09 abril 2006

AD PEDEM LITTERAE

Queridos todos:

Terminábamos la anterior colectiva anunciando que a lo mejor el próximo éxito discográfico de los santones monjes budistas venga del Tibet pero con ritmo de “sevillanas” debido a la “reencarnación” en un chiquillo granadino de uno de los Lamas y que esto no es otra cosa que la manifestación de la autoconciencia produciendo uno de sus característicos “monstruos”, como diría Goya, porque sabe que muere y que para algunos muere para siempre.

En definitiva, el refugio en una deseada (¿probable?) vida más allá de la muerte, como manera de soportar y superar a ésta; la sed de inmortalidad que tratan de apagar muchos credos religiosos apalancándose en la fe. Fe en Dios y en su Palabra: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Y todas las cosas por él fueron hechas" (Jn. 1:1-3). Y esta Palabra de Dios nos cuentan que está consagrada en el libro de los libros: LA BIBLIA.

Aparece Dios hablando a Moisés en el monte de Sinaí y allí escribe las tablas de la Ley. Esas tablas aparentemente de madera, fueron celosamente guardadas en el Arca de la Alianza y allí quedaron para siempre ocultas en el lugar donde dicha Arca fue escondida, por el profeta Jeremías, en una cueva del monte Nebó... (Macabeos. II, 2) Sin embargo, las malas lenguas dicen que el Arca –incluso algunos judíos opinan así- se encuentra en la actualidad, muy bien guardada, en el Vaticano. De todas maneras, lo que cuenta para nuestro tema de hoy es que Moisés escribió el mensaje divino en el cuerpo inicial de la Biblia: el Pentateuco o los cinco libros que constituyen “la Toráh judaica” y a este cuerpo inicial de libros se añadieron muchos otros hasta totalizar 24 mientras que la Biblia cristiana totalizan 39 debido a que algunos libros de la Biblia hebrea fueron divididos en dos (Ejemplo Samuel I y II) más los añadidos por el Nuevo Testamento.

Sabemos que nuestras vidas no son otra cosa que la resultante, la síntesis, de innumerables escenarios de luchas entre el azar y la necesidad, y que lo que llamamos nuestra felicidad no escapa de ser un interminable ejercicio ambivalente, bipolar de “bueno-malo” de donde surge esa cosa curiosa, extraña, y sui generis que se ha dado en denominar “Etica”. Por ello no podemos ni debemos ignorar la influencia y la importancia de la Biblia en la historia de la humanidad por dos cosas: la primera porque ella es para millones de fieles la “Palabra de Dios” y la segunda porque es el principio y fundamento de la ética occidental.

Abordemos un poco la particularidad de ser la Palabra de Dios. Si nos acercamos un poco, de manera objetiva, a la Biblia, nos damos cuenta que en principio no son otra cosa que un cierto numero de libros escritos en fechas distintas, por autores distintos y en idiomas distintos. Mucho llovió desde que Moisés escribió “La Toráh” hasta la versión bíblica, hasta hace muy poco la oficial de la Iglesia Católica, de La Vulgata Latina de San Jerónimo, escrita entre el año 382 al 404 d.C. Siendo así, ¿qué consistencia literaria pueden tener sus textos? En aquellos años, la mayor parte de los cristianos usaban, hasta aproximadamente el siglo cuarto, la LXX (Septuaginta) como base para el Antiguo Testamento. Por supuesto que también había una considerable cantidad de literatura que se consideraba “escritura inspirada” motivo por el cual, los primeros concilios de la Iglesia se ocuparon en gran parte de este asunto. La idea era saber a fondo lo que verdaderamente constituían las escrituras; es decir cuales eran inspiradas por Dios y cuales no. Había que discernir entre los Libros Protocanónicos o verdaderamente inspirados por Dios y los dudosos o Deuterocanónicos. De hecho, San Jerónimo no quería incluir los Deuterocanónicos en su famosa traducción. Este hombre tenía el conocimiento del “canon hebreo” que se había desarrollado y sabía que esos libros no tenían inspiración; y no eran aceptados ni por la Iglesia ni por los judíos.

Fue San Agustín, contemporáneo de san Jerónimo, quien quería incluirlos en la nueva traducción de la Vulgata. Después de conferenciar con el Papa Dámaso y sabiendo que gran parte de la gente estaba a favor de Agustín, Jerónimo decidió incluir los libros Deuterocanónicos en su famosa traducción. Es importante saber que san Jerónimo no era bien aceptado en la antigua capital de Roma lo que también influyó que estos libros ya mencionados fueran agregados en esta versión. Ya vemos como unos textos no inspirados luego pasan a serlo por causa de “presiones” internas...

Salta de todo lo anterior algunas graves preguntas: ¿Cómo se sabe que un libro está inspirado y otro no? ¿Es eso posible?, ¿Por qué uno es Palabra de Dios y el otro no? ¿Quién tiene el cedazo cognoscitivo para detectar el rasgo divino en los escritos? Y algo que nos llama muchísimo la atención: ¿Cuánta fiabilidad hay en la traducción de los libros bíblicos? ¿Escapa la Biblia al fenómeno “Traduttore-traditore” que tanta desconfianza genera? Y este es el otro punto de gran interés con relación a la Biblia. ¿Podemos fiarnos de las traducciones hechas de los libros de la Biblia, máxime que son en su mayoria traduciones de segundo, tercero o enésimo grado? Es decir, traducción de traducción de traducción. ¿No ocurrirá con ello la misma deformación de la frase usada en el juego del teléfono? ¿Tenía el mismo sentido las palabras utilizadas en arameo que las del actual castellano? Veamos al azar algunos ejemplos de traducciones y sus distintos matices sin ser estos los más delicados bíblicamente: Refiriéndose a las excursiones que hacía David en las tierras de los Filisteos antes de ser Rey, se lee en 1 Samuel 27, 9 y 11:

Versión de la Vulgata latina 382-404:
“9 et percutiebat David omnem terram nec relinquebat viventem virum et mulierem tollensque oves et boves et asinos et camelos et vestes revertebatur et veniebat ad Achis”
“11 virum et mulierem non vivificabat David nec adducebat in Geth dicens ne forte loquantur adversum nos haec fecit David et hoc erat decretum illi omnibus diebus quibus habitavit in regione Philisthinorum”

Versión de Reina-Valera, 1909:
"9 Y hería David el país, y no dejaba á vida hombre ni mujer : y llevábase las ovejas y las vacas y los asnos y los camellos y las ropas ; y volvía..."
"11 Ni hombre ni mujer dejaba á vida David,..."

Versión de Nácar-Colunga, 1944:
"9 David asolaba estas tierras, sin dejar vivos hombre ni mujer..."
"11 David no dejaba con vida hombre ni mujer..."

Versión “nueva” de Reina-Valera, 1960:
"9 Y asolaba David el país, y no dejaba con vida hombre ni mujer ;..."
"11 Ni hombre ni mujer dejaba David con vida para que viniesen a Gat..."

Versión de la Biblia De Jerusalén, 1975:
"9 Devastaba David la tierra y no dejaba con vida hombre ni mujer..."
"11 David no dejaba llevar a Gat con vida hombres ni mujeres..."

Versión de Nuevo Mundo, 1987:
"9 Y David hirió la tierra, pero no conservó vivo ni a hombre ni a mujer..."
"11 En cuanto a hombre y a mujer, David no estaba conservando vivo a ninguno..."

Para complicar más las cosas están también los llamados Evangelios Apócrifos que son aproximadamente 10 y digo aproximadamente porque cuando menos te lo esperas aparece en alguna cueva otro ejemplar como recientemente ha aparecido el manuscrito copto del evangelio de Judas. ¿Es inspirado o no este evangelio? ¿Su traducción es fiel o no? ¿Pasará a formar parte integrante de la Biblia? Estoy seguro que muy pronto harán películas y novelas tomando como base dicho evangelio.

Los textos del evangelio de Judas provienen de la tradición gnóstica, una corriente religioso-filosófica popular en los siglos II-IV. Los gnósticos reclaman la posesión de un conocimiento secreto e inaccesible para la gran mayoría de la gente y se centran especialmente en lo espiritual e intelectual que ellos desprecian de la creación material, incluyendo el cuerpo humano. Esta rama fue condenada por San Ireneo en el año 180 mencionando precisamente el Evangelio de Judas.

Ante las ampollas que ya se están levantando, El padre Jesuita Gerald O’Collins, profesor de Cristología en la Universidad Gregoriana de Roma, dice que el texto, como los evangelios apócrifos de María Magdalena y Felipe, no merecen el nombre de ‘Evangelio’ pues son textos que en realidad “tratan de reforzar la importancia” de los personajes a quienes se les atribuyen posteriormente. Según O’Collins “Un Evangelio es un género literario –establecido por Mateo, Marcos, Lucas y Juan- que se centra en la vida, muerte y resurrección de Jesús” y que el de Judas no tenía importancia para la mayoría de los cristianos cuando fue escrito cientos de años atrás (¡). Me pregunto ¿Cómo sabe el padre O’Collins, si ese texto esta inspirado o no? Es muy distinto un Judas traidor a un judas cumplidor del designio divino y sufridor del mismo. Es un giro fuerte el de un Judas villano a un Judas discípulo abnegado y cumplidor de una labor que ayuda a la redención de la humanidad... ¿Pasará con todos esos evangelios apócrifos lo mismo que con los libros Deuterocanónicos que al final pasaron a formar parte integrante de la Palabra de Dios? ¿Habrán grupos de presión o intereses para que ello ocurra? Y entonces... ¿Quedaría la ética occidental inalterada si ocurre algo así?

Pues si, lo reconozco: ¡Menudo tostón estoy dando a aquellos que hayan tenido la paciencia de llegar hasta aquí con su lectura!. Pero tenemos que reconocer que el tema tiene un interés especial, principalmente ahora que estamos entrando en la Semana Santa. Un fuerte abrazo. Agur.


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TITULO: Al pie de la letra...

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