09 diciembre 2006

DIABOLI DETRITUS

Queridos todos:

“ah, ah, ah, que no puedo hablar” decía el profeta Job. Es cierto, hay momentos en los cuales te quedas mudo y eso suele suceder, independientemente de la conveniencia de hablar o no, por dos razones: o crees que no tienes nada que decir o tienes tanto que decir que optas por quedarte callado. Eso me pasa hoy, y por la segunda razón. Esta vez hablaré (escribiré) poco y me acogeré al proverbio árabe que reza: “eres dueño de lo que callas y esclavo de lo que dices”

Lamentablemente y como dije en mi pasada Colectiva, se cumplió la victoria electoral de Chávez. De esas elecciones se destacan dos cosas: 1- La oposición parece cristalizarse y acrecentarse con personas no necesariamente “escuálidas” pues hay mucho chavista arrepentido en ese 40% de voto opositor y 2- Chávez quiere eternizarse en el Gobierno cambiando su Constitución. Ambas cosas tendrán en el tiempo un mismo resultado: La caída de Chávez. ¿Qué pasará con Venezuela cuando ello ocurra? Parece cierto que los países productores de petróleo, cuyas economías dependen de él, padecen de una extraña maldición: la mayor parte de ellos, o no son democracias (como ocurre con las naciones árabes), o lo son a medias (caso Venezuela), o sufren la plaga de la corrupción (Venezuela y Nigeria), o son dictaduras (caso de Guinea Ecuatorial). Hoy Chávez utiliza los beneficios del petróleo para tener a la población contenta, garantizándoles los mínimos de subsistencia; es decir, Chávez compra populistamente el voto de los ciudadanos. El se ha asegurado la eterna reelección, pero condena a los venezolanos a una economía subsidiada y sin futuro.

Pero Venezuela no se reforma, no crea una estructura empresarial de futuro, no potencia la educación,… Dame al 80% de la población con salario suficiente para ir al mercado y cubrir sus necesidades de vivienda, educación, salud, retiro y diversión y llámame como quieras: Economista endógeno, tonto contemporáneo, marxista-rosé, keynesiano budista o incluso chavista… Ese es el verdadero programa y acción que todo gobierno que se precie debe tener y llevar a cabo. El resto son elucubraciones coito-sucedáneas y pamplinas publicitarias para después de tener la barriga llena y el cabreo a flor piel con esas cosas tan curiosas y variopintas como aquellas que últimamente escuchamos en España sobre el laicismo estatal que ampara religiosidades extemporáneas, o los derechos de los matrimonios gays, o las sublimes discusiones sobre si el mono es humano o no; o definir si un terrorista es un chico malo que hay que recuperar en lugar de condenar, sin olvidar por ello la angustia horaria de los gallegos. Pero eso si, apartando todo ese “surrealismo”, que al menos ese 80% de la población del país, sea Venezuela, España o cualquier otro, cuando apague la tele y se vaya a la cama, pueda mañana, cuando despierte, sufrir la angustia del ¿hoy que me pongo? cuando abra su atiborrado armario; pueda ir al mercado y pagar su hipoteca; elegir el Colegio para sus hijos y optar, según le convenga, por el sistema de salud público o privado sin tener por ello que vender su alma; que pueda ahorrar en su plan de retiro y que aún le quede dinero para comprar un par de entradas para invitar a su pareja a ver el espectáculo que más le agrade o darse un viajecito por aquel sitio que tanto añoran. ¡Coño, ¿por qué será tan difícil para algunos gobiernos llevar esto a cabo?! Y lograr este escenario no es cosa ni fácil ni difícil, sino de constancia y persistencia en el tiempo ayudado con políticas acertadas e indoblegables instituciones democráticas que han de estar conformadas por ciudadanos con altos valores democráticos y no por unos oportunistas “echa votos” de conveniencia…

En la Venezuela post electoral hay mucha depresión y desánimo, al menos en un 40% de la población y eso es mucha desmoralización. En el restante 60% tampoco hay una alegría cierta sino aquella extraña y peligrosa sensación del “por ahora”. Saben bien que en cualquier momento “la cosa” puede cambiar; que no es la primera vez que ocurre y por eso como dicen por allá, “según vaya viniendo vamos viendo…” En Venezuela el petróleo, el llamado “Excremento del Diablo” en la medida que sube su producción y precios en el mercado en esa misma medida genera pobreza, es decir, pobres de solemnidad, desheredados y sin posibles para ir al mercado, ni cubrir sus necesidades de vivienda, educación, salud, retiro y diversión. Y peor aún: sin futuro.

No todo está perdido, como antes dije, la oposición parece cristalizarse y el reelecto presidente de Venezuela mordió la fruta envenenada del Poder al querer eternizarse en el Gobierno. Ambas cosas conducen a la caída de Chávez, pero quizás el catalizador de ese evento no será ni la oposición ni la descomposición del actual gobierno, sino la caída de los precios del petróleo. Así juega el Demonio, para que luego digan que ese bicharraco no existe… Agur.
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TITULO: Excremento del Diablo

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