07 mayo 2005

MILITIA EST VITA HOMINIS SUPER TERRAM

Queridos todos:
Quiero imaginar que estoy reunido con todos ustedes, mis receptores habituales de estas mis sinceras cartas y con muchísimos otros amigos y conocidos que he tenido a lo largo de la vida para reflexionar, en breves trozos, lo que es la vida, tu vida, nuestra vida. Normalmente en nuestra existencia nos relacionamos con personas pertenecientes a 4 generaciones distintas: la de los abuelos, la de los padres y la de nuestros hijos. Algunos tienen la suerte o la desgracia de añadir una quinta generación: la de bisabuelo.

La infancia es el molde de la futura persona y la mía se desarrolló en tres lugares: Moguer, Caracas y Valencia. Digo esto porque el resto de nuestra vida lo dedicamos a afianzar o matizar la estructura de persona que adquirimos en la infancia. De Moguer me quedaron recuerdos muy vagos: mi calle, mis primos y sobretodo mi niñera, Eulalia, a quien yo llamaba “tatalala”. De Caracas la vivencia del Edificio Asunción sito de Calero a Desamparados. Allí me encontré con otros niños españoles, no andaluces, sino catalanes y gallegos y por supuesto con venezolanos. Allí tuve la primera experiencia de un amigo muerto y allí también viví la llegada del resto de la familia de mi padre. Recuerdo muy vivamente la primera vez que vi a Antonio y a Octavio y la llegada primero del tío Paco y después la de tía Rosa y Rosamary, a quienes había conocido en el Madrid de 1951, por cuyas calles yo gritaba: “quiero papas coloraaaaás”. Después de aprender las primeras letras con la cartilla Mantilla en la escuelita de “Misia Chucha” asistía, por cosas del tejido inescrutable de la vida, a un Colegio Luterano llamado La Concordia en Bello Monte. En ese lugar conocí muchos compañeros alemanes y holandeses y entre ellos una china, de nombre Linda y un catalán; Miguel. Nunca más he vuelto a saber de ellos. Había en mi corta vida mucha gente distinta a mí. Gente que no era andaluza ni católica, que hablaban otro idioma e incluso algunos no eran blancos.

La experiencia en Valencia fue la más sensible a mi formación. Al día siguiente de llegar, mi madre, con su observante catolicismo, vio el cielo abierto cuando fuimos admitidos en el Colegio La Salle. De esa manera nos alejaba de la “nefasta” influencia protestante. Iban por la calle un par de niños muy gordos y mi madre les preguntó si eran del Colegio la Salle. Ellos respondieron que si e inmediatamente se arregló el asunto de ir juntos al colegio a partir de la mañana siguiente. En esos años íbamos al Colegio caminado; sin angustias de transporte ni problemas de seguridad. Esos niños son árabes: Aziz y Ramón Ramos Maike. En Valencia antes de vivir en Guaparo, vivimos inicialmente en un apartamento en el edificio El Sol en el cruce de la calle Páez con la Urdaneta. Esas calles en pleno corazón de Valencia fueron mi pequeño Nueva York, pues estaban llenas de judíos, italianos y árabes junto con la gente local. Aprendí desde muy pequeño a ser tolerante y a entender que este mundo no era aquel universo primigenio y homogéneo de mi pueblo Moguer. Aun hoy en día mantengo amistad con aquellos que conocí en mis primeros tiempos en Valencia y algunos han demostrado hasta acciones dignas de admiración como fue el caso de nuestro amigo hebreo Moisés Tisminezky Sukermann, quien después del fallecimiento de mi hermano Benigno, visitó Moguer y pagó allí una misa por el descanso de su alma.

Comencé esta misiva diciendo que normalmente en nuestra existencia nos relacionamos con personas pertenecientes a 4 generaciones distintas. La generación de nuestros abuelos estuvo marcada por abandonar el campo, el atraso tecnológico y principalmente por las dos mayores guerras mundiales. La de nuestros padres por la guerra civil española y la 2ª. Guerra Mundial. Nosotros por la post-guerra, una época de verdadero esplendor y desarrollo personal y familiar y la situación política actual. Y nuestros hijos…. ¡Ay de nuestros hijos el mundo que les viene!

De mi infancia aquellos luteranos, judíos, árabes, italianos, españoles, mi hermano y yo… todos somos hijos de gente que había tenido que huir de su tierra ya sea por causa de persecución ya sea por causa de supervivencia o por ambas a la vez. Todos éramos hijos de familias que tuvieron que comenzar una nueva vida en otro país, que en esa oportunidad era un país afortunado y glorioso como la Venezuela de entonces. A la altura de mi vida veo un común denominador en todas esas personas que me hacen pensar en el mito de Sísifo quien debía subir un enorme peñasco a una alta cima del inframundo, y, cuando casi estaba a punto de lograrlo, volvía a caérsele y tenía que subirla de nuevo. Nuestros padres tuvieron que enfrentarse con la realidad de adaptarse a una nueva cultura, progresaron y mutatis mutandi lograron hacer su vida y disfrutar un holgado bienestar en ese nuevo país.

Hoy en día estamos en una situación similar. Recuerdo que una vez hablando sobre estos temas le preguntaba a uno de mis amigos judíos el por qué no habían abandonado mucho antes los países que llegaron a estar bajo dominio nazi. La respuesta era clara: “esto tiene que mejorar” pensaban sus padres. Auswichtz y muchos otros campos de concentración devinieron en esa esperada “mejoría futura”.

Durante los años de Pérez Jiménez jamás supe lo que era política, ni partidos, ni siquiera Democracia o Dictadura. Pérez Jiménez era para mí simplemente el Jefe de Venezuela y su foto estaba en lugar prominente en cada sitio público, incluso en el Colegio. De su época guardo en la memoria las grandes construcciones, los desfiles del día de la patria, la noche del simulacro del bombardeo y la paz y bienestar económico que se respiraba en el país. En diciembre de 1957 debajo del edificio El Sol se instaló un buhonero (mantero), persona mayor, a vender sus juguetes para la navidad. Ni corto ni perezoso en pocos días tenía en mi, con la ojeriza de mis padres, un fiel ayudante. Ese fue mi primer trabajo por el cual cobre 4 bolívares, uno por cada semana de trabajo, dinero que mis padres después me obligaron devolver a mi “patrono”. Ese año el 21 de diciembre se celebró el plesbicito. El día siguiente al plesbicito le informé al buhonero el triunfo de Pérez Jiménez. Su boca no me dijo nada; su mirada me lo dijo todo. Comencé a intuir que “algo huele mal en Dinamarca…” al año siguiente la realidad política de Venezuela era otra.

Los primeros años de la Democracia en Venezuela fueron muy agitados. Por los colegios fueron los distintos partidos de entonces: URD, AD y el COPEI buscando prosélitos. El grupo de los pijos y buenos estudiantes no veíamos de buen agrado las actividades políticas, máxime cuando observamos que eran “los vaguitos” o los peores estudiantes los que se inscribían en los partidos. Todavía tengo en la memoria el momento cuando Ramos Allup apuntó con pistola a uno de nuestros compañeros… y también me acuerdo de Tomasin Izaguirre, el sobrino del “policía” que le tembló algo más que el pulso el día del caracazo y a Orel Zambrano, a Ecarri a Escarrá y otros tantos más compañeros de Colegio. Ese fue el gran pecado que cometimos los de nuestra generación. Dejamos el país en bandeja de plata a los más ineptos. ¡Mea culpa, mea culpa, mea culpa! De ahí en adelante la historia de Venezuela fue un continuo deterioro en su moral y en sus instituciones en un marco de engañoso bienestar económico según los vaivenes de los precios del petróleo.

Ese desdén por la política en la gente de nuestro grupo, no fue óbice para que muchos adoptasen una actitud acomodaticia al gobierno de turno. Esto profundizó la corrupción y el deterioro de la estructura de la nación. Nos importaba poco lo que ocurría mientras no tocasen nuestro status y pudiésemos reunirnos sintiéndonos “distintos”. El síndrome de “Los Amos del Valle”. Otros, más carroñeros, lo miraron y aprovecharon como la gran piñata de la cual te aprovechas lo mas que puedas, de la misma manera que lo están haciendo, hoy en día algunos de mi grupo en la republiqueta bolivariana. ¿Como extrañarnos pues, de la podredumbre generada y dominante en las bases de todas las instituciones de la Cuarta República? Esa fue la mejor campaña y atributo electoral para la victoria de Hugo Chávez. Ahora esos mismos aniquiladores de Venezuela quieren y pretenden ser “sus nuevos líderes” ¡malditos!

Al comienzo dije que quería reflexionar, en breves trozos, lo que es la vida; ahora digo lo mismo que Job: “la vida del hombre sobre la tierra es una guerra” una lucha que no acaba y cuya única certeza es la incertidumbre. ¿Se estará viviendo en Venezuela una situación parecida a la que vivieron los judíos en la Alemania nazi? ¿Aun esperan en Venezuela un “mañana mejor”? ¿Para cuando? ¿Quiénes catalizarán el advenimiento de ese mañana? Hay un grueso número de personas que ven un oscuro futuro a sus vidas y la de sus familias en la Venezuela actual y otro que lo vimos con antelación y por ello hemos repetido lo que hicieron nuestros padres: comenzar una nueva vida en otro país. Y esto no es nada fácil.

Mientras tanto sueño para Venezuela ese “mañana mejor” Un bienestar con estas medidas económicas: GDP no menor a 20.000 dólares per cápita, pobreza no mayor al 10%. Riqueza no mayor al 5% analfabetismo inferior al 1%; desempleo no mayor al 5%; expectativa de vida igual o mayor a 80 años y bajo índice de criminalidad. Lo repito “sueño” y como dijo Calderón, los sueños, sueños son. Y con este sueño me quiero despedir hasta la semana que viene escuchando como música de fondo el coro del Nabucco de Verdi “vá pensiero”

Va', pensiero, sull'ali dorate. Va', ti posa sui clivi, sui coll, ove olezzano tepide e molli l'aure dolci del suolo natal! Del Giordano le rive saluta, di Sionne le torri atterrate. O mia Patria, sì bella e perduta! O membranza sì cara e fatal! Arpa d'or dei fatidici vati, perché muta dal salice pendi? Le memorie del petto riaccendi, ci favella del tempo che fu! O simile di Solima ai fati, traggi un suono di crudo lamento; o t'ispiri il Signore un concento che ne infonda al patire virtù che ne infonda al patire virtù al patire virtù!
__________

TITULO: Guerra es la vida del hombre sobre la Tierra...

No hay comentarios: