05 agosto 2006

AEGYPTUS III

Queridos todos:

No os podéis quejar; habéis recibido dos colectivas el fin de semana pasado, y ahora, con esta, terminamos la narración del viaje a Egipto. Habíamos quedado en la visita a La Ciudadela de Saladino y en ella a la Mezquita de Alabastro. Ahora toca el barrio Copto que es otra de las visitas obligadas.

La Iglesia Copta fue fundada en Egipto en el siglo I. Muy anterior a la presencia islámica que tuvo lugar 700 años después. Quizás por ello los musulmanes y los coptos tienen una armonía en sus vidas realmente ejemplar. De hecho un buen numero de los actuales musulmanes en Egipto son descendientes de conversos coptos de aquella época. Sin embargo, con el aumento de la actividad de los fundamentalistas islámicos desde finales de los años 1970, ha empeorado la convivencia de los coptos en Egipto. Entre 1981 y 1985 el papa Copto Shenuda III fue recluido en arresto domiciliario en un monasterio en el desierto. Según la tradición, la Iglesia Copta tiene su origen en las prédicas de San Marcos, que llevó el cristianismo a Egipto en la época del emperador Nerón. Es una de las antiguas iglesias orientales, que se separaron del resto en el Concilio de Calcedonia (451 DC). Según su tradición, la Iglesia Copta guarda minuciosamente la creencia y doctrina cristiana en su forma más antigua y auténtica. El símbolo de la cruz se empezó a emplear en Alejandría, por los coptos y perdura hasta nuestros días en todo el cristianismo.

Últimamente ha estado muy comentado el “Evangelio de Judas” que junto con el de Tomás, Felipe y Valentín, integran los evangelios apócrifos de esta iglesia y del cual os hablé en una colectiva anterior. En el barrio se pueden visitar innumerables iglesias de aquellos tiempos, la sinagoga y, sobre todo, caminar por callejuelas increíbles. La más famosa es la iglesia de Abu Serga (San Sergio), la primera de toda la cristiandad, construida sobre la cueva que, según la tradición, dio cobijo a la Sagrada Familia durante su presencia en El Cairo antiguo. La Iglesia Copta tiene todo el itinerario de ida y vuelta de la Sagrada Familia. En casi todos esos lugares hay monasterios, iglesias o conventos de dedicación. Sin embargo su objetividad histórica no es otra que la tradición, si bien hemos de reconocer que no por ello tiene que ser necesariamente falsa. Me llamó mucho la atención la sencillez de la protoiglesia. Arquitectónica y artísticamente no tiene valor alguno si bien alberga una colección de iconos antiquísimos que cuelgan en sus paredes y que se encuentran prácticamente sin protección alguna a no ser que no sean los originales, como cuentan los guías, sino meras copias. Como si fuese Toledo, en este mismo barrio se encuentra también la sinagoga Ben-Ezra que fue levantada en el 600. Algunos aseguran que fue allí, entre los juncos, que la hija del faraón encontró a Moisés... y muy cerca, está el Museo de Arte Copto que alberga los Códices Nag Hammadi con más de 1200 papiros del siglo IV escritos en copto y que son la principal fuente de información para los historiadores de los primeros días del cristianismo.

Diametralmente opuesto a todo esto se encuentra el famosísimo Bazar o “Khalili” como allí le llaman. Lugar de encuentro de todos los turistas y no turistas. Inmenso mercado de cuanta cosa innecesaria te puedas imaginar. En Egipto las compras son verdaderamente un ejercicio de resistencia pues en todas tienes que practicar el regateo, de lo contrario te expones a pagar hasta un 300% más del valor de la mercancía comprada. Normalmente hay que rebajar un 50% al precio ofrecido por el vendedor y llegar a un acuerdo entre el 65% o el 70% del valor inicial. En algunos casos es bastante mayor lo que puedes rebajar, pero ya os digo si no tenéis paciencia, mejor es no ir. Allí hay algunas reglas, no escritas pero que se cumplen y entre ellas está que si tu das un precio y la parte vendedora lo acepta, estás obligado a comprar en ese precio. En ese momento muere el regateo o podrías morir tú, dependiendo del caso. El Bazar es un lugar formidable para tomarle el pulso a la vida Cairota. Me hizo mucha gracia cuando me querían cambiar a mi hija Isabel por 10 mil camellos (por Jeannette no me hicieron oferta alguna) que a lo largo de la tarde ascendió a la cifra de 150 mil camellos! Y ya como última oferta la promesa que los camellos vendrían acicalados y ¡sin cola! Impresiona cómo se quedan con tu cara: dos días después, y mira que ven a miles y miles de personas diariamente, me reconocían y me volvían a insistir sobre la mercancía ofrecida. Uno de ellos me preguntó si me acordaba del precio por una cachimba y le dije que si. El me contestó, -pues hoy ¡es más barata! Me hizo tanta gracia que tuve que comprársela y ahora adorna en nuestra buhardilla. Nos sentamos a tomar un refrigerio en uno de sus cafés en donde no sirven bebidas alcohólicas por la ley musulmana y al día siguiente cuando volvimos me grita el camarero: -¡Suegro, siéntate aquí! Y de hecho nos sentamos. Todos hablan español, unos mejor que otros. Nuestro guía nos dijo que era la segunda lengua más hablada en Egipto. No se cuan cierta pueda ser esa afirmación, pero lo que si puedo decir es que jamás hablé en Inglés. Siempre en español. Lo insólito fue que la única cosa que en verdad buscaba, una “rosa del desierto” no la encontré en todo el bazar a pesar que sus vendedores la buscaban de uno a otro entre las pequeñas callejuelas del Khan el-Khalili. Todos comercian, sueñan, se mueven y vibran en lo que parece un ritmo demoníaco a los ojos del occidental. Pero la armonía existe, el orden... su orden... existe. Al caer la tarde la intensidad comercial desciende; el mundo se relaja y todos se funden al ritmo quedo de la oración del Al-Muazín entonada en los minaretes de sus más de 400 mezquitas. Una de esas tardes fuimos a la Madraza El-Ghuri, muy cerca del Bazar donde presenciamos un fascinante espectáculo de música Sufí completamente gratis.

Regresamos al hotel en taxi. Subirte a un taxi en El Cairo es una de las experiencias que hará que tu adrenalina suba a toda pastilla. Las más elementales reglas civilizadas de tráfico no existen en el Cairo; allí solo existen coches pasados de moda (la mayoría rusos) a su libre albedrío. No se respeta absolutamente nada: policías, luces rojas, señales de tránsito, pasos de cebra; nada de nada. El último taxi que cogimos se empeñó en enseñarnos árabe. ¡Qué gracia! Nos moríamos de la risa y él taxista con nosotros. Además nos pedía que gritáramos las palabras “aprendidas” a los otros coches que estaban a menos de 10 cms. de separación de nosotros por los cuatro puntos cardinales. ¡Qué vértigo y qué risa le daba a los ocupantes de los coches cercanos escucharnos las voces en “árabe”! Además, junto con todo el palabrerío en árabe que nos hacía repetir tenia ocurrencias descabelladas como la de preguntarle a mi hija Isabel, cuando estábamos en medio del autopista, si se detenía para que ella pudiese tomar una foto… y a mi me pidió, como de hecho fue así, que cogiese el volante pues el se iba a fumar un cigarro… y para colmo, sacó de la guantera una colección de sombrerillos de tipo musulmán a ver cual me quedaba bien para vendérmelo… ¡Estamos vivos de milagro! Desde luego que es una experiencia que hay que pasar en esa ciudad y que recomiendo a todo el que la visite, que lo haga solo una vez. La otra cara de la moneda es cuando eres peatón. Cruzar una calle en el Cairo ¡Dios mío! es exponerte a muerte segura. Lo cómico e insólito es que la gente cruza y hay que aprender “la técnica” que consiste en ir despacito así los coches te van evadiendo, porque no vayas a creerte que van a darte el paso. Esto nos lo enseñó un militar de los que cuidan la entrada al museo del Cairo que al vernos por largo tiempo en el mismo sitio sin cruzar, nos alcanzó y ayudó llegar a la otra acera… ¡ya te digo! De no haber sido por él todavía estaríamos allí intentando cruzar…

Para finalizar y como una extensión de los templos y Las Pirámides está el Museo del Cairo, el más importante de todo Egipto. Es un edificio de dos plantas, situado en el centro de la ciudad y rodeado de un pequeño jardín decorado con epígrafes y esculturas antiguas. La planta baja, enteramente dedicada a la escultura, a los relieves pintados y a los sarcófagos, está dominada por las colosales estatuas de Amenhotep III y de la reina Tie, situadas al fondo del gran atrio. En la primera planta se exhibe el ajuar fúnebre de Tutankamón: la máscara y los sarcófagos de oro, las joyas, el trono de oro, la vajilla de alabastro y el mobiliario. Las colecciones expuestas son de tal riqueza que no pueden visitarse en un solo día. En él se conservan las momias, esculturas, objetos, artículos decorativos de toda la época faraónica. A pesar que en el 2002 se le hizo una remodelación por su centenario, se encuentra en muy mal estado de conservación, con algunos techos de uralita, ventanales rotos y espacios abiertos lo suficientemente como para descolgarse con una sábana y salir cargado con alguno de sus tesoros. El tesoro de Tutankamón tuve la oportunidad de verlo por vez primera en el British Museum de Londres hace ya ¡30 años!, y su visión nuevamente no dejó de maravillarme, sobre todo la máscara de oro que es de una perfección poco creíble si consideramos la época en que fue elaborada. Es muchísimo lo que se aprecia en este museo pero reconozco que me llamó la atención, por lo insólito, la colección de “boomerangs” que usaban en Egipto creados muchísimo antes que en Australia. ¡Cosas veredes!

La visita al Cairo la terminamos con broche de oro: Una visita a su magnífico Teatro de la Ópera inaugurado en 1988, diecisiete años después que la “Casa Real de Opera”, allí donde se escuchó la Aida de Verdi por vez primera, fuese destruida por el fuego, como corresponde a todo teatro que dignamente se precie… Su estilo es una preciosa expresión de la arquitectura árabe moderna. Asistimos a un concierto de música clásica árabe. Me llamó la atención la poca asistencia de público (un 50%) de la sala y además los únicos extranjeros éramos nosotros. Incluso algunos músicos, a la salida nos daban las gracias por asistir. Dada nuestra manía operística, desde antes de iniciar el viaje me había informado por Internet sobre la programación. Lamentablemente no tienen la facilidad de poder comprar las entradas desde el ordenador por lo cual tuve que ir en la mañana a adquirir las entradas para luego en la tarde volver para disfrutar del espectáculo. En los hoteles no tienen ningún tipo de publicidad o programa que incluya a la Opera y es lamentable pues merece la pena verse.

El regreso no tuvo ninguna novedad. Llegamos al aeropuerto y el vuelo no tenía retrasos. Esta vez tuvimos un par de gratas sorpresas: sobrevolar la ciudad de Alejandría y ver el volcán Etna en plena erupción cuando sobrevolábamos la isla de Sicilia. Y nada más. Solo comunicaros que la próxima semana no habrá colectiva porque nos encontraremos por Andalucía. Haremos un viaje por Granada, Olvera, Sevilla y Moguer. Viaje que tiene doble propósito: turístico y familiar pues iremos a visitar a María Josefa de la Rosa, prima de mi abuela paterna y también atender la invitación a la boda de la hija de mi primo hermano Manolo Thorices en Moguer. Venga, besos y abrazos para todos. Agur.

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TITULO: Egipto III

1 comentario:

Nuria dijo...

Saludos!
Manolo, ha sido una delicia volver a rememorar tan buenos momentos con tus palabras. Volveré en otra ocasión por aquí.
Por cierto, me encanta el diseño de tu blog ;)