01 marzo 2011

"Bloody Henry" vs. "Bloody Mary" o de cómo se manipula la Historia...

Aunque parezca extraño la figura del Rey Enrique VIII no es recordada con la misma malignidad que la de nuestra María I Tudor en el entorno Británico. De ese rey, además de haber encontrado los argumentos suficientes para decapitar a 2 de sus esposas (Ana Bolena y Catalina de Howrad) y poder enviar a la muerte a Tomás Moro y al Cardenal Fisher, debemos recordar que su política de persecución a los católicos en Irlanda, por ejemplo, fue tan exitosa que solo dos monjes dominicos se salvaron de ser ejecutados de los más de 1000 que en ese momento existían. Además, cualquier persona que tomara algún oficio en la Iglesia Anglicana o en el Estado (esto continúa vigente) era forzado a tomar el “Juramento de Supremacía” con la previa advertencia de que violar ese juramento significaba la horca o el desmembramiento corporal.

Puestos en números, las sentencias de los juicios por herejía durante el reinado de Maria I llevaron a la muerte a 273 protestantes una cantidad bastante menor a los miles de católicos asesinados bajo el reinado de Enrique VIII y con la salvedad de que María comenzó a ver, con mucho dolor de su parte, que estos actos crematorios que buscaban arrancar de raíz la herejía protestante no estaban dando el resultado deseado. En vez de traer gente de vuelta al redil de la Iglesia Católica las ejecuciones estaban creando además de humo, resentimiento y rebelión. No siempre “La Iglesia que ilumina es la que arde” como arengaba el anarquista español Buenaventura Durruti

La única alegría de María se centraría en su matrimonio con nuestro Felipe II y la esperanza de alumbrar un heredero católico para Inglaterra. Eso no ocurrió y dado que la historia, y principalmente todo lo tocante a España suele ser escrito con las típicas connotaciones de la “leyenda negra”, Enrique VIII es hoy recordado como el “Reformador de Inglaterra” pero nunca como un rey sangriento, “honor” que sólo le tocó, históricamente, a María Tudor o "Bloody Mary".

Curiosamente esta pugnacidad católico-protestante sigue vigente en las brumosas Islas Británicas. ¡Qué fracaso! Ni Maria vio el establecimiento del catolicismo en Inglaterra ni Enrique VIII tuvo el heredero varón que tanto buscó. Para colmo quien le sucede en el trono es la hija de Catalina de Aragón de cuyo matrimonio nació todo este desaguisado histórico. Como dice la primera ley de Murphy: “Si algo puede salir mal, saldrá mal”


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