Queridos todos:
El sábado 28 del pasado mes, todavía revoloteando en mi mente la frase de Alcuíno de York, y cuando “Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos” (1) nos montamos en el coche y partimos rumbo a Lisboa con la sabia dirección de “Tontón” nuestro avezado GPS, docto conocedor de los más intrincados recovecos de las vías de Europa. Cada dos horas alternaba con Jeannette la función de conducir, cosa que ya hacíamos cuando recién casados íbamos desde Caracas a la “Hacienda Tarita” en la Villa del Rosario (Venezuela). Curiosamente la distancia, era similar: alrededor de 700 Kms. La diferencia está en el tipo de carretera, pues si bien aquella comenzaba en autopista, iba degenerando y terminaba en vía de acceso agrícola muy propia del turismo de aventura; mientras que esta hasta Lisboa es una extraordinaria autopista que termina, como broche de oro, con el imponente, majestuoso y ultramoderno puente de 17 Kms sobre el río Tajo diseñado por el famoso arquitecto español Santiago Calatrava.
Pues si, tras 7 horas de viaje nos sucedió como al pastor que “puso por obra su determinación, y, antecogiendo sus cabras, se encaminó por los campos de Estremadura, para pasarse a los reinos de Portugal” (2) A su preciso momento, “Tontón”, después habernos indicado muchos cambios tanto a la derecha como a la izquierda, nos emitía su último parte de bitácora: “después de 200 metros está su destino” que no solo era Lisboa, sino la mismísima puerta del hotel. ¡No somos nada! O como decía Don Hilarión en la zarzuela de la Verbena de la Paloma: ¡Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad! Era la segunda vez que visitaba Lisboa; ciudad que siempre me gustó por su limpieza, la amabilidad de los lisboetas y ¡la excelente forma de preparar el bacalao!
Lisboa, y por extensión Portugal es un vivo ejemplo que refleja en qué se traduce una Región que se independiza de España. Tienen gobierno propio, e idioma (similar al gallego), pero su vida es la de una autonomía española más: Bancos, Grandes Almacenes, Gasolineras, mobiliario callejero, productos alimenticios, comunicaciones y un largo etcétera están controlados por empresas españolas… y esto es así bastante después que España reconoció su independencia en el 1668. Quizás por ello hay un movimiento en Portugal que propugna la re-unión de ambos países bajo el nombre de Iberia, algo que ya ‘Tontón’ en su profunda sabiduría no solo impone sino que agranda ubicando en el mismo cotarro a Andorra y llamando a ese conglomerado peninsular: IBERIA. Acto seguido, declaro que me da por pensar que igual cosa pasará con cualquier otra Región española que logre una futurible independencia. A lo mejor por eso el Presidente del Gobierno Vasco sospechosamente propone para su región, una independencia al estilo de Puerto Rico, como Estado asociado a España.
Fueron cinco días deliciosos, con excelente tiempo y mucha agitación viendo y conociendo todo cuanto se podía. Destacan tres aspectos: el primero la vida cotidiana en las calles de Lisboa; sus vendedores ambulantes, limpiabotas y pordioseros. El segundo la Lisboa Monumental generosa en Edificios Palaciegos, fuentes, esculturas, Monumentos, puentes, conventos, principalmente el de los Jerónimos e Iglesias y el tercero la belleza de su casco antiguo que sobrevivió al terremoto de 1755 uno de los más destructivos y mortales de la historia, causando la muerte de entre 60.000 y 100.000 personas y con consecuencias catastróficas incluso en mi pueblo Moguer.
En este casco antiguo se encuentra la esencia de Lisboa “La Alfama”, un barrio que ha inspirado a poetas, pintores, cineastas y que forma un decorado que parece imposible que perdure en una capital europea. El barrio se precipita desde una de las siete colinas (como Roma) hasta el Puerto, junto al río Tajo que en Lisboa se ensancha hasta 20 Kms. No tiene importantes obras de arte que visitar, ni vistosas fachadas arquitectónicas, sus tesoros son la esencia de sí misma, la sencillez de sus calles, la melancolía de sus paredes desconchadas con balcones que ostentan ropa recién lavada, unas macetas de geranios y pintorescos rostros humanos que se asoman de soslayo por sus ventanas junto con el olor a sardina asada que emana de una destartalada vivienda. De estos rincones de Alfama salieron los más prestigiosos fadistas. Sus calles también sirven de inspiración para los más diversos versos que después se cantaron por las voces más célebres, como Amalia Rodríguez, la diva del fado, que encontró en ella la inspiración para llevar el fado a todos los rincones del mundo.
Por ello y dado a que en Lisboa no hay Teatro de la Opera, nos decidimos ir a comer una noche a uno de esos múltiples restaurantes en donde se cantan Fados en directo. Generalmente es cantado por una sola persona acompañada por una guitarra, el Fado es la expresión más genuina y conocida de la música portuguesa. En el Fado se expresan los malos momentos de la vida, la melancolía, la nostalgia, historias del diario vivir de los barrios humildes; pero especialmente la frustración y fatalismo por la que, según los mismos portugueses, se les caracteriza. Si se me admite un símil, el fado es una especie de mezcla o síntesis entre el tango argentino y el cante jondo flamenco y por ello rebosa en profundos sentimientos. Llegamos al restaurante a eso de las 8 p.m. A nuestro lado estaba una pareja de gringos retirados que viven en New Jersey con quienes departimos amigablemente durante toda la velada. Nuestra cantante estrella fue Isabel Raimundo, quien fue la que nos sugirió el restaurante. A ella la vimos en la mañana de ese día en una tienda de cerámicas y azulejos, y al oírla cantar mientras atendía a los clientes, le pregunté si ella era cantante. Me respondió afirmativamente y nos informó que esa tarde cantaría en el restaurante “María da Fonte” ubicado no solo en la Alfama sino en el centro neurálgico del Fado en Lisboa. Cuando allí llegamos estaba transformada cual gusano en mariposa, tanto así que al saludarnos no sabíamos quien era y fue ella quien nos dio la pista recordándonos habernos visto en la tienda de cerámicas horas antes. Desde luego canta muy bonito y con mucho sentimiento. Yo que soy un parlanchín empedernido fui invitado a guardar silencio repetidas veces por Amílcar, el Maitre del restaurante mientras se cantaban los Fados. Los gringos se desternillaban de risa con nuestros comentarios y ya conociendo la rutina de Amílcar, cuando veía que se acercaba le decía: “Amílcar, o problema eis que tu falas muito” cosa que le causó mucha gracia y de allí en adelante empezó a servirme vino sin costo alguno. Este suceso sorprendió a Jackie, la gringa, quien dado ese acontecimiento me dijo mirando a la última copa servida: “Due the results I think you must talk an excellent portuguese too…” Fue una noche fabulosa en la cual ganamos unos nuevos amigos, disfrutamos de una excelente comida y nos deleitamos con una genuina sesión de Fados. ¡Obrigado!
En Lisboa no puedes dejar de montarte en un tranvía y realizar un recorrido en estos vagones, descubriendo la ciudad desde la ventanilla, un verdadero regalo para los sentidos mientras se disfruta del traqueteo y chirrido del roce de las vías y entras en pánico cuando comienza a bajar por una de sus empinadas colinas. Me vino a la memoria la última vez que me monté en un tranvía en España; fue en Zaragoza, en uno de esos viajes de visita a mis abuelos. ¡De eso hacia cerca de 45 años! pero la sensación era exactamente la misma. Los tranvías de Lisboa fueron para mí no solo un medio de transporte turístico, sino toda una ruta sentimental de recuerdos. De todas las líneas, la que mejor te lleva por esos sitios de ensueño que han de visitarse en Lisboa es la Nº 28, de color amarillo. ¡No lo olviden!
Antes dije que en Lisboa destacan 3 aspectos, pero para los venezolanos hay un cuarto aspecto destacable y es la influencia de los lusitanos en Venezuela. En primer lugar pudimos descubrir y disfrutar de la típica panadería como las de Caracas, y demás ciudades de Venezuela, regentadas por portugueses, en donde además del pan, compras muchas otras cosas, tomas café y te deleitas con el archiconocido “cachito de jamón”. Cuando entremos a una de ellas, muy cerca de la estación de Rossio, de pronto me sentía como en San Bernardino, o en la Pastora, o en Altamira disfrutando de una variante de cachito hechos con masa de hojaldre y rellenos de jamón y queso. Otro aspecto que no podemos dejar de lado son algunas palabras como “quinta”, nombre que se dan a las casas en Portugal, igual que en Venezuela, “carro” un coche para Venezuela y Portugal; “botiquín” que no es un pequeño armario de medicinas, como en España, sino un bar de poca monta en cualquier arrabal de Portugal o Venezuela, y ya que hablamos de arrabales, cual no fue nuestra sorpresa cuando vimos en un autobús un letrero que decía: “Charneca” Estábamos sentados en una terraza tomando café y preguntamos al camarero que nos atendía sobre ese lugar y nos confirmó que era, como el de Caracas, un barrio deprimido de Lisboa y me advirtió que por allí mejor que no fuese. Da muy buen gusto cuando vas descubriendo los orígenes de las muchas costumbres y expresiones de tu otro país y que nadie me había sabido explicar con anterioridad. Además de lo antes dicho, Venezuela ostenta, como ningún otro país, un Estado (Provincia) con el nombre de “Portuguesa” por algo será… La inmigración portuguesa, igual que la española e italiana, han dejado de una forma humilde, callada y contundente una huella muy profunda en Venezuela. La cultura del “Portu” no termina en la desembocadura del río Tajo o Duero… se va mar adentro, siguiendo su tradición de pueblo navegante y alcanza las costas de la Guaira.
Volveremos a Portugal; hay mucho por conocer: Oporto, Coimbra, Faro, Cintra, Tavira, Evora… nos pasa lo mismo que a Unamuno cuando se pregunta: “¿Qué tendrá ese Portugal –pienso- para así atraerme? ¿Qué tendrá esta tierra, por de fuera riente y blanda, por dentro atormentada y trágica? Yo no se, pero, cuanto más voy a el, más deseo volver.” (3) Y nada más, será hasta la próxima. Un fuerte abrazo, Agur.
El sábado 28 del pasado mes, todavía revoloteando en mi mente la frase de Alcuíno de York, y cuando “Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos” (1) nos montamos en el coche y partimos rumbo a Lisboa con la sabia dirección de “Tontón” nuestro avezado GPS, docto conocedor de los más intrincados recovecos de las vías de Europa. Cada dos horas alternaba con Jeannette la función de conducir, cosa que ya hacíamos cuando recién casados íbamos desde Caracas a la “Hacienda Tarita” en la Villa del Rosario (Venezuela). Curiosamente la distancia, era similar: alrededor de 700 Kms. La diferencia está en el tipo de carretera, pues si bien aquella comenzaba en autopista, iba degenerando y terminaba en vía de acceso agrícola muy propia del turismo de aventura; mientras que esta hasta Lisboa es una extraordinaria autopista que termina, como broche de oro, con el imponente, majestuoso y ultramoderno puente de 17 Kms sobre el río Tajo diseñado por el famoso arquitecto español Santiago Calatrava.
Pues si, tras 7 horas de viaje nos sucedió como al pastor que “puso por obra su determinación, y, antecogiendo sus cabras, se encaminó por los campos de Estremadura, para pasarse a los reinos de Portugal” (2) A su preciso momento, “Tontón”, después habernos indicado muchos cambios tanto a la derecha como a la izquierda, nos emitía su último parte de bitácora: “después de 200 metros está su destino” que no solo era Lisboa, sino la mismísima puerta del hotel. ¡No somos nada! O como decía Don Hilarión en la zarzuela de la Verbena de la Paloma: ¡Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad! Era la segunda vez que visitaba Lisboa; ciudad que siempre me gustó por su limpieza, la amabilidad de los lisboetas y ¡la excelente forma de preparar el bacalao!
Lisboa, y por extensión Portugal es un vivo ejemplo que refleja en qué se traduce una Región que se independiza de España. Tienen gobierno propio, e idioma (similar al gallego), pero su vida es la de una autonomía española más: Bancos, Grandes Almacenes, Gasolineras, mobiliario callejero, productos alimenticios, comunicaciones y un largo etcétera están controlados por empresas españolas… y esto es así bastante después que España reconoció su independencia en el 1668. Quizás por ello hay un movimiento en Portugal que propugna la re-unión de ambos países bajo el nombre de Iberia, algo que ya ‘Tontón’ en su profunda sabiduría no solo impone sino que agranda ubicando en el mismo cotarro a Andorra y llamando a ese conglomerado peninsular: IBERIA. Acto seguido, declaro que me da por pensar que igual cosa pasará con cualquier otra Región española que logre una futurible independencia. A lo mejor por eso el Presidente del Gobierno Vasco sospechosamente propone para su región, una independencia al estilo de Puerto Rico, como Estado asociado a España.
Fueron cinco días deliciosos, con excelente tiempo y mucha agitación viendo y conociendo todo cuanto se podía. Destacan tres aspectos: el primero la vida cotidiana en las calles de Lisboa; sus vendedores ambulantes, limpiabotas y pordioseros. El segundo la Lisboa Monumental generosa en Edificios Palaciegos, fuentes, esculturas, Monumentos, puentes, conventos, principalmente el de los Jerónimos e Iglesias y el tercero la belleza de su casco antiguo que sobrevivió al terremoto de 1755 uno de los más destructivos y mortales de la historia, causando la muerte de entre 60.000 y 100.000 personas y con consecuencias catastróficas incluso en mi pueblo Moguer.
En este casco antiguo se encuentra la esencia de Lisboa “La Alfama”, un barrio que ha inspirado a poetas, pintores, cineastas y que forma un decorado que parece imposible que perdure en una capital europea. El barrio se precipita desde una de las siete colinas (como Roma) hasta el Puerto, junto al río Tajo que en Lisboa se ensancha hasta 20 Kms. No tiene importantes obras de arte que visitar, ni vistosas fachadas arquitectónicas, sus tesoros son la esencia de sí misma, la sencillez de sus calles, la melancolía de sus paredes desconchadas con balcones que ostentan ropa recién lavada, unas macetas de geranios y pintorescos rostros humanos que se asoman de soslayo por sus ventanas junto con el olor a sardina asada que emana de una destartalada vivienda. De estos rincones de Alfama salieron los más prestigiosos fadistas. Sus calles también sirven de inspiración para los más diversos versos que después se cantaron por las voces más célebres, como Amalia Rodríguez, la diva del fado, que encontró en ella la inspiración para llevar el fado a todos los rincones del mundo.
Por ello y dado a que en Lisboa no hay Teatro de la Opera, nos decidimos ir a comer una noche a uno de esos múltiples restaurantes en donde se cantan Fados en directo. Generalmente es cantado por una sola persona acompañada por una guitarra, el Fado es la expresión más genuina y conocida de la música portuguesa. En el Fado se expresan los malos momentos de la vida, la melancolía, la nostalgia, historias del diario vivir de los barrios humildes; pero especialmente la frustración y fatalismo por la que, según los mismos portugueses, se les caracteriza. Si se me admite un símil, el fado es una especie de mezcla o síntesis entre el tango argentino y el cante jondo flamenco y por ello rebosa en profundos sentimientos. Llegamos al restaurante a eso de las 8 p.m. A nuestro lado estaba una pareja de gringos retirados que viven en New Jersey con quienes departimos amigablemente durante toda la velada. Nuestra cantante estrella fue Isabel Raimundo, quien fue la que nos sugirió el restaurante. A ella la vimos en la mañana de ese día en una tienda de cerámicas y azulejos, y al oírla cantar mientras atendía a los clientes, le pregunté si ella era cantante. Me respondió afirmativamente y nos informó que esa tarde cantaría en el restaurante “María da Fonte” ubicado no solo en la Alfama sino en el centro neurálgico del Fado en Lisboa. Cuando allí llegamos estaba transformada cual gusano en mariposa, tanto así que al saludarnos no sabíamos quien era y fue ella quien nos dio la pista recordándonos habernos visto en la tienda de cerámicas horas antes. Desde luego canta muy bonito y con mucho sentimiento. Yo que soy un parlanchín empedernido fui invitado a guardar silencio repetidas veces por Amílcar, el Maitre del restaurante mientras se cantaban los Fados. Los gringos se desternillaban de risa con nuestros comentarios y ya conociendo la rutina de Amílcar, cuando veía que se acercaba le decía: “Amílcar, o problema eis que tu falas muito” cosa que le causó mucha gracia y de allí en adelante empezó a servirme vino sin costo alguno. Este suceso sorprendió a Jackie, la gringa, quien dado ese acontecimiento me dijo mirando a la última copa servida: “Due the results I think you must talk an excellent portuguese too…” Fue una noche fabulosa en la cual ganamos unos nuevos amigos, disfrutamos de una excelente comida y nos deleitamos con una genuina sesión de Fados. ¡Obrigado!
En Lisboa no puedes dejar de montarte en un tranvía y realizar un recorrido en estos vagones, descubriendo la ciudad desde la ventanilla, un verdadero regalo para los sentidos mientras se disfruta del traqueteo y chirrido del roce de las vías y entras en pánico cuando comienza a bajar por una de sus empinadas colinas. Me vino a la memoria la última vez que me monté en un tranvía en España; fue en Zaragoza, en uno de esos viajes de visita a mis abuelos. ¡De eso hacia cerca de 45 años! pero la sensación era exactamente la misma. Los tranvías de Lisboa fueron para mí no solo un medio de transporte turístico, sino toda una ruta sentimental de recuerdos. De todas las líneas, la que mejor te lleva por esos sitios de ensueño que han de visitarse en Lisboa es la Nº 28, de color amarillo. ¡No lo olviden!
Antes dije que en Lisboa destacan 3 aspectos, pero para los venezolanos hay un cuarto aspecto destacable y es la influencia de los lusitanos en Venezuela. En primer lugar pudimos descubrir y disfrutar de la típica panadería como las de Caracas, y demás ciudades de Venezuela, regentadas por portugueses, en donde además del pan, compras muchas otras cosas, tomas café y te deleitas con el archiconocido “cachito de jamón”. Cuando entremos a una de ellas, muy cerca de la estación de Rossio, de pronto me sentía como en San Bernardino, o en la Pastora, o en Altamira disfrutando de una variante de cachito hechos con masa de hojaldre y rellenos de jamón y queso. Otro aspecto que no podemos dejar de lado son algunas palabras como “quinta”, nombre que se dan a las casas en Portugal, igual que en Venezuela, “carro” un coche para Venezuela y Portugal; “botiquín” que no es un pequeño armario de medicinas, como en España, sino un bar de poca monta en cualquier arrabal de Portugal o Venezuela, y ya que hablamos de arrabales, cual no fue nuestra sorpresa cuando vimos en un autobús un letrero que decía: “Charneca” Estábamos sentados en una terraza tomando café y preguntamos al camarero que nos atendía sobre ese lugar y nos confirmó que era, como el de Caracas, un barrio deprimido de Lisboa y me advirtió que por allí mejor que no fuese. Da muy buen gusto cuando vas descubriendo los orígenes de las muchas costumbres y expresiones de tu otro país y que nadie me había sabido explicar con anterioridad. Además de lo antes dicho, Venezuela ostenta, como ningún otro país, un Estado (Provincia) con el nombre de “Portuguesa” por algo será… La inmigración portuguesa, igual que la española e italiana, han dejado de una forma humilde, callada y contundente una huella muy profunda en Venezuela. La cultura del “Portu” no termina en la desembocadura del río Tajo o Duero… se va mar adentro, siguiendo su tradición de pueblo navegante y alcanza las costas de la Guaira.
Volveremos a Portugal; hay mucho por conocer: Oporto, Coimbra, Faro, Cintra, Tavira, Evora… nos pasa lo mismo que a Unamuno cuando se pregunta: “¿Qué tendrá ese Portugal –pienso- para así atraerme? ¿Qué tendrá esta tierra, por de fuera riente y blanda, por dentro atormentada y trágica? Yo no se, pero, cuanto más voy a el, más deseo volver.” (3) Y nada más, será hasta la próxima. Un fuerte abrazo, Agur.
Notas:
(1) Miguel de Cervantes, “Don Quijote de la mancha” Primera parte, Cap. II
(2) Miguel de Cervantes, “Don Quijote de la mancha” Primera parte, Cap. XX
(3) Miguel de Unamuno, “Por tierras de Portugal y España”
(2) Miguel de Cervantes, “Don Quijote de la mancha” Primera parte, Cap. XX
(3) Miguel de Unamuno, “Por tierras de Portugal y España”
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TITULO: Portugal
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