y súbitos arrebatos de ira, y entonces se pone como loco, se arroja en la hamaca y se desata en improperios y maldiciones contra cuantos le rodean. Le gusta proferir sarcasmos contra los ausentes, no lee más que literatura francesa de carácter liviano, es un jinete consumado y baila valses con pasión. Le agrada oírse hablar, y pronunciar brindis le deleita. En la adversidad, y cuando está privado de ayuda exterior, resulta completamente exento de pasiones y arranques temperamentales. Entonces se vuelve apacible, paciente, afable y hasta humilde. Oculta magistralmente sus defectos bajo la urbanidad de un hombre educado en el llamado beau monde, posee un talento casi asiático para el disimulo y conoce mucho mejor a los hombres que la mayor parte de sus compatriotas."

Por un decreto del Congreso de Nueva Granada los restos mortales de Bolívar fueron trasladados en 1842 a Caracas, donde se erigió un monumento a su memoria.
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TITULO:

26 agosto 2007

BELLA GERANT ALII; TU FELIX AUSTRIA, NUBE

No es nada nuevo que la historia suele ser tergiversada o mal enfocada. Esto lo he sufrido desde mis años de estudios de educación primaria pues siempre fui señalado por mis compañeros, por culpa de las clases de “historia de Venezuela” como un neo “mataindios” debido a mi origen español y con apellido “de Diego” fácilmente asociable a personajes como Diego de Losada, Diego de Ordaz y tantos otros “Diegos” que pulularon durante la conquista, o mejor dicho, españolización de América. Ya en aquellos años me daba cuenta de que algo no tenía sentido en aquel relato histórico y el peor era el ocultamiento de los hechos ocurridos en casi doscientos años; desde 1500 a 1700. Así pues, de Guacaipuro y resto de sus “peers” de pronto se daba el salto histórico hasta el nacimiento de Bolívar.

Por ello, para entender lo ocurrido en Venezuela, creo haberlo dicho en otra ocasión, tuve primero que aprender la historia de España. Sin ese marco, la historia de la “Tierra de Gracia” que entonces enseñaban no era otra cosa que una colección de fechas y acontecimientos, muchos de ellos falseados y mal estructurados. Con la historia de los países de Europa pasa otro tanto. Falla quien se proponga aprender esa historia como la suma de la historia de sus actuales naciones. La historia europea post Imperio Romano, solo se entiende cuando se enfoca a partir de la historia de sus distintas casas nobiliarias. Leer la historia aislada de países como Alemania, Polonia, Chekia, Eslovakia, Hungría, Austria, Macedonia, Servia, Montenegro, Croacia, Albania etc. es como ver pedazos mal recortados de una inmensa foto cuya totalidad no adivinamos visualizar. En lugar de leer la historia particular de esos países, debemos centramos en estudiar la historia de los Habsburgo, de los Borbón, de los Saboya, los Tudor…

Pensaba en todas estas cosas mientras me encontraba en el Castillo de Praga y dentro de éste, en la Catedral de San Vito viendo pintados en sus paredes los escudos de Castilla, Aragón y Navarra. ¿Qué hacían allí tan lejos de España? escuché que preguntaba un turista español a sus compañeros de viaje. Por pudor no quiero escribir la respuesta que le dieron. Pero la pregunta era muy válida y si buscamos la respuesta en la historia de Chekia, o la de España, no la encontraremos, sin embargo, si la buscamos en la historia de los Habsburgo, la hallamos rápidamente: La casa de Habsburgo nace en el antiguo ducado de Suabia, hoy en día Suiza hacia 1020-1030. Radbot de Habsburgo construyó el castillo que se convirtió en el asiento de la dinastía que posteriormente se convirtió en una de las Casas Reales más importantes de Europa. Desde el sudoeste de Alemania extienden su influencia hasta los extremos del sudeste del Sacro Imperio Romano Germánico, logrando en sólo tres generaciones, obtener el trono imperial desde 1273 hasta 1806.

Volviendo al caso de los escudos españoles en San Vito, brevemente diremos que después del matrimonio del Emperador Maximiliano I con María de Borgoña el Sacro Imperio anexa a los Países Bajos. Del matrimonio de su hijo Felipe el Hermoso con la hija de los Reyes Católicos, Juana “la loca”, nace Carlos I de España y V de Alemania, quien heredó España y su Imperio, Italia del sur y Austria. A su vez, su hijo Felipe II heredó en el 1580 Portugal y sus colonias. En definitiva: El Imperio donde nunca se ocultaba el sol. Además, la hermana de Felipe el hermoso, Margarita de Austria, contrajo a su vez, nupcias con el hermano de Juana “la loca” Juan de Castilla y Aragón único hijo varón y heredero de los Reyes Católicos, que sin embargo murió seis meses después, dejando a Margarita embarazada. Ella daría a luz a un varón muerto; al menos así lo cuenta la historia si bien de esa muerte nacen muchas intrigas y dudas…

Fernando I de Habsburgo que nació en Alcalá de Henares, era hijo de Felipe el Hermoso y de Juana I de Castilla y, por lo tanto, hermano de Carlos I de España. Era el nieto preferido de Fernando el Católico, y fue educado a la española por su abuelo. En un principio fue investido como regente, hasta la llegada de Carlos a España, pero el anciano rey lo revocó antes de morir favoreciendo a su hermano Carlos. En 1518 fue enviado a Flandes por los consejeros de Carlos V, con el ánimo de alejarlo de sus numerosos partidarios, que lo consideraban, por su educación española, como el auténtico príncipe nacional. Tras la muerte de su abuelo Maximiliano I, Carlos, su hermano le concedió en 1520 el título de Archiduque de Austria y en el tratado de Worms de 1521 la posesión de la herencia austriaca de los Habsburgo, los estados de la Alta y Baja Austria, Estiria, Carintia, y Carniola y posteriormente y por las conversaciones de Bruselas, el Tirol, la Alta Alsacia y el ducado de Württemberg. Por su parte su hermana María de Habsburgo, contrajo nupcias con el rey Luis de Hungría y Bohemia y el hijo de Fernando I de Habsburgo y de Ana de Bohemia, Maximiliano, fue Archiduque de Austria, Gobernador de España y de los Países Bajos, Rey de Bohemia y de los Romanos, Rey de Hungría y Emperador electo del Sacro Imperio Romano Germánico desde 1564 hasta su muerte en 1576. Creo que ahora se entiende y explica, un poco mejor, la presencia de esos escudos con todo su orgullo y poderío en la principal Iglesia de Praga. ¡Qué descanso Dios mío!

En esta colectiva trataré de contar nuestra reciente experiencia por Praga, Bratislava y Budapest. Este era nuestro viaje oficial de vacaciones de verano y lo había programado en Marzo, con 5 meses de antelación, pues las plazas se reducen y los precios aumentan a medida que la temporada alta se acerca. Una vez con los boletos y hoteles asegurados, comencé mi sondeo buscando algún espectáculo que mereciese la pena y ¿que otro mejor que la Opera? Fue así como gracias a Internet compré tres plazas extraordinariamente ubicadas en la Opera del Estado de Praga para ver el Don Giovanni de Mozart que para mi fue el evento más importante de todo este periplo por varias cosas que en él concurrieron pues fue en ese mismo Teatro donde Mozart en 1787 dirigió y estrenó esa Opera e incluso los decorados, fueron una rehechura de los mismos que fueron usados en aquel estreno. De todas las obras musicales basadas en la leyenda de Don Juan de Tirso de Molina, la de Mozart es la más conocida y generalmente mencionada como la mejor. La ópera fue editada con el subtítulo de dramma giocoso (drama cómico), lo cual indica que no es ni completamente trágica ni cómica. Originalmente los actores alternaban entre recitativo hablado y arias, pero en las producciones como la que vimos en Praga se usó el recitativo secco compuesto por el mismo Mozart para sustituir el texto hablado. Recuerdo cuando hace años leí del filósofo danés Søren Kierkegaard su obra Enten - Eller (O lo uno o lo otro) en el que argumentaba que esta ópera es “la mejor obra de arte jamás realizada”. Un poco atrevida esta afirmación pues me pregunto, como muchos, que cosa será arte y que no y dentro de ese inaprensible universo del llamado arte, como discernir que una obra es mejor que otra y ya para colmo, que una valga más que otra. Por ello no puedo estar de acuerdo con la afirmación de Kierkegaard pero de que es muy bella no hay duda y con momentos realmente casi sublimes como el aria a guisa de serenata que canta Don Juan:

Deh, vieni alla finestra,
o mio tesoro,
Deh, vieni a consolar il pianto mio.
Se neghi a me di dar qualche ristoro,
Davanti agli occhi
tuoi morir vogl'io!
Tu ch'hai la bocca dolce
più del miele,
Tu che il zucchero porti
in mezzo al core!
Non esser, gioia mia,
con me crudele!
Lasciati almen veder,
mio bell'amore!


Las tres ciudades visitadas tienen una característica estructura medieval. En las tres encontramos castillos-ciudadelas como corazón, centro histórico y administrativo y a su derredor el resto de la ciudad, aunque Budapest se aparta un poco de este patrón pues siendo la confluencia de dos ciudades Buda y Pest es la primera la que mantiene el patrón medieval. También tienen en común la música, no solo desde el punto de vista histórico sino la sensación de estar a flor de piel y en plano inmediato. Normalmente las ciudades que han alcanzado un alto nivel cultural tienen al menos un Teatro de Opera, incluso puede que dos pero Praga, con solo millón y medio de habitantes se lleva la palma pues posee cinco teatros para la Opera.

Las guías de turismo suelen aconsejar que en Praga se visite principalmente: El castillo con todo lo que tiene dentro incluida la Catedral de San Vito, el Palacio real, el barrio judío, la Plaza de la Ciudad Vieja con el reloj astronómico, la Plaza de Malá Strana con el Templo de San Nicolás y la Plaza de Wenceslao. No pienso aburrirles con detalles de nuestra visita por esos connotados lugares pero si les comentaré algunas otras impresiones “ad latere”. Praga está abarrotada de edificios de belleza singular pero al inadvertido visitante se le pueden ir los ojos en los tópicos turísticos y dejar pasar las verdaderas joyas que se encuentran en los detalles arquitectónicos de sus edificios. Esto ocurre por igual en Bratislava y Budapest. Suelo en mis fotografías destacar principalmente estos detalles para deleitarme con ellos, post periplo, innumerables veces. Son detalles que hablan mucho de la ciudad en donde están y reflejan la idiosincrasia local. Ustedes podrán disfrutar de ellos una vez que termine de colgar en Internet los álbumes de fotos.

Y hablando de fotos, quiero aprovechar la oportunidad para manifestar mi protesta a esa malhadada política imperante de muchos lugares donde prohíben hacer fotos. Vamos a ver. Estamos de acuerdo en que no se debe usar el flash cuando lo fotografiado puede deteriorarse por la intensa luz del mismo, pero lo que no entiendo es que no se pueda fotografiar el mismo objeto sin usar el flash. Peor aún, que se pueda retratar un edificio o monumento con cámara a pulso humano y no con la ayuda del trípode; o que veten el uso del teleobjetivo y muchas otras estupideces al respecto. Yo desde luego trato, y muchas veces lo logro, de vulnerar esas irracionales prohibiciones. Me jacto de tener fotos de la Capilla Sixtina, del Doncel de Sigüenza, de interiores de Iglesias, de cuadros famosos, de Sinagogas, etc. Pero aun así me gustaría entender la causa de la prohibición de fotografiar esos lugares u objetos. ¿Acaso voy a pintar el mismo cuadro de Picasso? ¿Acaso no esta ya reproducido hasta la saciedad? ¿Piensan que voy a construir nuevamente y en mi pueblo la Catedral de San Basilio? ¿Estoy vulnerando la seguridad nacional por una foto? El que tenga la respuesta que la diga.

Pero aquí no termina la cosa. No me extrañaría que a algún loquero le otorguen, en breve tiempo, el Premio Nóbel después que declare que el “homo turisticus” es un bicharraco en el umbral de la esquizofrenia que padece un desfondamiento afectivo tan profundo que incluso llega a ocasionarle una perenne fijación anal. Escribía sobre las prohibiciones a las fotos, pues bien, el colmo es que en los sitios donde no esta prohibida, todos los turistas se quieren hacer una junto a los monumentos u otros tantos espacios de interés universal. Para ellos tiene el mismo morbo que la foto que se toma el cazador con el pobre león que ha caído, no por causa del flash fotográfico, sino del disparo. Y luego llegan a su tierra y su paciente familia le escucha: “Aquí estamos en la Torre Eiffel de París” comentario por demás baladí pues la torre se esta viendo con una claridad y patentidad que ofende, eso si, con él (ellos) en medio que de sobremanera, está (están) estorbando y contaminando la visión de la misma… y así “and so and so…” en cualquier sitio o cosa Notoria. Y para ello no hace falta que lo sea, solo basta que el guía turístico diga, ejemplo real acontecido en Praga, “que los cojones de ese caballo están dorados porque existe la tradición según la cual, a quien los toca le trae suerte” Y de inmediato como locos se lanzan a tocar las nobles partes del equino de bronce y por supuesto a tomarse la foto asido al símbolo del machismo animal. Otro tanto vi recientemente en París en el Cementerio de Père Lachaise, si bien esa vez eran fotografiadas las damas mientras frotaban jocosa y libidinosamente la abultada bragueta o paquete de la escultura que representaba al tieso difunto. Algo desde luego insufrible, de baja ralea y por demás de muy mal gusto. Y tu mientras tanto esperando como un tonto, pacientemente, y con los nervios en punta, un instante sin turistas para poder hacer una foto limpia antes de que llegue la inmediata horda de japoneses que se acercan “a paso de vencedores” a cumplir religiosamente con el mismo rito… Ya les digo; la vida del fotógrafo es muy dura, salvo la de aquél que se dedica a captar nubes o atardeceres…

Salimos de Praga en Autocar con dirección a Budapest. 530 Kms. separan ambas ciudades. Después de cinco horas de viaje llegamos a Bratislava la capital de Eslovaquia que hasta 1919 era llamada: Prešporok en eslovaco, Pressburg en alemán, Pozsony en húngaro, Požun en croata y Presburgo en español. Es la capital de Eslovaquia y está situada a orillas del Danubio, cerca de las fronteras con Austria y Hungría a unos 60 km de Viena, lo que convierte a estas ciudades en las capitales de país más cercanas de todo el mundo. Su historia, desde su fundación en el siglo X es desquiciante: se convirtió en la capital de Hungría entre 1541 y 1784. Después del triunfo en la batalla de Austerlitz, Napoleón obligó al emperador austriaco Francisco II a firmar el Tratado de Presburgo, y así Venecia pasó a manos francesas. En 1815 el Congreso de Viena, anexaba la ciudad al Imperio Austriaco y después del acuerdo de 1867, Bratislava, y resto de Eslovaquia, se integró al Reino de Hungría, en el Imperio Austrohúngaro hasta 1918. Cuando finalizó la I Guerra Mundial, después de creada Checoslovaquia pasó a llamarse Bratislava convirtiéndose en la capital de la provincia de Eslovaquia. Siguiendo su constante tónica de pérdida de identidad geográfica, dicha provincia, junto con las restantes de Checoslovaquia, fueron suprimidas en enero de 1949, por lo que la ciudad pasó a ser únicamente la capital de la recién creada región de Bratislava, que también fue eliminada en 1960. Como finale el 1 de enero de 1993 se convirtió en la capital de la República de Eslovaquia si bien no sabemos hasta cuando durará eso…

Allí nos esperaban para darnos un walking-tour por la ciudad y después una comida en un hotel. Nos bajamos en la ribera del Danubio en donde había muy cerca una iglesia. Después me enteré que en ella Beethoven había estrenado la “Misa en Re Solemne”. Ya eso me puso de los nervios por querer verla y casi revivir, mutatis mutandi, aquel grandioso evento. ¡Dios santo que maravilla sería escuchar allí el Sanctus de esa, la única misa que compuso el genio de Bonn! Deambulamos por la ciudad de sitio en sitio durante una hora. Le dije a la guía que ni mi pueblo podía verse en solo 60 minutos. Pero qué se le va a hacer; no se podía extender más. Business are business. Nos llevaron inmediatamente al hotel antes comentado para el almuerzo. Era un buen hotel pero para mi gusto pesado en su decoración y algo oscuro. El almuerzo era era en un espacioso salón con música de piano en vivo; dulces melodías españolas y latinoamericanas y por supuesto servido en mesa. No había visto la iglesia y me dije: Si en cinco minutos no traen el segundo plato me marcho. Y así lo hice. Me quedé sin comer y salí a continuar visitando la ciudad, que tiene muchos encantos que obviamente durante la visita guiada no habían podido enseñarnos. Lamentablemente la Catedral de San Martín, allí donde por vez primera se escuchó la Missa Solemnis in Re estaba cerrada. ¡Leches! Me quedó mal sabor y salí corriendo al hotel, pues casi pierdo el autobús. Jeannette que sufre pacientemente mis aficiones fotográficas, ya estaba desesperada. Yo, como niño con travesura recién cometida, sudando y con la cabeza gacha, me sentaba a su lado en el autobús y repetía una y otra vez: ¡menudo timo, menudo timo!

¡Ir a Bratislava por tan poco tiempo y encima perderlo en una comida! ¡Tiene tela! Y es que eso de las comidas en los viajes tiene también su intríngulis. Yo soy de aquellos que cuando viajan ponen su principal interés en ver el lugar que se visita. Por lo tanto, la comida está en un segundo o tercer lugar de importancia. Por ello suelo alimentarme allí donde me pilla la hora de hacerlo. No me importa si es un Mc. Donald’s o un restaurante con menú a la carta. La comida ha de ser en esos casos ágil y abundante; sin ritos ni pitos de acompañamiento. Sin embargo, cuando me propongo comer bien, vamos, lo que se dice COMER; entonces voy ex profeso al lugar elegido como quien va al Palacio Real. Entonces si que empleo el tiempo suficiente para cometer los más grandes pecados fruto del más excesivo, exquisito y dionisiaco sibaritismo. Eso si, trato que a mi lado nunca se cuele uno de esos típicos tunantes de época con un violín o una acordeón “deleitándonos” con cursis y melancólicas canciones de amor, lástima de revólver, y tratando de animarme con una tarantella. ¡Qué desesperación! Creo que es uno de los peores maltratos que me puedan hacer. De hecho, recuerdo que algunos viejos amigos de Valencia (Venezuela) conociendo mi exacerbado odio a dichos músicos, los muy cabrones, cuando me veían en un restaurante le pagaban a uno de ellos para que me diera la lata por un largo tiempo. ¡Si serán hi de puta! En fin, les perdono en la distancia. Para terminar este párrafo ahí les va una advertencia final sobre la comida local o folklórica. Yo comprendo e incluso comulgo con aquello de probar la comida del país o región que se visite. Pero hay que tener muy presente que en aquel lugar donde estás ocurre lo mismo que en España: Es en tu casa donde se prepara la paella como Dios manda, mientras que en Callao y la Gran Vía se prepara como la economía manda y principalmente para gentes que no tienen la menor idea de lo que es una buena paella. Lo mejor es pasar de ello o, en su defecto, jugar deliberadamente a la lotería gastronómica. Para ello lo aconsejable es comer allí donde lo hacen los del lugar. Otra cosa es que te guste o sepa bien lo que ingieres. Hay que entender que para quienes procedemos de países Mediterráneos lo tenemos muy canutas pues, inmediatamente compararemos con nuestros platos… es decir, ¡los mejores del mundo!

¡Buej! Llegamos a Budapest. La primera impresión que te llevas de la ciudad no es buena. Edificios sucios, bloques de la época soviética y un cierto caos. Después de alojarnos en nuestro hotel (que tenía el nombre de nuestra hija Isabel, pero en húngaro: Erzsebet) Salimos a dar un primer paseo por la principal calle peatonal de la ciudad; es decir de Pest. Pronto se hizo de noche y el espectáculo de luces a orillas del río Danubio es grandioso con sus barcos, sus puentes y sus grandes palacios. La capital de Hungría ha sido una de las más castigadas durante la época de ocupación soviética. Sus grandes edificios y monumentos fueron prácticamente dejados al abandono; por eso muchos de ellos se encuentran seriamente dañados, resquebrajados y malamente oscurecidos por el hollín de las calles. La mayor calamidad que ha ocurrido en estos países de la Europa del este ha sido que el mayor porcentaje de sus actuales funcionarios públicos son los mismos que anteriormente estaban durante el régimen ruso. Aquí como acullá, todo burócrata es una sanguijuela con una alta capacidad mimética para adquirir el conveniente color en todo momento. Mero color, porque dudo mucho que su mente tenga la misma capacidad de cambio. Esa camaleonera, es común, a las tres ciudades así como también, el odio hacia los rusos y su presencia durante más de 50 años. Me recordé muchísimo de mis amigos húngaros y del sufrimiento de sus familias al tener que emigrar a Venezuela. Hoy verán con verdadero horror lo que está ocurriendo en la República Bolivariana si es que todavía permanecen por aquellas latitudes.

En esta ciudad hay que visitar el Palacio Real, El Parlamento, la Basílica de San Esteban, la Ópera, el Barrio judío, principalmente la Sinagoga sefardita o española y un paseo en barco por el Río Danubio son, entre otros, algunos de los atractivos más importantes de la capital de Hungría. Además, entre Buda y Pest, en medio del otrora azul Danubio es obligada una escala en la Isla Margarita, que en su oportunidad los turcos convirtieron en harem y que hoy es el parque más agradable de la capital… Hungría es uno de los países en el mundo que más territorio ha perdido como consecuencia de las guerras e invasiones. Durante la 2ª guerra mundial fue aliada de la Alemania nazi, quien le prometió devolverles sus antiguas posesiones hasta el mar Adriático. Perdida la guerra, perdida también la esperanza. Así la Hungría de hoy no son mas de 93 mil Kms. cuadrados es decir la sexta parte del territorio de España y la onceava de Venezuela.

Uno de mis mandamientos cuando visito un lugar es visitar el mercado y el cementerio. No siempre puedo cumplirlo, si bien hago el intento. En ellos veo con claridad cómo viven y cómo mueren sus habitantes. Nada más entrar por la puerta principal del mercado de Budapest ya ni siquiera se sabe qué dirección tomar porque los puestos multicolores y los artículos presentados con tanto gusto atraen la atención desde el primer momento. Si logramos resistir la tentación de los primeros momentos y decidimos recorrer todo el edificio merece la pena empezar el recorrido por el sótano donde podemos apreciar todos los encurtidos típicos en la cocina húngara y comprar especias orientales. Subiendo desde la planta baja nos encontramos en medio del bullicio del mercado y aquí, zigzagueando entre la inmensidad de puestos y gentes, podemos recrear la vista entre verduras y frutas de toda clase y como reina de entre todas ellas, la papa, la patata. Hablaremos de ella más adelante. Después de subir las escaleras que nos llevan al portal, vale la pena pararnos un momentito y dar la vuelta porque así, desde esta altura se puede ver muy bien la inmensa estructura metálica del edificio y la enorme cantidad de puestos de venta. Cuando ya hemos recorrido todo el edificio nada mejor que dar un paseo por los puestos donde se fríen longanizas, pescado y tartitas de harina hecha a la sartén, que realmente se apetecen y poder ver cómo es la forma de comprar y regatear de los ciudadanos. De allí puede que salgas impregnado con un olor ácido proveniente de las comidas que se preparan y engullen masivamente pero también un tanto bizco después de haber visto santísimas cosas.

En Budapest son famosos los balnearios, que para estos países carentes de playas son un buen sucedáneo. Los principales son: el Széchenyi, el Rudas, el Király y el Guellért. Prácticamente todos son una de las herencias que la invasión y dominio turco dejó en la ciudad. Los edificios en donde se encuentran son verdaderos Palacios de refinadísimo gusto. Destaca el de Guellért, el más antiguo de todos y prácticamente un símbolo de Budapest. Se encuentra justo al lado de la Plaza St. Gellért y en la cabecera del Puente Szabadság. El edificio es imponente, maravillosamente decorado con elementos húngaros y orientales es a un mismo tiempo ligero y monumental. El vestíbulo de entrada está decorado con pilares y estatuas de mármol. En su amplio atrio de 700 metros cuadrados y dos plantas, destaca el un espectacular techo de cristales, pero es en los detalles, pilares, estatuas, mosaicos multicolores, jarras, etc. Donde se descubre esta obra maestra de las artes aplicadas. Desde luego una excelente decisión después de un día largo de visitas sumergirse en esas cálidas piscinas que nos llevan al mundo mágico de los baños turcos.

Un destacado rey de Hungría durante el siglo XV, Mathias Corvino, contrajo matrimonio con Beatriz de Aragón. Ella descendía de la vertiente napolitana de la Corona de Aragón; su padre fue Ferrante, hijo bastardo de Juan II el padre de Fernando el Católico; matrimonio que como era la costumbre escondía importantes ambiciones diplomáticas europeas. No es una casualidad el que el hermano de Beatriz, Giovanni, llegara a ser Arzobispo de Hungría. Beatriz designó, en su testamento (que data del año 1508) a Fernando el Católico como heredero de todos sus bienes. Pero ello nunca significó que tuviera acceso al trono húngaro, a pesar que la Corona de Aragón se considerara así misma y por mucho tiempo, la legítima heredera del título de Rey de Hungría. Reino muy apetecido pues desde finales del siglo XV, gracias a los éxitos obtenidos en las guerras contra los turcos, el Reino de Hungría fue visto con especial simpatía y codicia por España. De este modo se explica lo escrito al comienzo de esta fastidiosa colectiva, que María de Habsburgo hermana mayor de Carlos I, rey de España y emperador de Alemania llegara a ser esposa de Luís II, Rey de Hungría y Bohemia. La Casa Trastámara nunca logró el Reino de Hungría, aunque Beatriz hizo cuanto pudo por logarlo incluso el casarse secretamente por segundas nupcias con Ladislao Jagellone Rey de Bohemia, casi inmediatamente después de la muerte de Mathias Corvino. ¡A rey muerto, rey puesto! ¿Cuál fue el mayor aporte de Beatriz al pueblo húngaro? He aquí la respuesta: La papa o patata. El tubérculo que calmó el hambre del mundo entero, usada por los indígenas de Perú desde hacia 8 mil años y llevada del Nuevo mundo a la vieja y hambreada Europa, primero plantándose en el Hospital de Sevilla para proporcionar comida a los enfermos. Y de allí hasta Vladivostok. ¡Na guará!

Mientras tanto, Carlos I de España y V de Alemania, como nos enseñaron cuando estudiamos la historia de Venezuela envió a los Welser para su conquista. Nos enseñaron con el libro del Hno. Nectario María, que el primer gobernador fue Ambrosio Alfinger, que utilizó como base la isla de La Española, y que desde allí llegó a Santa Ana de Coro (único asentamiento en Tierra Firme), después exploró la ribera del Lago de Maracaibo y fundó la ciudad del mismo nombre. Pero el pobre Alfinger murió en 1533 asesinado por los nobles indios caribes. A Alfinger le sucederán como gobernadores y exploradores de Venezuela otros alemanes, como Nicolás Federmann, Georg Hohermut (Jorge de Spira) y Philip Hutten, quienes exploraron la cuenca occidental del Orinoco, Los Llanos y las estribaciones de los Andes venezolanos cerca de la frontera con el Virreinato de la Nueva Granada (hoy Colombia). Hasta aquí llegaba la “colección de fechas y acontecimientos, muchos de ellos falseados y mal estructurados” como escribí al inicio de esta misiva. La pregunta clave, nunca planteada en nuestras clases de historia es: ¿Por qué el rey Carlos I le entrega a los Welser, para su conquista el territorio de la Gobernación de Venezuela? He aquí la respuesta. Los Welser eran banqueros y habían prestado muy importantes cantidades de dinero a los Habsburgos que emplearon en costear sus guerras; unas para evitar el avance turco y otra contra la corona de Francia en la batalla de Pavía. Arruinada la Imperial España, (Felipe II decretó la primera bancarrota en el 1560) la manera de cobrarse el préstamo fue: “Os doy la Gobernación de Venezuela. De lo que allí encontréis en oro, cobraros” Así vemos cómo la historia de la familia y casa real de Habsburgo es más esclarecedora que la de los países en particular y la historia de España, más que la de Venezuela, al menos tal y como nos la contó el buen Hermano Nectario María siguiendo los absurdos lineamientos del Ministerio de Educación ¡Ahí queda eso…!

Afortunadamente, ya termino esta. Cuento con vuestra paciencia y piedad. Prometo no escribiros en un buen tiempo, por ello recibid un fuerte abrazo y que os sea breve. ¡Benedicamus dominus!


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TITULO: Divisa de la Casa de Austria: "Hagan otros la guerra, tú Austria feliz, concierta matrimonios"

04 agosto 2007

MOCKBA



La chiquilla era torpe hablando en inglés, y yo muy torpe negociando. La matriushka me había fascinado. Mi esposa me advirtió de manera tajante no comprase ninguna. Pero esa no era una matriushka cualquiera, como aquellas con la cara de Putin o las de rusa ingenua que venden en todos los puestos ambulantes de la Arvat Ulitsa. Me dijo que el precio eran 5250 rublos (150 Euros) ¡Una barbaridad! Exclamé yo. ¿Cuánto quiere pagar el señor? No sé -contesté- La muñeca mayor era una especie de capilla adornada con la imagen a caballo de San Jorge, el patrono de Moscú y que deja ver en su interior otra con la imagen de la virgen y el niño pintados con la ancestral técnica utilizada para iluminar los conocidos iconos rusos. La chica me dijo: Es muy valiosa, son siete figuras todas pintadas siguiendo la más autentica tradición religiosa. Fue descubriendo una a una cada una de ellas. ¡Eran una belleza! Pero antes de caer en esa costosa tentación le dije que era muy cara y acto seguido hice por salir del local. Ella al ver mi actitud me dice: Se la dejo en 4000 rublos... De esa manera empezaba el típico regateo, tan popular en Rusia y tan desestabilizante para mí como comprador. Tenía la matriushka en mis manos e insistía: Señor, todo lo que ve dorado es oro auténtico... No puedo, le dije, es muy cara. No sabía que hacer y para liberarme del acoso de ella así como de la atracción que en mi ejercía la matriushka, le ofrecí 50 euros. Ella con aplomo sacó una calculadora y en breve tiempo me dice: Es suya. No podía creerlo ¡era mía! Reconozco mi alegría del momento que segundos después se vio perturbada: ¿Y si hubiese ofertado 30 Euros? me pregunté.

Rusia entera es una especie de Gran Matriushka; una continua caja de sorpresas, una muñeca desconocida que a su vez contiene en sus entrañas otras y así en una cadena que parece interminable. 20 mil millas a punto de vencerse ganadas en American Airlines decidieron mi viaje a Moscú. A partir de allí todo fue descubrir una matriushka tras otra... La primera de ellas la obtención de visado. Después de 73 años de Comunismo, no ha sido fácil deslastrar a la burocracia rusa de los temores y costumbres de la época soviética. Este trámite implica: la obtención de un seguro de viaje por una compañía aceptada por el gobierno ruso, una invitación oficial de un organismo o familiar o amigo, una foto, y un detalle exacto de los días que vas a estar en la Federación Rusa. Si por accidente estas un día adicional a los indicados en la visa, enfrentarás serios y costosos problemas con la siguiente matriushka de turno: la policía o "militzia" como allí la llaman.

Llegué sin novedad al aeropuerto de Domodedovo, a unos 60 kms. de Moscú y hoy en día su principal puerta de entrada. Me dirigí deprisa a la aduana, eso si, metiendo el ojo por todas partes. Vi el techo, el piso, la estructura y me dije: Esto no es otra cosa que un galpón (Nave) industrial revestido. No sin temor presento ante el funcionario de turno mi pasaporte junto con el formato de entrada por duplicado. Ya sabía que tenía posteriormente que presentar ante la policía mi visa para que fuese registrada y entregar el duplicado en cuestión. Afortunadamente ese trámite lo realizó mi hotel por la módica suma de 1000 rublos...

Pasada la aduana trato de ubicar inmediatamente una oficina de cambio, pues fuera de Rusia no hay rublos y ya con rublos en el bolsillo, corro hacia la taquilla en donde expenden los tickets para tomar el tren que me llevará hasta la estación de metro de "Paveletskaya" El tren me pareció cutre, deteriorado. Sin aire acondicionado y a 30° C. Al comenzar a andar, me alarmo al escuchar los golpes que se dan los vagones cuando uno tras otro se empujan para comenzar el trayecto. Me puse en positivo y traté de vivir aquello como una de las escenas descritas por Boris Pasternak en Doctor Zivago. Me deleité viendo los bosques y estepas que ofrecía el paisaje, sin ahorrarme por ello de alguna que otra viruta que entró en mi ojo desde el exterior. Me fijaba en la familia rusa que estaba junto a mi, al otro lado del pasillo: Una típica madre rusa, gorda, robusta, parlanchina, con pañuelo en la cabeza junto a su hijo y su nieto menor mientras que en asiento trasero se encontraba la esposa de éste con el mayor de los hijos. Un poema vivo de jerarquías y costumbres que ni el mismísimo Gogol hubiese podido describir tan agudamente. Como suele ocurrir, estaban centrados en los chavales, tratando de darles de comer ¡qué obsesión! y controlando la insufrible hiperkinesia de las criaturas. El ruso mira a la cara, no se esconde en hipócritas vistas de reojo, ello me obligó a ofrecerles una sonrisa abierta y sincera, que cumplieron de inmediato en devolverme.

El viaje es ese tren dura 45 minutos. De pronto aparece ante mi una bella joven rusa (las hay a montones) solicitando mi ticket. Creo recordar en donde lo guardé pero fallé. Me puse nervioso pues noté que no se iba de mi lado mientras el ticket no aparecía. Le dije que yo había comprado el ticket. Me sonrió y seguía esperando. Por fin después de unos tensos momentos di con el dichoso ticket y ella lo perforó. Respiré profundo y tranquilo, pues creo que me salvé de la policía, de una multa o del escarnio de todos los pasajeros del vagón. ¡Qué terror!

La llegada a Paveletskaya me recordó el "Nuevo Circo" de Caracas. Una vez allí mi siguiente matriushka era comprar un ticket de 20 viajes del famoso metro de Moscú. La algarabía reinante y la gran cantidad de gentes yendo y viniendo se percibían más como una manifestación política que como un intercambiador de transportes. Cuando intento pasar la barra para acceder al metro, me piden nuevamente el ticket del tren de Domodedovo. El mismo ticket que breve tiempo atrás estuvo a punto de enviarme tras las rejas de un oscuro calabozo moscovita. Esta vez sabía en donde estaba y la mujer lo introduce por la maquina permitiéndome ¡oh querida libertad! El paso. En aquel desconcierto me encuentro con un británico de unos 70 años que estaba dramáticamente perdido en aquel aluvión de gentes vociferantes y letreros en cirílico. Vio el cielo abierto conmigo. Nos colocamos en la cola y esperamos nuestro turno. Una vez en la taquilla, le digo, en inglés, a la vendedora que me de dos tickets de 20 viajes, a lo que sin otro discurso nos dice de manera rotunda y sonora: Niet (No, en ruso) empezaba yo a hacer señas tratando de explicarle cuando de pronto, casi ex nihilo, aparece un joven y me pregunta en perfecto inglés si tengo algún problema. Vi el cielo abierto. Creo que de no ser por la intercesión de ese muchacho todavía estaría allí bregando con la rusa de la taquilla mientras que el espontáneo amigo inglés ya tendría los ojos desorbitados ante tanto desconcierto.

El metro es el premio Nóbel de las matriushkas de Moscú. No voy a gastar tinta hablando de la belleza de las estaciones; además pronto les invitaré, entre otros, a ver un álbum de fotos que dedicaré exclusivamente al deleite de esas preciosas estaciones que se encuentran, lamentablemente, en avanzado estado de deterioro. Yo me dirigía a la estación de "Mayakovskaya" y el british a la de "Smolenskaya" con mi mapa del metro que sabiamente había impreso de Internet en Madrid, (el metro de Moscú no regala planos) le indiqué la línea y el número de estaciones hasta llegar a su destino. Hoy en día rezo por él pues no me extrañaría en absoluto, que todavía se encuentre deambulando entre la intrincada red del metro de Moscú topándose, una y otra vez, con la inquisidora mirada de Lenin mientras trata de descifrar los caracteres cirílicos. Por eso, si Mike llegó a la estación de Smolenskaya tuvo que lidiar con otras dos estaciones: "Kievskaya" y "Arbatskaya". Ocurre, que en Moscú, cada línea de metro le da un nombre distinto a la misma estación que en oportunidades son estaciones distintas pero reunidas en un mismo lugar. Para más INRI todos los avisos están en ruso y para colmo, el nombre de las estaciones no es visible desde el tren; por ello, para saber el nombre de una estación te tienes que bajar del tren, esperar que este parta y después identificar la estación en la cual te encuentras. Si no era aquella a donde querías llegar, pues toca esperar el siguiente tren y continuar el camino. Impresiona lo profundo que se encuentra el metro. Conté por mi reloj, dos minutos bajando en una interminable escalera mecánica hasta llegar al andén. Preguntando sobre esto me informaron que lo hicieron así para que sirviese como refugio anti-nuclear por si a los malvados gringos les daba por lanzarles unos cuantos pepinazos. Afortunadamente no fue así y el único bombardeo del campo gringo fue el de la moda de vestir, la música y las cadenas de franquicias internacionalmente conocidas como mac donal's, hard rock caffe, starbucks, pizza hut, berger king, Sbago y otras tantas.

Ese cuadro define a la población rusa de hoy. Las personas de menos de 35 años son más occidentales que nosotros mismos. Visten al último grito de la moda, pero de manera masiva y solo les da por escuchar la música "alienante" de los grupos de rock que están en el top del hit parade. Aman Europa y les encantaría que Rusia formase parte de ella en un futuro no lejano. La mayoría habla inglés o desearía hablarlo pues chapurrearlo, todos lo hacen. Son de carácter alegre y les agrada muchísimo socializar. En el lado oscuro están los que tienen más de 35 años. Son gentes que padecen mucho temor por los cambios que están sufriendo en su amada Rusia. No hablan otro idioma que el ruso y tienen ojeriza a todo lo occidental menos a un Mercedes Benz de la clase C. Recordemos que durante el Régimen soviético habian dos clases de personas: los funcionarios y los obreros. Los funcionarios pensaban que su trabajo era pagar a los obreros con cuotas de racionamiento y algunos rublos y los obreros pensaban que su trabajo era cobrar lo que les daba el funcionario. En definitiva, que nadie prácticamente trabajaba, como corresponde a un país 100% Estatal cuya única producción era la extracción de materias primas (el petróleo, gas y otras) y exportar la "Revolución Socialista" al resto del oprobioso mundo hundido en las aberrantes y tenebrosas contradicciones del capitalismo.

De la noche a la mañana, el funcionario se quedó sin nada ni nadie a quien pagar ni el otrora obrero obtuvo "el chollo" del Estado. Y eso de tener ahora que buscarse diariamente las habichuelas "con el sudor de tu frente", pues les tiene por el camino de la amargura. Hay que comprenderles; fueron 73 años de adoctrinamiento que casi pudo con todo. Que lejos quedaba aquel sueño que una vez expresó Máximo Gorki cuando escribió: “¡Es realmente magnífico! -dijo él, frotándose las manos, y con una ligera risa, añadió-: Estos días los he pasado de una forma muy extraña; he estado todo el tiempo con los obreros, les he leído cosas, les he hablado, les he observado. Y de ellos he recogido algo bueno y puro. ¡Qué admirables gentes, Nilovna! Hablo de la juventud obrera; son sólidos, sensibles, llenos de un entusiasmo por comprenderlo todo. Cuando los veo, me digo que Rusia será la democracia más deslumbrante de la tierra.”

Ya lo he dicho en otra colectiva. Mi último jefe en Citibank decía que hay dos cosas contra las cuales es vano luchar: el Mercado y la fe en Dios. Ese parece que fue el gran error del Comunismo luchar contra ambos y ambos le salieron, siete décadas después, respondones. Stalin no tardó en hacer volar por los cielos la Catedral de Cristo Redentor, la más grande Moscú y en su lugar hizo una piscina pública para que "el pueblo" la disfrutase. Al día siguiente de la caída del comunismo, se comenzó la construcción, nuevamente, de la misma Catedral con aportes de los fieles y ¡del Gobierno! Entrar en una Iglesia en Moscú es una experiencia que no debemos dejar pasar, no solo por la belleza de sus torres con bóvedas doradas y panzudas que parecen de lejos como velas encendidas eternamente a los santos, sino por ver el grado de devoción que existe en la gente. Como antaño, la Iglesia tiene el monopolio de la venta de los artículos a ser utilizados en el ritual ortodoxo y es receptora de las dádivas de sus fieles. Nunca he oído hablar de instituciones de caridad o educativas por parte de la Iglesia rusa así como ocurre en la Iglesia Católica. En Moscú hay miles de Iglesias y de entre todas ellas destaca, para mi gusto, la Catedral de San Basilio; esa que por sus colorines parece un pastel y que se encuentra en la mismísima Plaza Roja.

Mi primera noche en Moscú no quería desaprovecharla y ni corto ni perezoso cogí mi cámara, teleobjetivo y trípode y como quien va a la guerra me dirigí a la Plaza Roja. Es un verdadero embeleso ver la Plaza Roja de noche. Quise fotografiar a San Basilio que estaba como un lirio en todo su esplendor y para ello dispuse mi trípode, cámara y teleobjetivo. Cuando ya estoy a punto del "click" siento que unos militares, de los que cuidan el mausoleo de Lenin, le dan al trípode unos golpecitos. Entendí lo que me querían decir: solo estaban permitidas las fotos con manos. Algo así como irte por un camino vecinal en lugar de una moderna autopista. Pues nada, recogí mis bártulos, aumenté el ISO en la cámara y me di el gustazo de tomar cuanta foto quise, si bien técnicamente no era la mejor manera.

Al día siguiente entré en esa Iglesia y quedé impresionado por su colección de iconos, su arquitectura y decoración y ¡menuda suerte! el canto en vivo de los solistas del coro. La música y los cantos religiosos rusos son tremendamente profundos y melancólicos y logran ponerte los pelos de punta. Por un momento paralicé mi visita para solo disfrutar del excelentemente acompasado y equilibrado canto a capella de aquellos solistas. La estructura de la Iglesia actúa como una magnífica caja de resonancia equivalente a unos buenos micrófonos ¡Una verdadera maravilla que solo por eso bien vale la pena un viaje a Moscú! Y después a seguir tomando fotos que para eso pagué una cantidad adicional a la entrada.

Fui por poco tiempo; tres días netos y tenia, por ello, que ser eficiente en mis visitas. La almendra de Moscú está dividida en cinco partes: El Kremlin, la Arbatskaya, la Tverskaya, la Plaza Roja/Kital Gorod y el Zamoskvoreche. Mi hotel estaba excelentemente ubicado lo cual me facilitaba muchísimo aprovechar el tiempo. Tomé la decisión de no visitar ningún museo ni galería pues suelen emplearse en ello un tiempo sensible que después te hará falta para visitar la ciudad. Queda así para mi próximo viaje a esa ciudad la tarea de ver toda esa riqueza artística que se guarda bajo techo. Zamoskvoreche está al lado sur del río Moska. Es un lugar en donde abundan iglesias y conventos además de ser famosa por albergar la Galeria Tretiakov que tiene el mayor número de obras de arte ruso en el mundo. Caminando por sus calles me topé con un para de japonesas que me preguntaron por la galería. Gracias a mi guía turística pude informarles, pero noté que una abuela rusa con su nieto me escuchaba. Seguí mi camino y la abuela se devolvió para decirme, a su manera, que debía ir a la Galería. Se lo agradecí y seguí caminando. Al poco rato nuevamente se devolvió con el mismo consejo y yo de igual manera respondí lo mismo a su jerga rusa. Ya más adelante la cosa se puso caliente y casi como si fuese mi madre me reclamaba el por qué no iba a la Galería. Yo, perito en el arte andaluz del trato arremetí contra ella en viva voz explicando mis razones para no ir. Al final, como era de esperarse terminamos riéndonos los dos y dándonos un fuerte abrazo y un beso. Una foto de ella y su nieto la verán próximamente. Y es que es cierto eso que una vez leí en Dostoiewsky que el carácter del ruso y el español son muy parecidos: gente que le encanta hablar, protestar por todo, tirar papeles en los bares y calles y pelear hoy para darte besos mañana. Hay solo una gran diferencia: el ruso es un pueblo alcoholizado quizás debido a a las penurias heredadas del comunismo y a su dramático clima que invierno llega con facilidad a 40º bajo cero. El pueblo español sabe beber; ojo, hablo en términos generales, pues por conocer todos les conocemos...

Otra experiencia digna de mención fue la que me ocurrió cuando paseaba por la calle de Arvat que es el paseo peatonal más importante de la ciudad. Tenía calor y estaba cansado. Hay muchas terrazas por lo tanto me senté en una de sus mesas y me atendió el camarero en ruso. Le respondí en inglés pidiéndole una buena cerveza; buena por tanto por la cantidad como por la calidad, pero que fuese cerveza rusa. Pasado un rato le solicité algo para acompañar la cerveza y terminé pidiendo una ración de patatas fritas. Casi terminé la cerveza cuando el camarero se percató que todavía no me habían traído las patatas cuando de pronto escucho que le dice en perfecto español caribeño a su compañero: ¡Coño hermano cuando carajo le vas a traer las papas a este hombre! Jajajaja, resultó ser cubano quien me atendía. De allí en adelante éramos “camaradas” Vivía en Moscú desde hacía 12 años, estaba casado con una rusa y tenia un hijo. Añoraba Cuba y no era del todo contrario al régimen castrista. Me dijo: pero hermano no todo es malo a lo que contesté: es cierto, pero si me obligan a ir al cielo, protestaré. Las cosas son verdaderamente buenas cuando hay libertad. Hablamos de todo un poco y creo que lo pasamos bien. Se notaba que tenía deseos de hablar en español. Antes de estar en el negocio de la refacción había sido importador de frutas de España y otros lugares. Le pregunté si había importado fresas de España y me dijo que si que de Huelva y yo insistí: ¿de Moguer quizás? Por supuesto me contestó, las mejores de todas! ¡Cosa más grande hermano! Le dije yo al tiempo que le aclaré que ese era mi lugar de nacimiento. El mundo es un pañuelo, chiquito, chiquito decía él….

¡Uy! ¡Que largo va esto! Empezaré a recortar a guisa de no fastidiarles demasiado y para ello nada mejor que comentarles mi última matriushka: el regreso. Por aquello de los controles aduanales y visados salí con mucha anticipación hacia el Aeropuerto siguiendo la misma ruta que me trajo al hotel. Una vez en la estación de Paveletskaya perdí algo de tiempo tratando de ubicar allí donde comprar el ticket del tren a Domodedovo. Me dice la mujer en guardia que el próximo tren sale a las 3:15 que era la hora perfectamente estimada por mi. Cual no es mi sorpresa que pasan las 3:15 y el tren no llega. Empiezo a preocuparme pues las consecuencias de perder el avión eran dramáticamente colosales pues no tenía permiso en mi visa para quedarme ni un día más. Me acerco a un hombre que también estaba esperando el tren y me dice que ya está acostumbrado a perder los vuelos por culpa del tren que viene y va un poco a su aire. El era un técnico petrolero ruso y se dirigía a Yemen. A las 4:00 llega el tren y eso me daba margen solo de una hora para tomar mi vuelo. Llegué al aeropuerto y me puse como un loco a preguntarle a todo el mundo en donde se encontraba el desk de Iberia. Nadie me podía ayudar pues no hablaban inglés. Entonces fue cuando cogí lápiz y papel y escribí en Cirílico ИБЕРИА (IBERIA) y ЕСПАНИА (ESPANIA) pues no conocía el equivalente cirílico de la "ñ" española. Se lo mostré a una muchacha y ¡Bingo! Me llevó casi de la mano a los mostradores de la Línea Aérea. Fue gracioso pues la chica me dijo (resultó que hablaba algo de inglés) que había escrito mal "España". Nunca imaginé que mis muy remotas clases de griego y el ajuste de cirílico que aprendí días antes de salir de Madrid, me fuesen a ser de tanta ayuda. Ya de nuevo con el aire en el cuerpo corrí a los controles de embarque y mi depresión fue total cuando vi una inmensa cola y delante de mí 4 japoneses. Cuando les tocó a ellos les atendieron en grupo pero me hacia cruces viendo como el japonés hablaba su inglés al tiempo que la rusa hacia su mejor esfuerzo por entenderle. Yo pensé que perdía el vuelo, pero afortunadamente todo se arregló a tiempo. Una vez en vuelo, me preguntó la aeromoza si quería algo del bar. Le pregunté si tenía algún Ribera del Duero y me contestó que si. Déme usted un par de botellitas… Lo serví en la copa; su color granate intenso casi hablaba y mientras lo degustaba recordaba aquella copla de:

"el vino que hay en mi tierra,
bebido en tierra extraña,
que bien que sabe ese vino,
cuando se bebe lejos de España"



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TITULO: Moscú

30 junio 2007

NEC ENIM DEBENT FILII PARENTIBUS THESAURIZARE, SED PARENTES FILIIS

Queridos todos:

Fue el día de mi cumpleaños del año 1976, mientras miraba, a través de unos cristales, al recién nacido primogénito nuestro, Manuel, cuando mi padre, astuto y certero, dándome una palmada en el hombro me dijo: “Bueno, esto es cuestión de unos treinta años…!” Una treintena era el tiempo mínimo necesario, para Don Benigno, para verse cumplido el sueño de todo padre: ver a sus hijos formados, autónomos, dueños de sus vidas, fuera del nido familiar, en definitiva, independientes. Una vez más mi padre hizo gala de su sabiduría y experiencia: Ayer fuimos al acto de graduación de nuestra hija Isabel; ayer 29 de junio del año 2007, casi 31 años después que recibí, frente al cristal del reten del Hospital Coromoto de Maracaibo, aquella advirtiente, alentadora y dramática palmadita en el momento en que Manuel, recién nacido, lloraba desesperadamente en un nuevo ambiente poco ‘placentero’. Ayer, 31 años después, en el momento exacto cuando Isabel Teresa era orlada con la beca de la Universidad de Alcalá le dije a Jeannette: “Ya puedo morir tranquilo” Como padres habíamos logrado nuestro sueño y cumplido con la obligación de ver a nuestros hijos, formados, ya independientes los dos mayores y todos con las herramientas necesarias para luchar y desenvolverse en esta vida dura y cruel. Desde 1976 no me había sentido tan ligero de equipaje, tan libre de peso moral y con el dulce sentimiento de pasar al envidiable grupo de los que estorbamos en este delicado, complicado y amenazado planeta. Lo reitero: ¡Ya puedo morir tranquilo! Máxime cuando la kabala astronómica y numérica indicaba con datos fehacientes el importante desenlace y cumplimiento de la profecía de mi padre tres décadas atrás: el 9 de diciembre nació Manuel y el 10 cumplía años yo. Ayer 29 de Junio se graduó Isabel y hoy día 30 es el cumpleaños de mi esposa Jeannette! Las cosas de don Benigno… Qué lástima que no esté aquí, ahora, esta vez frente al cristal de la pantalla de un ordenador. Hoy añoro otra palmadita al tiempo que me diga cuantos años han de transcurrir del actual escenario de “Ya me puedo morir tranquilo” al sublime escenario de: “Ya quiero morirme tranquilo” Solo espero y aspiro que para ello no hayan de transcurrir nuevamente 30 años.

El acto académico fue alegre, ligero, masivo por el número de graduandos, y animado. Lejos quedaron esas graduaciones tiesas con largos y densos discursos pronunciados por personajes severos. Hoy los chavales son los protagonistas y sus maestros y autoridades, al menos ese día se “chavalizan” en una sana ósmosis de entendimiento, reconocimiento, cariño y prematura nostalgia. Y así el acto discurrió entre vivas, aplausos, nervios, lágrimas paternas, amapuches, fútiles esfuerzos fotográficos y como punto final las notas del himno, mundialmente conocido y usado, de la Universidad de Alcalá; el “Gaudeamus Igitur” Como me dice Oscar, “es que Alcalá es el ombligo del mundo” pues si, al menos en ese momento para nosotros lo fue. Y no queda aquí la cosa, pues por el lado de la familia de mi difunto hermano también han proliferado últimamente los actos académicos: Miguel obtuvo el grado de Licenciado en Biología, ¡Aleluya!, ¡Miguel über alles! Rodrigo el de Ingeniería Mecánica ¡Bravo! y Javier termina el bachillerato y se dispone a seguir los pasos de su hermano en Ingeniería. Ahora los dos primeros han de poner su ojo y esfuerzos en lograr cuanto antes un buen postgrado y adquirir otro idioma (que no sea euskera, esperanto, catalán o radraga). Mi enhorabuena a mi cuñada Lisa por los grados de sus hijos.

En la época que nos casamos, las parejas iban completamente ignorantes al matrimonio. La Iglesia obligaba a una especie de cursillo de actualización o aggiornamento en la fe. Pero nadie ofrecía la formación mínima necesaria para el funcionamiento de una nueva familia. Sobre todo en uno de los aspectos más importantes y del cual te das cuenta después que estas metido en el rollo y es el económico. Algo tan elemental y aparentemente, por lo que se ve y escucha a tu alrededor, tan difícil de cumplir como es el establecimiento de un “budget familiar” así como los costos inherentes por tener un hijo jamás nadie, ni iglesia, ni familia, ni escuela tuvieron a bien dar información y a lo mejor es porque tampoco la tenían en total detalle. Recuerdo que en nuestros inicios después que cobraba mi sueldo hacia un reparto monetario de los gastos fijos y pequeña provisión para los eventuales en sobres especialmente preparados y separados. Alimentación, Agua luz y teléfono, gasolina, hipoteca, etc. Cada ítem tenía su sobre y de manera espartana nos sometíamos a la disciplina de no gastar más de lo que se ganaba y en mantener un equilibrado crédito bancario. No había ayuda alguna, salvo la que buenamente nos otorgaron inicialmente nuestros padres. Como pueden comprobar, comienzo esta Colectiva con una cita bíblica que aboga por la ayuda y protección a los hijos. Ya en los tiempos del Imperio Romano existía el “Ius Trium liberorum” Derecho según el cual se concedían en la Roma de Augusto ciertas ventajas y exenciones fiscales a quienes eran padres de tres o más hijos. ¡Oh Salve Roma! Pues fueron prácticamente esas mismas ayudas, herencia arrastrada del Derecho Romano, las que recibimos del ostentoso y petroadinerado Estado Venezolano. Jamás disfrutamos ayuda directa del Estado por y para nuestros hijos. Por lo tanto, había que sacar cuentas, muchas cuentas y cuando estas no eran suficientes, pues había que recortar gastos o aumentar ingresos, normalmente solicitando aumentos salariales o buscando nuevos empleos. Esos treinta años profetizados por mi padre tienen un costo significativo y que se ha de tener muy en cuenta pues “quot unquot” cada chaval no sale por menos de 350 mil dólares americanos, que multiplicado por tres, como es mi caso, pues llegamos a la redonda suma de 1 millón de dólares en exceso. Claro, la Naturaleza en su sabiduría asegura la permanencia de la especie con el placer sexual y la civilización la emula pero con la alegría del enamoramiento y la dicha familiar acompañado, eso si, con la oscuridad de la ignorancia. Si no díganme ustedes quien es el valiente, fríamente analizado el fenómeno, que careciendo de todo apetito sexual es capaz de realizar semejante marranada en cumplimiento de “un deber con la Naturaleza” Seguro que le resultaría tan tedioso y aborrecible como a las 130 millones de mujeres musulmanas con el clítoris ablacionado. Si encima de ello le informas que su vida, sus vacaciones, sus amistades etc., No las decidirá él sino que darán vuelta alrededor de un nuevo elemento pivotante que serán los hijos producto de ese heroico acto de procrearse y que para más INRI, cada uno de ellos, cruzando los dedos y tocando madera, no representaran menos de 350 mil dólares del sudor de tu frente durante treinta años… ¡Uy! Me parece que este planeta no tendría problema de sobrepoblación alguno.

Obviamente la familia y los hijos son también una fuente de dicha y alegría, cuando ello bien ocurre, como la que recién narré de las graduaciones. Pero lo contrario no deja de suceder a diario. En España de cada 4 matrimonios 3 se divorcian. Yo propondría una nueva forma de generar riqueza: el festejo del divorcio. Así como celebramos el matrimonio, ¿por qué no se ha de celebrar el divorcio? Después de todo es un momento feliz por haberse dado cuenta la pareja de que “nanai…” de que ni yo calo contigo ni tu me soportas. Y que eso de contigo pan y cebollas… va a ser que no. Es un descubrimiento extraordinario digno de orquesta, deliciosos canapés, buen licor, cohetes y un extraordinario puro de despedida. Las tartas serian de un solo piso pero con los muñequitos no vestidos como patiquines sino como luchadores de sumo japonés, o quizás el muñequito varón en un barquito y la muñequita con el brazo extendido agitando un pañuelo en señal de un tierno adiós para siempre o “mal rayo te parta”. Las tarjetas de invitación serían de lo más creativas o sugerentes, quizás alguna podría decir algo como: “Fulanito y fulanita, en vista de su mutuo y grandísimo desconocimiento, tienen el placer de invitarles a su acto de D I V O R C I O, que puntualmente se realizará en el juzgado 5º de la Moraleja.” Seria algo realmente enternecedor o quizás esta otra de corte más pragmático y sensato sin dejar de ser solemne y pija de: "Don Fulano del hombre y Doña Fulana del hombre, padres del hombre de marras y Don Fulano de la mujer y Doña Fulana de la mujer, padres de la Fulana de marras tienen el intensísimo placer y regodeo en invitarles a la dichosa comunión de pareces de crecimiento personal “ab individuo” de nuestros hijos. El acto será llevado a cabo por el excelentísimo señor, Don Triquiñuela Legal y de los Propósitos Oscuros, juez ocasional y prudente del Partido judicial de Cuesta Arriba y Cuesta Abajo y bendecido por los Reverendísimos y altísimos representantes del Tribunal de la Rota: Monseñor Don Aquino huboboda y su secretario, Monseñor Don Masvale Asin". Por supuesto que una tarjeta de tanto calibre ira acompañada, como no podía ser de otra manera, de una tarjetita pequeña en donde de manera cursilísima y desvergonzada se reclama, con caligrafía británica una suma de dinero para el tratamiento psiquiátrico de cada uno de ellos. ¡Menuda ironía!

Pasando a otro punto, les contaré que Jeannette fue invitada por Federico a pasarse unos días en Miami. La sólita Meca y sueño de todo venezolano. Regresó muy contenta por los planes de nuestro hijo así como por las compritas realizadas por esa gran ciudad de la Florida (que no es su capital). Para no quedarse atrás, Manuel le ha extendido una invitación para ir a Paris el próximo 24 de julio, invitación que mi esposa me extendió a mi también. Como les comenté, hoy es su cumpleaños y nada mejor para celebrarlo que ir al Teatro. La invité a ver “El perro del Hortelano” de Lope de Vega en Alcalá de Henares, en donde actualmente se está celebrando el festival anual de Teatro Clásico. En esta oportunidad la función se lleva a cabo en el Teatro Salón Cervantes. Obra muy a propósito con enamoramientos y bodas y digna de ser no solo vista sino analizada. Una mujer (Diana) que ama por celos para luego frenar, como el perro del hortelano que ni come ni deja comer; o en la versión venezolana: "Ni lava ni presta la batea" Y nada más. Ahí les dejo esto como bocado:


“Discreto y necio has andado:
discreto en que tu nobleza
me has mostrado en declararte;
necio en pensar que lo sea
en dejarme de casar,
pues he hallado a tu bajeza
el color que yo quería;
que el gusto no está en grandezas,
sino en ajustarse al alma
aquello que se desea.”

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TITULO: No son los hijos los que deben atesorar para los padres, sino los padres para los hijos. Cor. 12,14